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Padre Rafael Garrido: “La solidaridad de la clase popular contagió a la clase media”

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Foto: Manuel Sardá

Por Elvia Gómez/Fotos: Manuel Sardá

El provincial de los jesuitas en Venezuela compartió recientemente con los miembros de la comunidad ucabista y verificó el cumplimiento del Plan Estratégico 2020 y los lineamientos del próximo plan bienal. En esta entrevista, destacó que la UCAB ha entendido su papel frente al país y expresó confianza en que la crisis volcará a los venezolanos a proyectos en beneficio del desarrollo común

El padre Rafael Garrido Vargas (Barquisimeto, 1972), sacerdote y teólogo desde 2007, asumió, en diciembre de 2016, la responsabilidad como Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela. Entre los cargos que ocupa está el de vicecanciller de la Universidad Católica Andrés Bello y presidente de la Fundación Andrés Bello.

Entre el 08 y el 11 de abril pasados, Garrido compartió con las autoridades rectorales de la UCAB, sus directores generales y dirigentes estudiantiles, visiones y preocupaciones acerca de la situación del país, al tiempo que hizo una evaluación del cumplimiento del Plan Estratégico UCAB  2020 y los lineamientos perfilados para el plan 2022.

En conversación con El Ucabista, destacó la adaptación y preparación que la UCAB está haciendo ante los nuevos desafíos que el mundo impone a los modelos educativos, a la vez que expresó satisfacción porque el diseño curricular apunta a demandas como la educación virtual y las carreras cortas.

También ponderó como positiva la visión de los jóvenes estudiantes, quienes le indicaron sentirse incorporados como parte de una institución que se construye y se fortalece entre todos.

¿Qué balance hace de la provincia que recibió hace dos años y medio y la que tenemos hoy?

“Yo empecé en diciembre de 2016 y había un país que entraba en un conflicto muy importante. La oposición había ganado la mayoría en la Asamblea Nacional en 2015 y se empezaba a generar un conflicto en las instituciones: entre el Poder Ejecutivo, el CNE, el TSJ, el Poder Ciudadano y esa pugna ha llegado hoy, desde mi perspectiva, al tope de la conflictividad democrática, a esta conflictividad extrema, a este desmoronamiento democrático donde las instituciones han perdido su horizonte, su norte y su misión. Hoy, la única institución que tiene reconocimiento de origen es la Asamblea Nacional y estamos en esta pugna en la que no se reconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo, no hay división de los poderes públicos como se espera que funcionen en la democracia, ni tampoco son reconocidos. Se ha producido una suma de situaciones, como declarar a la AN en desacato, el TSJ asumir las funciones del Parlamento, instaurar a una Asamblea Constituyente por una vía de poco acuerdo y, luego, las elecciones (mayo de 2018). Además, el país económicamente se ha complicado de una manera tal que se ha generado un sufrimiento dramático en las personas. Siento que los más desfavorecidos de todo este proceso han sido, especialmente, los más pobres, aunque todos nos hemos empobrecido sustancialmente”.

Menciona el “desmoronamiento democrático”, pero paradójicamente en este proceso, en esta suerte de unión en el sufrimiento, ¿ha resurgido en los venezolanos un sentimiento de defensa de la democracia?

“Yo creo que ha surgido la conciencia y en medio de esa conciencia hemos caído en cuenta de la importancia y la necesidad profunda de formar al sujeto democrático. Me refiero tanto a las personas –los ciudadanos– como al sujeto colectivo, construyendo sociedad democrática. Hay un desmoronamiento de las instituciones, no hay a dónde acudir si se quiere denunciar a alguien por un proceso judicial, hoy estamos a merced de una impunidad muy fuerte. Pero es cierto que hay una conciencia de que, si queremos avanzar hacia un país que desarrolle a las personas y a la sociedad, tenemos que transitar caminos democráticos”.

