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Los pecados del padre y el encuentro con la sexualidad

Por Emmanuel A. Rodríguez O., s.j.

Los psicoanalistas están llamados a pensar e interpretar la época; es imposible no pensar en el sufrimiento que causa el abuso sexual en niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables, particularmente cuando los más afectados son los que no tienen voz. Por otro lado, sabemos que todo encuentro con la sexualidad es traumático, ya que hay un no-dicho que es necesario poder leer con sutileza en el uno por uno.

Algunas consideraciones sobre la sexualidad

Freud, en 1898, plantea que determinados síntomas sufridos por sujetos, en general, podrían tener una raíz de tipo sexual; por tanto, en la infancia quedan marcas de las impresiones sexuales vividas, y estas vivencias pueden retornar, en la adolescencia o en la adultez, como “huellas psíquicas que las vivencias sexuales infantiles han dejado como secuela”[1].

Freud también se adelanta a su tiempo al decir que, en la sexualidad humana, la libido puede disponer de diversas partes del cuerpo para alcanzar la satisfacción, por lo que no existe instinto que nos guie en lo que respecta a la sexualidad y la procreación[2] como en el animal.

La perversión y la imposibilidad de la palabra

Jacques-Alain Miller expresa que la categoría de perversión no pertenece netamente al psicoanálisis, sino que se construyó históricamente a partir de la observación de comportamientos sexuales que se salen de la norma. Así, el sujeto perverso se caracteriza por poner en cuestionamiento la sexualidad, estableciendo que los seres humanos pueden buscar la satisfacción sexual por diferentes vías alejadas de la reproducción biológica[3].

Según Beatriz García, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP), cuando se sufre un abuso sexual, hay una imposibilidad para expresarlo a través de la palabra y el malestar puede extenderse a muchos ámbitos de la vida de la persona[4]. Entonces, la labor del psicoanálisis es hacer resonar aquello del acontecimiento traumático que toca un punto íntimo en cada uno: en qué lugar de su historia ha venido a inscribir una huella indeleble y ha llevado a una persona a ceder a algo que no deseaba[5].

Sabemos que las huellas del trauma nos llevan, a menudo, a actuar de modo destructivo con nuestro cuerpo. Es el más allá del principio del placer[6]. Luego, algunos sujetos atraviesan situaciones traumáticas espontáneamente; sin embargo, con otros, tenemos la expectativa de que mediante el psicoanálisis el sujeto deje de huir de la angustia experimentada después del trauma[7].

Los pecados del padre y la perversión

Finalmente, decimos que en el encuentro con la sexualidad, el sujeto escoge algo que lo traumatiza. Es un encuentro muy particular con el cuerpo y, cuando su deseo no está en juego, sino que es una imposición de goce del partenaire, el sujeto se engancha en una historia traumática.

Así, lo traumático a nivel generalizado (todo encuentro con la sexualidad) es una interpretación de cada sujeto, mientras que lo traumático a nivel restringido (en este caso el abuso sexual) es una de las modalidades del exceso del padre tóxico de ejercer su tiranía sobre el otro[8]. ¿Cómo interpreta, entonces, el sujeto víctima su encuentro con el otro gozador? Esta sería la cuestión a tomar en cuenta en el análisis de un sujeto que queda aprisionado en su propio trauma[9].

Notas:

  • Freud, S., “La sexualidad en la etiología de las neurosis”. En Obras completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1991, vol. 3, p. 273.
  • Ibídem.
  • Miller, J.-A., “Fundamentos de la perversión”, Perversidades, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 25.
  • García, B., “El abuso sexual, un enfoque desde el psicoanálisis”. Disponible en: https://beatrizgarcia.org/
  • Ibídem.
  • Freud, S., “Más allá del principio del placer”, Obras completas, op. cit. vol. 18., p. 32.
  • García, B., “El abuso sexual, un enfoque desde el psicoanálisis”.
  • Lacaze-Paule, C., “Los pecados del padre”. Disponible en: https://www.pipol11.eu/es/
  • García, B., “El abuso sexual, un enfoque desde el psicoanálisis”.

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