Luis Ugalde
(30-7-14)
En tres años se disolvió el poder gomecista que a finales de 1935 era total; el país salió del gomecismo y éste salió del poder. Muerto el dictador, la salida fue rápida, relativamente incruenta y de recorrido impensable. ¿Qué papel juegan el liderazgo opositor con presión de gente en la calle y el gobierno que trata de mantenerse cediendo y enfrentando a sus inmovilistas? Veamos los hechos para aprender política. Muere el dictador Gómez en diciembre de 1935 y asume la presidencia su Ministro de Defensa López Contreras que, con “calma y cordura”, encauzará ejecutivamente la transición de la Venezuela dictatorial que se resiste a morir (para los gomecistas duros López será un traidor). Entendamos a aquella oposición plural que, saliendo de las cárceles, del exilio y de la clandestinidad, avanzó incierta entre dolores de parto. López proclamó su fidelidad a Gómez y protegió a sus familiares enviándolos al exilio, mientras permitía el regreso de encarcelados y exiliados y hasta los nombró ministros.
Los intelectuales opositores, encabezados por Andrés Eloy Blanco, publican su “Manifiesto” de cambios democráticos y sociales. La oposición empieza a definirse en agrupaciones y embriones de partidos como ORVE, PRP, UNR… La FEV (Federación de Estudiantes venezolanos) con Jóvito Villalba al frente se pone los pantalones largos y con lenguaje radical exige al gobierno un cambio total sin ambigüedades. La gente sale a la calle en marchas multitudinarias, con tolerancia y represión. El 13 de febrero de 1936 el río desbordado de gente (30.000 personas en una Caracas que no llega a 300.000), marcha desde la UCV (Esquina S. Francisco) hasta la Gobernación y luego hasta Miraflores. López Contreras recibe a una comisión encabezada por el Rector y el estudiante Jóvito Villalba que exige cambio total del gobierno, con exclusión de los gomecistas y con libertades democráticas y sindicales… López da buenas palabras y algunos golpes de timón audaces, como nombrar gobernador de Caracas al general Elbano Mibelli recién salido de la cárcel de La Rotunda. Las grandes protestas de febrero obtienen la sorprendente respuesta de nuevo gobierno con hombres que han pasado por la cárcel y el exilio y con el “Programa de Febrero” -que señala necesidades con visión crítica- elaborada por opositores (se atribuye a Caracciolo Parra Pérez, Alberto Adriani y Diógenes Escalante). Eran los cambios que urgían; la Constitución antidemocrática podía esperar mientras se adelantaban las transformaciones…
Queda el paso desagradable del nombramiento presidencial por el Congreso gomecista. Los encandilados por la utopía todavía no distinguen el camino de su meta, rechazan el Congreso gomecista y exigen de inmediato una Asamblea Constituyente (¡!) o nuevo Congreso elegido con voto popular. Pero otros comprenden la transición, temen una reacción dictatorial y ven con realismo la elección gomecista de López. Rómulo Betancourt dirá “hay que aceptar la reunión del Congreso gomecista con el pañuelo en la nariz”. En los jóvenes la política empieza a sembrarse con la utopía, pero sólo nace cuando saca su tren de aterrizaje para transformar lo necesario en posible y lo posible en real. No pocos (ayer y hoy) se estrellan en el primer intento de aterrizar su utopía. Y así, con dos pasos adelante y uno atrás, vendrán las grandes manifestaciones de junio de 1936, la inédita huelga petrolera de diciembre, las nuevas leyes y prácticas represivas anticomunistas con las que cualquier opositor era tachado de “comunista”, como hoy de “imperialista”. Habrá nuevos exilios y clandestinidades… pero, a pesar del poder militar y de las leyes dictatoriales, el gomecismo agoniza y la democracia va naciendo en la gente. Más tarde vendrá el cambio de Constitución y la elección presidencial del 41.
Hoy, con más razón, no es la Constitución lo que le duele a Venezuela, sino su sistemática violación desde el poder. Más bien la Constitución actual es un arma de los demócratas para exigir cambios en el gobierno; todos a una con una decena de puntos claves. La salida del gomecismo se produce desde dentro con López Contreras cambiante, presionado por las circunstancias y por una oposición que denuncia, protesta y dialoga al mismo tiempo. Ya habrá tiempo para leyes, elecciones presidenciales y constituyentes; incluso tendrán su oportunidad los prometedores de la “refundación“ de la República por enésima vez en nuestra historia, utopía sin tren de aterrizaje para cambiar la realidad que exige gente desterrando prácticas que violan sus esperanzas y bloquean sus capacidades realistas de lograrlas. Por ahora, militarismo en maduración.