Por toda su trayectoria, por ese contacto directo que ha tenido con los jóvenes: si se produjera una transición pacífica –o no tan violenta– hacia la democracia, en el plazo de una década, ¿qué cree que se puede esperar de esa Venezuela que construirán los jóvenes de hoy?

“Creo que podemos esperar que durante esos diez años haya un esfuerzo de unión por levantar al país. Nos encontraremos con personas con una capacidad muy grande de sumarse a proyectos para el bien común. Una lección de todos estos años es: o que este país lo construimos todos juntos y salimos todos juntos adelante o no es tan viable. Cuando digo ‘todos’, hablo de todos los sectores, pero también de toda la diversidad de visiones que se puedan tener. Creo que uno de los resultados va a ser eso: personas con una gran capacidad de sumarse a proyectos de bien común. En segundo lugar, tendremos un país que puede constituir un horizonte productivo. Otra de las conciencias adquiridas es que no podemos esperar que todo se nos regale y se nos dé. Diez años de lucha para construir un país productivo nos van a dar un resultado muy positivo de desarrollo humano. Por otra parte, pudiéramos tener una vanguardia en el área de la empresa, en educación –que la hemos tenido– y que uno lo puede constatar en los países latinoamericanos donde están migrando los venezolanos. Los venezolanos son profesionales muy bien formados y aportan a esos países y se reconoce el beneficio de tener un profesional formado con esa calidad. Estábamos allí y empezamos a perder un poquito de calidad en el proceso de formación, debido a todo este desmoronamiento de las instituciones educativas, especialmente de las universidades tan duramente golpeadas”.

En esa revisión también tienen que entrar los modelos y esquemas educativos, porque hay demandas de formación que se habían dejado de lado, como las técnicas y carreras cortas. Usted, que ha estado esta semana pasando revista a las direcciones de la UCAB, ¿qué puede decir de esas demandas que la sociedad presenta y cómo se les dará respuesta?

“La universidad es consciente de eso. Esta mañana (11 de abril) participaba yo en el taller sobre el Plan Estratégico 2022. Percibo y creo que la universidad es consciente de que hay un proceso de transformación y de acceso a la formación y a la oferta que puede la universidad brindar y, además de la situación país, también hay una realidad mundial. No nos pasa solo a nosotros esta transformación o que se nos pide esa transformación. Aquí vienen temas que la UCAB empieza a encarar, como son la innovación pedagógica, el tema de la virtualización, de la internacionalización, de la diversificación de la oferta académica, del acceso al conocimiento, a la formación, incluso a la incidencia como tarea de la universidad y eso se ha ido diversificando. Ya no todo el mundo va a estudiar carreras de cuatro años, hay gente que va a requerir otro tipo de formación, que a lo mejor ni siquiera la tenemos en este momento, pero que hay que tener capacidad para montarse en esas necesidades y posibilidades. Yo vengo oyendo, no solo en la UCAB sino en otras universidades, el tema de la formación en cocina. En la Universidad Simón Bolívar, en La Guaira, tenían una Escuela de Turismo y allí ser chef era una de las opciones mejor valoradas, así como en Mérida el Hotel Escuela. Esos, por mencionar algunos. Lo digo por cómo aprende hoy el joven y eso también se ha diversificado y allí entramos en la virtualización y el uso del tiempo. ¿Cuánto tiempo necesita un joven para formarse en creación de páginas web, para la informática, para la programación en un mundo en el que se invierte buena cantidad de dinero en esta tecnología? La universidad está siendo halada por un proceso de transformación mundial”.

 Y en esa visión mundial, ¿qué le parece el lugar que ocupa la UCAB y su papel?

