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Necedades absurdas del capitalismo y el socialismo

Alberto Dorremochea sj

Lo que acaba de afirmar el Presidente del Banco mundial es claro y evidente. Muchos sabían o por lo menos algunos, que lo de la banca especulativa americana era una estafa. No es malo que eso les haya ocurrido alguna vez. Lástima que lo estemos pagando todos y no sólo ellos. Eso era la expresión más necia y absurda del capitalismo. Ganar por el solo hecho de ganar, y cuanto más mejor, a base de especulación. Sin ningún sentido de servicio, sólo por el mero y despiadado lucro.

A ver si un hecho tan grave como éste les hace cambiar: una quiebra tan voluminosa que ha arrastrado a Rusia, China e India. También a América: así están en danza México, Brasil, Argentina y Venezuela, por muchas tonterías que esté diciendo Chávez sobre la inviolabilidad del país, como si estuviera viviendo en un mundo extraespacial. Por supuesto, se espera que los 700 mil millones de dólares que el gobierno de Estados Unidos les ha concedido para recuperarse, se los hayan prestado con condiciones. Que no sigan haciendo lo que a ellos se les ocurra. Se desea que, a partir de ahora, haya normas y controles. El capital no es exclusivamente de ellos, pertenece a todos.

Lo mismo se puede observar en otros como expresión necia y absurda lo que dicen sobre el socialismo. A ver si sucede también algún acontecimiento que les haga, no salir de la vía, sino corregir sus andares. Así como los grandes países deben reunirse, no sólo los siete del G7 sino algunos más, para tratar y decidir los grandes problemas económicos de la humanidad. Así, y no de otra manera, UN SOLO hombre debería consultar con otros lo que sería conveniente para la sociedad y el país donde está.

No es posible que en un país de tanto dinero ‘no trabajado’ se tenga una capital llena de basura, con 50 muertos semanales (una de las ciudades con más mortandad del universo), muchos barrios llenos de barro con casas que se caen, hospitales generales que no funcionan (aunque algún Barrio Adentro sí, pero con medicina muy primaria), bastantes escuelas sin baños y sin pupitres, y un país con una inflación general, la mayor de América Latina, superior al aumento de los sueldos. Esto sin fijarnos en la subida de los precios de los alimentos, de los que una buena parte son importados, precisamente del capitalismo de ‘arriba’.

Esto hace diez años no estaba peor. Hace veinte años se podía caminar confiadamente por los barrios. ¿Es que ha habido ministros tan malos que no han sabido componer ninguno de estos problemas? ¿Ni siquiera la basura? ¿Por qué tanto cambio de ministros? Lo que ocurre es que no se está pensando en esta cosas sino que se nos quiere imponer un socialismo (con minúscula) de tipo personalista: LO QUE DIGO YO. Y eso no puede ser. En un socialismo auténtico hay que contar con la gente, con todos. La palabra socialismo viene de social, de sociedad. Y sociedad es el conjunto de personas individuales con su dignidad humana intransferible. No se puede, por tanto, montar un socialismo porque yo lo digo o yo lo quiero. Podré insinuarlo, proponerlo, impulsarlo, incluso favorecerlo. Pero nunca imponerlo. Hay que contar con la gente. Lo mismo que los banqueros se tienen que juntar entre ellos, no de otra manera deberían hacerlo los que están al otro lado.

Que ese capitalismo bancario fracasado conducía, a los que lo manejaban, a ganancias abusivas es claro y evidente. Pero afirmar, como lo ha hecho Chávez algún día, “que en el socialismo no hay ganancias”, es también una necedad. ¿Y de qué vive la gente? Sencillamente de las ganancias. Naturalmente el presidente, con todo su gobierno, no vive de “las ganancias”, vive de las rentas producidas por el petróleo. Los demás sacan sus sueldos de algún lado: de una empresa, de un trabajito, de cualquier ocupación. En todos esos lugares se puede ganar un salario en base a que hay una utilidad, grande o pequeña (eso se podrá analizar en otro momento).

Pero hay una utilidad. Ahora, por ejemplo, que acaba de aumentar el precio del café a los productores primarios en un 63% ¿se puede esperar que los tostadores de café al público puedan vender al mismo precio anterior? ¿No deberían aumentar un porcentaje similar al café que ellos tuestan, muelen y empaquetan? No van a trabajar sin tener una utilidad. ¿Y el nuevo precio de la materia prima? Claro, el gobierno no desea aumentar el precio del ‘negrito’ al consumidor. Sería casi tan grave como aumentar el precio de la gasolina.

Pero en ese caso ¿por qué no se ha reunido con todos: productores, tostadores e incluso consumidores para discutir el tema? Las decisiones donde entran muchas consideraciones no se deben tratar con criterio único y propio. Lo que aconsejamos para los Bancos ¿no es válido a nuestro nivel? ¿Esas son normas para el capitalismo o son normas de sentido común y, por supuesto, de sentido cristiano de igualdad, fraternidad, respeto y demás cosas que queramos añadir? Es posible, mientras tanto, que algún mes nos encontremos sin café.

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