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Lara bajo ataque

represion Lara
Foto: Cortesía

Por Andrés Colmenárez

Las noticias o mejor debería decir el parte sobre lo que ocurre Venezuela lleva un ritmo tan veloz que se puede llegar a creer o pensar que es fortuito, que detrás de la noticia y el estupor que causa hay algo nuevo que no habíamos visto y que nos horroriza.

Recientemente durante las 72 horas que comenzaron en la madrugada del 30 de abril al 2 de mayo el país resumió lo vivido durante los últimos seis años, pero en una versión terrorífica de lo que podríamos decir fue un full day del horror, sólo que de 24 horas pasamos a 72 algo así como un full day de la crueldad con un bono adicional de perversidad.

En alguno de los grupos de WhatsApp en los que estoy, alguien se escandalizaba y decía con énfasis que todo era horrible, algo que no puede negarse, pero cerraba con un “nunca visto” quizás un error producto de ese proceso programático y calculado de hacernos querer olvidar lo que ha ocurrido en los años anteriores.

La maldad ha sido tan efectivamente aplicada por la tiranía que los sucesos de abril de 2013 quedaron invisibilizados por la crueldad del 2014 y así sucesivamente hasta nuestros días.

No importa cuando lea este artículo; la dictadura siempre se va a superar así misma mientras permanezca en el poder y tenga a los militares a su lado.

Esa misma capacidad de superarse y aplicar métodos de represión nos condiciona a seguir horrorizándonos y creando estados de alarma y de indignación colectivos, por eso, en aquel chat que les comentaba, aclaraba que nada nuevo o diferente en cuanto al proceso de represión se ha visto hasta ahora; por supuesto que hubo quienes quizás al igual que usted ahora mismo me diría: “nunca habíamos visto algo así, se pasaron, etc”.

Pero no. Todo lo visto, registrado y narrado por las redes y las cadenas en esas 72 horas pasó, está pasando y lo peor de todo es que seguirá pasando hasta que se logre recuperar el estado de derecho y la democracia.

Foto: Cortesía

En esas 72 horas de ataque todo el país se montó en esa montaña rusa en la que hemos habitado desde que el padre creador de este programa de pesadilla decidió dar un golpe de estado a un gobierno que con todos los errores que puedo haber cometido llegó por votos ciudadanos.

Con la violencia nacieron y con ella al parecer morirán.

El Estado Lara no estuvo fuera de esa vorágine de emociones que representaba ver al principal líder político de la oposición comandando lo que según sus propias palabras fueron el día del “cese de la usurpación” y a su lado el preso político “libre”, pisando ese asfalto del que había sido separado hace 5 años.

Todos apostando al éxito, había llegado no solo el principio del final, sino el fin de la pesadilla.

Fueron unas horas maravillosamente angustiantes pero serían solo eso, unas horas, porque la realidad nos volvió a dar una bofetada.

Se presentó nuevamente con el mismo color verde oliva, las mismas botas negras; negras como el alma de los que las portan, el terror se presentó con ese peculiar aroma de bomba lacrimógena que ya muchos, quizás no tantos como se debería, hemos aprendido a soportar al máximo.

En esas 72 horas de terror condensadas en las calles de Barquisimeto y de Venezuela volvimos a vivir la fórmula mágica de los tiranos: represión, detenciones arbitrarias, selectivas, torturas, falsos positivos, ataques de colectivos paramilitares, bombas lacrimógenas, violencia y muerte.

La noticia de la captura de siete colectivos armados que iban en un vehículo oficial por parte de algunos funcionarios de la policía del Estado Lara y su posterior puesta en libertad por órdenes superiores provocó que desde el mismo cuerpo policial se filtraran vídeos donde los detenidos declaraban que sí eran colectivos, que sí estaban armados y que sí habían recibido órdenes de salir a asesinar y a sembrar el terror en las calles.

Que salían a colocar una vez más a todo el Estado Lara bajo ataque.

Sin embargo, inmediatamente después del escándalo, difundido por todos los medios posibles, salvo los canales de noticias de las televisoras porque la autocensura pudo más que el valor de informar, se conoció que un niño había sido atacado y golpeado por un funcionario de la guardia nacional causándole, incluso con detalles médicos por parte de una doctora, lesiones en el baso y algún otro órgano vital; se relataba que la madre estaba detenida en algún destacamento militar siendo con toda seguridad torturada.

La “noticia” narraba con tanta veracidad que el niño había salido en defensa de su madre que estaba siendo detenida y que justo en ese acto había sido golpeado por un militar.

Por supuesto que la noticia eclipsó mediáticamente la irregular situación de los colectivos paramilitares dejados en libertad, comenzaron los opinadores de oficio a cuestionar la presencia de niños en manifestaciones o lo que se merecían esos esbirros uniformados por aquella acción.

Sin embargo, se iba buscando el detalle; confirmar la veracidad de la noticia.

La fotografía que acompañaba la información era de un médico en un quirófano operando a un niño. Luego de varias consultas y de cruzar datos se pudo constatar que al menos esa noticia no era verdadera. El niño no existía.

El terror por demás justificado del médico y las aclaratorias públicas hicieron que así como se propagó la misma fuese desmentida. Dirían los más incrédulos un FAKE NEWS.

Publicar algo así era un riesgo para el médico, para el centro clínico el cual se había señalado con nombre exacto y para todos los que pasaran por allí.

La información era falsa; falsa como noticia porque los involucrados no estaban comprometidos en el hecho, pero la noticia no es falsa en sí misma.

Suele suceder más de lo que pensamos; los guardias nacionales meten presa a las madres sin importarles que estén frente a sus hijos menores. Sí, es verdad que los esbirros no solo golpean a los niños sino que les disparan y los asesinan por ejemplo Kluivert Roa en San Cristóbal en el 2015 asesinado por un policía nacional.

Sí, es verdad que cuando hieren a un manifestante los centros de salud son asediados, los médicos son detenidos y algunos tan macabros que no están uniformados de militares sino con batas de médicos ordenan no prestarle atención médica a los heridos como por ejemplo Linda Amaro directora del hospital del Seguro Social Pastor Oropeza al oeste de Barquisimeto.

Sí, es verdad que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) visitan a los familiares para amenazarlos, que presionan a los médicos para que les entreguen los proyectiles. Sí, todo es verdad.

En esta oportunidad no existió ese niño pero sin duda alguna ese caso existe con otros nombres y en otras fechas, la maldad de la guardia nacional es real. No lo olvides nunca.

Andrés Colmenárez, fundador de @funpaz2013, columnista y activista de Derechos Humanos en el exilio.

 

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