“Siento que la UCAB tiene conciencia de estas realidades y en el plan anterior, el 2020, abordaron una serie de parámetros y transformaciones que tienen un balance positivo. Lo que sí siento que necesitamos es tener una posibilidad de un funcionamiento más regular, más normal. Tenemos una situación en la que un día falta el dinero, otro día el agua, otro la electricidad. Así es difícil llevar adelante esa transformación necesaria. Sin embargo, aquí han logrado salir adelante, así como en 2017 lo hicieron durante las protestas, lograron formar a los jóvenes; pero necesitamos unas condiciones más normales de desarrollo que permitan que los jóvenes se formen, que la universidad pueda investigar, llevar adelante sus propuestas para el país y transformarse. Creo que aquí están muy conscientes de eso y están trabajando para ello”.

Hoy (jueves 11 de abril), por segunda vez en la quincena, la UCAB prestó sus espacios para que Juan Guaidó, enviara un mensaje a los venezolanos, esta vez en la presentación del Plan País en materia de seguridad. Quisiera un comentario suyo sobre ese involucramiento, de la Iglesia en general y de la UCAB en particular, con la lucha democrática.

“Considero que tanto la Iglesia como la Compañía de Jesús y la UCAB tenemos conciencia de ese llamado vocacional que recibimos, como seguidores de Jesús, de cuidar al más vulnerable, de atender a los más pequeños y de construir justicia. Los jesuitas, desde hace varias décadas, hemos tenido como horizonte el servicio de la fe y la promoción de la justicia, y en la medida en que vamos desarrollando esa misión por la fe y por la justicia, nos vamos encontrando con las situaciones políticas que no favorecen esa justicia que permita el desarrollo de las personas, el bienestar de las comunidades y las posibilidades de desplegarse como ser humano. Aquí en Venezuela ha habido una clara posición y determinación para ayudar a que florezca la democracia, por eso los comunicados de la Conferencia Episcopal Venezolana –por una parte, porque a veces pudiéramos quedarnos solo en ellos, pero no es así– pero en la Iglesia, en el pueblo de Dios, hay ese vuelco hacia la ayuda de los más necesitados. Hoy la Iglesia está atenta a ellos y quiere que el cambio sea sustancial desde las bases populares, que haya cambio democrático también allí, y por eso mencionaba al principio al sujeto democrático en las personas y la sociedad en general. Yo veo que la Iglesia ha ganado cada vez más conciencia del rol que tiene en medio de ese reto, de hacer de este un país democrático que brinde más oportunidades”.

Sobre los sectores populares existe el prejuicio -especialmente en sectores de la clase media- de que son propensos naturalmente a la violencia, por lo ocurrido en los últimos años. Poco se comprende que a veces se pliegan a una minoría violenta por temor y necesidad de sobrevivencia. Usted, que ha trabajado con esos sectores menos favorecidos, ¿qué opina?

“Efectivamente, considero que en los sectores populares ha habido una consistencia personal fuerte que viene de sus procesos espirituales e históricos. Siempre ha sido así, la violencia siempre ha sido de parte de sectores muy minoritarios, pero que asustan mucho y generan mucho temor. Por otro lado, si algo ha demostrado, para mí, el sector popular en todo este proceso es que no quiere violencia en el país, de ninguna manera. La fuerza que motoriza a las personas no es una fuerza que viene de la angustia, del desespero, de la destrucción del otro, ni de las cosas, sino que es una fuerza que viene de la unión, y eso lo leo desde la perspectiva de la solidaridad que ha mostrado el sector popular en medio de esta crisis tan dramática. Una de las cosas que se puede constatar es que se ha generado una solidaridad que contagió a la clase media, que quizás al principio estaba más paralizada, pero que hoy lo capta con mucha certeza. Por eso te digo que el país tiene la conciencia de que o vamos todos juntos o es muy difícil construir el país”.

¿Podría decirse que la clase media ha aprendido la solidaridad a sangre y fuego, porque las carencias que padecían los pobres ahora las padecemos todos?

