Luisa Pernalete
En estos días tan difíciles para todos los venezolanos, conviene, además de mucha respiración profunda y meditación, juntarse con gente sabia, por eso me he estado “reuniendo” con “asesores” como Gandhi, Mandela, Luther King, Romero y hasta la joven Malala. Esta semana Le he cedido mi espacio a Mandela, me ayudo con su libro Conversaciones conmigo mismo (2010, Ediciones Planeta)
1.- Hay que buscar soluciones amistosas. La Sudáfrica que a Madiwa le correspondió dirigir, tenía que combinar costumbres ancestrales y los nuevos aires democráticos que suponían cambios profundos. Miren lo que dijo en una ocasión sobre los líderes tradicionales: “… no debemos olvidar que la institución de los líderes tradicionales está consagrada por las costumbres y el derecho africano, por nuestra cultura y tradición. No hay que hacer intentos de abolirla. Debemos encontrar una solución amistosa basada en principios democráticos que permita que los líderes tradicionales desempeñen un papel relevante en los estamentos de gobierno”. (p.42) Entiendo: no se trata de arrasar con lo pasado…
2.- Gente buena en todas partes. Esto lo repite muchas veces, pero destaco lo que afirmó de sus carceleros, cuando ya estaba cerca su libertad. Sabía que la política del gobierno era “despiadada y brutal; hay que ir a la cárcel para saber cuál es la verdadera política del gobierno… pero al mismo tiempo uno se da cuenta en seguida que no todos los celadores son bestias. Está claro que esa es la política principal (…) pero sin embargo hay buenos tipos”. Cuando vemos las últimas atrocidades – si General Reverol, siguen las atrocidades – cuesta descubrir estos funcionarios que no actúan como bestias, pero seguro que los hay.
3.- Diálogo y negociación. Sobre esto necesitaríamos muchas columnas, pero por la urgencia del momento, destaco algunos episodios: “El CNA (Congreso Nacional Africano, partido de Mandela), nunca se alejó del principio de que la liberación de nuestro país terminaría por llegar mediante el diálogo y la negociación” (p.285) En ningún momento dice que fuera fácil, cuándo y cómo reunirse, por ejemplo, nada fácil, pero no se planteó que la confrontación fuera el principio, el medio y el final del conflicto. Negociación no era para él una “mala palabra”.
En esta misma línea, resalto, creo que, por enésima vez, las recomendaciones sabias que Mandela hizo a los líderes burundíes, cuando el 2000, ayudaba a la paz de este país convulsionado. No lograban esos jóvenes líderes ponerse de acuerdo. Reconoció su valentía, pero también les habló “del arte del compromiso” y de los principios fundamentales que deberían motivar a todo líder:
– Que hay hombre y mujeres buenos en todas las comunidades (…) que el deber de un verdadero líder es identificar a esos hombre y mujeres buenos y asignarles tareas de servicio a la comunidad
– “Que un verdadero líder debe trabajar duro para suavizar las tensiones, sobre todo cuando trata cuestiones delicadas y complicadas. Los extremistas normalmente se crecen cuando hay tensión, y la emoción tiende a reemplazar el pensamiento racional.
– Un verdadero líder utiliza toda cuestión (…) para asegurar que al final del debate salgamos más fuertes y unidos que nunca.
– En cada discusión terminas por alcanzar un punto en el que ninguna parte está totalmente en lo cierto ni completamente equivocada.” (pp. 443 y 444)
Me gusta recordar que él decía que un santo no es el que no comete pecados, sino el que se cae y se levanta de nuevo.
Digan ustedes si no fue buena idea ceder mis líneas a Mandela.