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Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe reafirmaron su misión con Venezuela

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Foto: Cortesía CPAL

Como servidores de la misión de Cristo en América Latina y El Caribe, entre el 4 y el 6 de marzo pasados nos reunimos 51 laicos y sacerdotes, incluyendo 19 jesuitas, de distintas áreas profesionales y académicas para reflexionar sobre alternativas políticas a la crisis de Venezuela. Fuimos convocados por la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe – CPAL, contando además con el apoyo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima y la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.

El Seminario tuvo como eje central de la discusión la tarea de clarificar los factores principales de la crisis que hoy vive el país y que afecta a la sociedad venezolana sin distinción de clases sociales, muy particularmente a los sectores más empobrecidos. Las deliberaciones del grupo se centraron en tres grandes preguntas: ¿cuál es el papel de los diversos actores sociales, políticos y armados en la coyuntura venezolana?, ¿cuál es la postura de los países y bloques transnacionales de poder que inciden en la crisis del país?, ¿cuál debe ser el aporte y la ruta de actuación de la Compañía de Jesús a partir de los diversos escenarios probables?

El dolor y la miseria creciente del pueblo venezolano, dentro y fuera de su país, nos entristece y nos interpela. Somos conscientes de que las causas que han llevado al deterioro de la democracia y las condiciones de vida del pueblo venezolano son de vieja data en Venezuela; con todo, la actual situación de miseria y quiebre de la institucionalidad de la democracia es éticamente intolerable y políticamente insostenible.

Los millones de migrantes presentes en casi todos los países de América latina (13% de la población venezolana) nos abren una ventana por la cual se asoma diariamente la pasión cotidiana -casi inaguantable- de la mayor parte de su pueblo; un pueblo que pasa hambre, que no tiene dónde recibir atención médica, que no cuenta con los mínimos servicios públicos, que sobrevive a pesar del irrisorio valor de la paga que recibe; un pueblo que es perseguido cuando protesta, que vive múltiples formas de control social y político, con un gobierno ahora cuestinado en su legalidad y cada vez más totalitario, que ha sido cooptado por un pequeño grupo de intereses corporativistas y que ha dilapidado escandalosamente la riqueza del país.

Queremos reafirmar que ejercemos nuestra misión de servicio en la Iglesia. Nos sentimos plenamente expresados en la posición de nuestros hermanos obispos de Venezuela quienes, conociendo de cerca el drama del país y el sufrimiento del pueblo, afirman que “vivimos un régimen de facto, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y en los más altos principios de dignidad del pueblo… En esta crisis política, social y económica, la Asamblea Nacional, electa con el voto libre y democrático de los venezolanos, actualmente es el único órgano del poder público con legitimidad para ejercer soberanamente sus competencias” (111ª Asamblea plenaria Conferencia Episcopal de Venezuela, enero de 2019).

En la “Fórmula del Instituto”, que contiene la quintaesencia de la experiencia y la inspiración de Ignacio de Loyola, se dice que la Compañía de Jesús fue fundada – entre otras misiones – para “reconciliar a los desavenidos”. Somos llamados a ser mensajeros de la reconciliación en la justicia y de la esperanza. “Para lograrlo tenemos que alcanzar una comprensión más profunda del misterio del mal en el mundo, y también del poder transformador de la misericordiosa mirada de Dios que trabaja por hacer de la humanidad una familia reconciliada y en paz” (Congregación General 36ª de la Compañía de Jesús, Decreto 1º, # 31). Por eso no nos quedamos contemplando únicamente los males, sino que también nos regocijamos con los múltiples signos de solidaridad y de generosidad que descubrimos entre el pueblo venezolano y entre nuestros pueblos hermanos, pues han alimentado la lucha y la resistencia pacífica y activa de las víctimas y sobrevivientes en ese hermano país.

Movidos a compasión ante el sufrimiento de tantas personas y después de analizar con profundidad la situación política, social, económica y geoestratégica de Venezuela buscando alternativas políticas a la crisis actual, los jesuitas queremos seguir:

  • impulsando, junto con muchas otras personas y organizaciones, alternativas políticas y de servicio que rescaten la centralidad y la dignidad inalienable de cada ser humano; y por eso rechazamos todas las formas de violar los derechos humanos, y toda manipulación del poder político que pretenda imponer un orden que no reconozca el disenso, la pluralidad, los derechos colectivos de los pueblos originarios, las libertades civiles y políticas, tal como están consagradas en la Constitución Bolivariana de 1999.
  • siendo solidarios y reforzar nuestro servicio y atención a los migrantes venezolanos en nuestros países, pues no solamente reconocemos su drama, sino que valorizamos su presencia y la riqueza que aportan en las sociedades que les acogen;
  • promoviendo, de diversas maneras, una comprensión cada vez más fina y completa de la realidad venezolana a través del trabajo de investigación, publicación, divulgación, enseñanza y formación que se realiza en nuestros diversos servicios apostólicos para contribuir a reducir la desinformación, los prejuicios y la polarización que existe en la opinión pública y generar una auténtica solidaridad.

Valoramos el interés de la comunidad internacional y sus iniciativas para ayudar al pueblo venezolano en la superación de la crisis. Creemos y defendemos expresamente el principio fundamental de la autodeterminación de todos los pueblos de la tierra. Por eso, afirmamos que la ayuda que se requiere para la solución de los problemas actuales de Venezuela amerita que las medidas de presión que se ejerzan desde el exterior deben ser pensadas de manera que no causen más daño a los que sufren y son afectados por el mal que se pretende corregir. Éticamente no es correcto ni bueno combatir un mal con otro mal que signifique empeorar la situación de miseria, exclusión y explotación de los pueblos, especialmente de los pobres e indefensos.

Tal como nos decía el Papa Francisco a los jesuitas en su discurso final a la 36ª Congregación general en noviembre de 2016, estamos convencidos de que “la Compañía de Jesús no está llamada a ocupar espacios sino a desatar procesos”. El Seminario realizado ha sido una bella experiencia de ese modo de servicio.

Rogamos al Señor nuestro Dios por todos los que forman el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en Venezuela, así como por todos aquellos que acompañan, defienden, promueven y trabajan por la integración de los migrantes en diversos países del subcontinente. “Aun en los momentos en que afrontamos grandes desafíos y aparentes derrotas, seguimos soñando con ayudar a recrear un mundo diferente, porque hemos conocido “a Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar” (Efesios 3: 20). Por eso nos mantenemos firmes, “calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz” (Efesios 6: 15)” (Mensaje orante para aquellos jesuitas que trabajan en zonas de guerra y conflicto, 36ª Congregación General).

En nombre de los participantes,

ROBERTO JARAMILLO BERNAL, S.J.

Presidente de la CPAL

Lima, Perú, 7 de marzo de 2019

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