“Sí, creo que proporcionalmente la clase media se ha empobrecido más y eso es muy lamentable, porque hace falta que todos nos desarrollemos adecuadamente. Hemos tenido un aprendizaje pasando por el dolor que, ojalá, lo hubiésemos hecho de otra manera como país, como sociedad. Siento que en la clase media hoy hay una mayor sensibilidad. Así como se dice de sectores violentos en la clase popular, uno puede encontrar en la clase media sectores corrosivos, destructivos, que se encierran en su interés, en su visión, que se vuelven como niños malcriados en ocasiones, sobre lo que quieren y piensan. Ahí caemos en una situación que hay que abordar ante esa criticidad nociva que hoy estamos viviendo. Salga lo que salga, si apenas tiene un dejo con el que se está en desacuerdo parece que lo tienen que destruir y no se mide toda la bondad que tiene una propuesta en su conjunto, una persona o una posibilidad”.

¿No le parece que esta sociedad nuestra debe hacer en algún momento un debate sobre la manera en que electores irreflexivos le abrieron la puerta, en las cuatro votaciones que hubo entre diciembre de 1998 y diciembre de 1999, a todo esto que hemos vivido? Hay sectores, especialmente de clase media, refractarios a meditar sobre responsabilidades propias.

“Hay un elemento adicional a eso: ha habido una especie de cuidado egoísta de los intereses de cada uno. Yo recuerdo que cuando la Constituyente empezó con sus leyes a tocar algunos aspectos de la sociedad, si tocaba lo educativo, salían los sectores de la educación; si tocaba a los sindicatos, salían los trabajadores; si tocaba algunas dimensiones, salían y reaccionaban solo como si los intereses afectados no fueran comunes. Esa fragmentación hoy está bastante acentuada y por eso creo que el aprendizaje ha sido el de tratar de encontrar la unión. No podemos ser tan individualistas en nuestros intereses. Cuando salió la posibilidad de tener dólares por ciertos instrumentos financieros, como las tarjetas de crédito –que no todos tienen–, se sacó un provecho de esas oportunidades. Estoy de acuerdo con que hay que revisarnos y evaluarnos y ser capaces de corregir y asumir nuestras responsabilidades y creo que es propicio este momento para ello. La oportunidad está dada y se nos brinda esa posibilidad para salir adelante, creo que hay un potencial enorme en la sociedad venezolana y en las instituciones que todavía están en pie de lucha tratando de llevar adelante esas potencialidades”.

Hablando de esas potencialidades, usted tuvo un encuentro con los estudiantes de la UCAB. ¿Qué le quedó de ese intercambio?

“Agradezco mucho la visión de ellos sobre el esfuerzo que se está haciendo en la UCAB para llevar adelante la misión y los objetivos de la universidad. Reconocen en quienes orientan, en las autoridades, ese esfuerzo que se hace y lo valoran muy positivamente, así como todos los que trabajan en esta universidad. En segundo lugar, agradezco la visión de conjunto. Siento que los estudiantes plantearon el verse como comunidad universitaria, ya no simplemente son estudiantes, profesores y empleados. Somos una comunidad universitaria y como tal estamos enfrentando esta situación, hay una valoración de la universidad frente al país. Poder tener incidencia en el país es importante para los estudiantes y como una de esas características propias salió el tema del compromiso social, que a ellos se les esté involucrando desde los primeros momentos en que llegan a la universidad con los procesos sociales. Siento que eso lo valoran con mucho entusiasmo, así como la misma imagen de la universidad, encontrar los jardines y la infraestructura en buen estado para ellos es síntoma de la entereza de la UCAB y es signo claro de que se pueden hacer las cosas bien, de que a pesar de todas las dificultades siempre hay alternativas”.

No sé si le contaron, pero el 1 de abril, el día cuando se retomaron las actividades después de los grandes apagones, los estudiantes hicieron su propio operativo por Whatsapp para asegurarse de que llegaran, con la ayuda de los que tienen carro propio, los que siempre vienen en Metro, porque no estaba funcionando.

