Alfredo Infante sj
El resucitado no anda por las nubes. La escena de la resurrección hoy nos coloca en un escenario cotidiano para Jesús y sus discípulos: el lago. El paso del resucitado ilumina la memoria del primer llamado, pues recordemos que es en el lago donde Jesús se encuentra por primera vez con Pedro y le dice «de hoy en adelante serás pescador de hombres».
Con la resurrección no se da una ruptura, sino una continuidad y confirmación del primer llamado, ahora libre del miedo. Todo acontece en la vida cotidiana. Al igual que en el primer llamado los discípulos han pasado la noche sin pescar nada. Es la hora de la muerte simbolizada por la noche, el trabajo infecundo y la fatiga. Es en medio de esta situación de muerte, impotencia y aridez que aparece Jesús con la fecundidad de su palabra.
En su presencia despunta el amanecer. Su palabra convoca a la generosidad, pregunta por el pan nuestro: «muchachos, ¿tienen algo que comer?». La pregunta de Jesús ilumina el drama existencial de los discípulos. Toman conciencia de su situación: «no tienen nada que ofrecer», porque su mirada no es de fe, lo único que ven de sí mismos es fracaso e improductividad.
Nada nuevo pasa, hay resignación. Jesús les ilumina con su presencia y palabra «echen las redes a la derecha y encontrarán». Se dejan guiar por la palabra, y la pesca es abundante. Ante el hecho se activa la memoria y lo reconocen: «es el Señor». Pedro se lanza al agua y va al encuentro, el resto viene en la barca. Al llegar a la orilla, Jesús los espera con un pez sobre las brasas y pan. Todo un banquete al descampado. Les invita a compartir también sus peces y almorzar. Los que habían dicho que no tenían nada que ofrecer, tienen ahora su aporte para el encuentro. Todos cuentan. Es el banquete de la fraternidad al descampado, la mesa es la naturaleza, una auténtica eucaristía en la vida. Jesús toma el pan y el pescado y lo reparte. Ellos han puesto sus peces, ahora Jesús se los entrega, hay reciprocidad.
Es la misión que nos entrega el crucificado resucitado: escuchar su palabra, dejarnos iluminar por ella, para liberarnos de la infecundidad de la noche y nuestros miedos. Lanzar las redes en medio del cansancio. Tener una nueva mirada sobre nosotros mismos, y tomar conciencia de que sí tenemos mucho que ofrecer. Poner lo que tenemos en las brasas del amor del Señor, él nos lo devuelve con creces. Como decía San Ignacio: «toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer, tú me lo diste, a ti Señor lo devuelvo, todo es tuyo, dispón de mí según tu voluntad, dame tu amor y gracia, que esta me basta». Centrando nuestra vida en él, seremos continuadores de la misión del crucificado-resucitado: hacer de este mundo un banquete fraternal donde todos y cada uno sea importante.
En nuestro país el escenario de la noche y la pesca infecunda no nos deja ver la posibilidad que hay en nosotros de una pesca fecunda y productiva. El pasado jueves (12/04/2018), un grupo de madres del pediátrico JM de los Ríos estuvo toda la noche protestando delante del hospital exigiendo buen trato. No hay comida en el hospital, ni tratamiento adecuado para los niños que padecen de cáncer.
Estas madres, en medio de la noche, echaron sus redes y la solidaridad se activó. También recibo la cruda noticia de que en uno de los bloques de mi parroquia una mujer se lanzó del 9no piso, triste.
Ante esta dura realidad, no podemos resignarnos a tanta oscuridad que arrebata la vida. Todos necesitamos lanzar las redes de la vida como nos envía Jesús y poner en las brasas del amor nuestros dones para reconstruir nuestro país.
Oremos Señor, que, en medio de la noche y la impotencia, no nos resignemos, que echemos las redes por la vida para vencer el mal a fuerza de bien. Que pongamos nuestros esfuerzos en las brasas de tu amor, para que enciendan el fuego de la esperanza y, juntos, hacer de nuestro país un banquete, al descampado, como tú en el lago.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.