Por Gonzalo Oliveros Navarro
Cada uno de nosotros vive a espaldas de lo que ocurre en los países vecinos. En el caso de Venezuela y Colombia, a pesar de nuestra cercanía geográfica, eso puedo concluir.
Hay en nuestros respectivos países prácticas que, de ser conocidas en el otro, redundarían en beneficio de los habitantes de cada uno.
Esta semana hablamos en clase de maestría sobre el sistema registral colombiano de propiedad inmobiliaria. Tuve allí la oportunidad de explicar el nuestro, con las garantías que este tiene para el adquirente. Mis compañeros serán ahora, de seguro, portavoces de un mecanismo mas garantista en esa materia que el que tiene Colombia.
Ayer, a mi vez, fui partícipe de una extraordinaria experiencia de servicio público en este país.
Requería yo información en Bogotá de dos actuaciones en oficinas públicas. Una en tribunales y la otra en el Ministerio de Educación.
De vivir en Venezuela, hubiere tenido que tomar un avión; viajar a Caracas, dedicar medio dia a hacer las visitas pertinentes y perder el resto en el trayecto de retorno. Aquí no.
Simplemente llamé por teléfono al tribunal; solicité la información. En menos de tres minutos me la dieron y con élla procedí a llamar al ministerio. Quince minutos después tenía a mano todos los datos que requería. Téngase presente que el servicio prestado es válido para toda persona. No se hizo conmigo excepción alguna.
Lamentablemente para ambos, no somos países del primer mundo, pero lo que observé ayer en Colombia se le acerca bastante.
Si algo tenemos que hacer los migrantes mientras estemos fuera del país, es un inventario de las cosas positivas que observamos en el de acogida, para promoverlas a nuestro retorno, a fin de hacernos la vida más cómoda a todos. Con éllo, quizás sin proponérnoslo, facilitaremos la integración entre ambos.
@barraplural