Luisa Pernalete
El Universal
Usted va a hacer mercado y ve anaqueles vacíos y no consigue productos básicos como papel sanitario o harina. Economía de guerra, pues.
Usted pasa por unos sectores de Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal Puerto Ordaz o Caracas, y hay imágenes de un Estado de guerra, después de las manifestaciones -por la basura, escombros- y durante ellas, mucho uniformado cascos, tanquetas, armas de guerra pues. En esas imágenes, si en vez de foto tiene la película, ve gente corriendo, incluso gente sangrando ¡una guerra con prisioneros, heridos y muertos! Un aguerra, asimétrica.
Mientras esto está pasando en algunos sectores, en otros, como comunidades populares en donde no ha habido manifestaciones -por las razones que sean- también tienen su dosis de guerra, sin tanquetas ni bombas, esa guerra diaria, asimétrica también, escenas que porque sean de películas repetidas, no dejan de ser “anormales” en un país que se dice en democracia y que tiene riquezas para que todos pudiéramos estar mejor: colas desde la media noche a veces, cuando se sospecha que “venderán algo”, mientras delincuentes atracan a los de la fila; silenciosamente, niños y niñas que no protestan, no están tomando leche, ¿no es como una guerra?; en la calle Célica, con el Orinoco como marco, cuenta que ahora las bandas asaltan a madres cuando van a buscar a sus hijos al preescolar -a dos cuadras de un módulo policial-; Rita, dice que las bandas mandan, deciden horarios, territorios “propiedad privada”, como en la guerra. No hay suficiente papel como para meter toda esta guerra en los periódicos, algunos han desaparecido, pero cada quien tiene su página de sucesos.
Mientras escribo estas líneas, que quería que fueran sobre cosas bonitas, se entera una que la señora Tibisay sigue presa. Tiene 45 años, asistía a un curso de bisutería en Fe y Alegría, está acusada de terrorista y otras cosas más, ¿Tibisay terrorista? Es mujer de fe, lleva casi un mes detenida y hace oración con las otras prisioneras… Mientras escribo estas líneas, en una escuela Fe y Alegría de Valencia están velando a un exalumno, fue educado para la vida pero lo mataron a los 23, apenas vivió, ¿delito? no haber corrido lo suficiente cuando los violentos armados entraron a su comunidad… “¿Habrá que educarlos para vivir en medio de una guerra?”. Se pregunta llorando una maestra.
Sé que en el medio de esta guerra hay venezolanos sacando solidaridad para otros: abogados, médicos, madres que convertidas en comadres porque ahijan a cualquier joven que necesite apoyo. La valentía, dice J.A. Marina, surge de la relación con los demás. Con el corazón arrugado hay que seguir diciendo, que la paz sea con ustedes.