“Yo sí creo que una de las actitudes importantes en medio de toda esta crisis ha sido la creatividad puesta al servicio de los demás. Efectivamente, me dijeron que quedaron sorprendidos ellos mismos de ese movimiento y de la cantidad de jóvenes que vino a incorporarse a las clases, como diciendo: deseamos cumplir con lo que nos corresponde. Ahí está, para mí, una de esas fortalezas que podemos encontrar en mucha gente en Venezuela, por eso digo que no podemos quedarnos solamente en la crítica, sino que hay que ver que no todo el mundo está viviendo esta crisis rendido, más bien la mayoría la está viviendo tratando de salir adelante con los compromiso que tiene, ir al trabajo más allá del sueldo…”

A recibir un pago que no les remunera el día…

“Efectivamente, que no les remunera, porque hemos descubierto el trabajo no como medio de vida sino como forma de vivir, como medio para realizarse como persona y por eso uno ve esos grandes sacrificios de la gente por llegar a sus trabajos, y cuando uno les pregunta: ¿por qué vienes?, responden: ‘porque esta es mi vida’. Aquí lo que está en juego no es que uno coma sino que uno viva; eso de que no solo de pan vive el hombre lo estamos experimentando crudamente. Por supuesto que papá Dios no quiere ese sufrimiento y tenemos que luchar por un sueldo digno y llegar con dignidad a nuestros trabajos y no agotados por caminar kilómetros. En el interior, donde es increíble lo que sucede en términos del transporte público, ve uno cómo los papás caminan con los niños para llevarlos a la escuela y luego ir al trabajo, pero hay un espíritu de lucha que hoy quiere un cambio y que sabe que hay que fraguar ese cambio”.

Visitando al Parque Social de la UCAB

La tarde del miércoles 10 de abril, el padre Rafael Garrido visitó las instalaciones del Parque Social de la UCAB, “Manuel Aguirre”, desde donde se coordinan y llevan a cabo las tareas de extensión universitaria en siete áreas.

Allí fue atendido por el vicerrector de Identidad, Desarrollo Estudiantil y Extensión Social, Néstor Luis Luengo, así como por el director de Extensión Social, Moisés Carvallo, y el resto de los directores del complejo que alberga al Centro de Salud “Santa Inés”.

En la presentación de los objetivos para el siguiente plan bienal, el Plan Estratégico 2022 de la UCAB, se destacó el interés de aumentar la participación de los estudiantes y profesores en la labor de voluntariado y cooperación en las tareas sociales. Así, dijo Carvallo, en 2018 se logró un aumento del 54%, respecto del período  anterior, del involucramiento de estudiantes ucabistas en estas tareas de apoyo a las comunidades aledañas de La Vega, Antímano, Carapita y Caricuao.

Adle Hernández, directora de Proyección y Relaciones Comunitarias, comentó que su esfuerzo se enfoca en el fortalecimiento del tejido social y en la reconciliación preventiva, como eje transversal de toda su acción.

Luengo señaló que los servicios jurídicos y psicológicos tienen un vínculo muy orgánico con las comunidades. Ambos servicios han tenido una mayor demanda de atención debido a las difíciles circunstancias que viven los habitantes de esas zonas por la situación social y económica, apuntaron Aura Janesky Lehmann y Juan Carlos Romero, responsables de Clínica Jurídica y de la Unidad de Psicología “Luis Azagra”, respectivamente.

También los servicios de geriatría se han visto con mayor trabajo, pues los adultos mayores han sido dejados al cuidado de los niños de las comunidades más necesitadas, mientras sus padres se han incorporado a la ola migratoria, lo que les produce especialmente problemas emocionales y enfermedades asociadas al estrés.

El padre Garrido destacó que mientras otras universidades apostaban por parques tecnológicos, la UCAB enfocó su esfuerzo en un parque social. Expresó palabras de aliento a todo el equipo profesional de este complejo y señaló que él es testigo “de la heroicidad diaria de mucha gente que ha encontrado en el trabajo un modo de vivir y ustedes son parte de ese grupo”.

Fuente: El Ucabista

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