Por José Guerra
El dirigente de Primero Justicia, Carlos Ocariz y el doctor Ramón Guillermo Aveledo, cada uno por su parte, han hecho un planteamiento fundamental al país: la necesidad de suspender las elecciones parlamentarias convocadas para el 6 de diciembre de 2020. Las razones sobran. Las de orden política estriban en el hecho de las evidentes irregularidades implícitas en la convocatoria como son los casos de la conformación de un CNE absolutamente ilegal y el cambio en el padrón electoral sobre la base de un cálculo poblacional sin sentido, que permitió la ampliación en más de cuarenta por ciento del número de diputados, cuando lo que ha sucedido es que la población se ha reducido debido a la inmigración, todo lo cual se realizó de forma fraudulenta. Agréguese el bochorno que significó la expropiación de partidos políticos para ponerlos al servicio de Nicolás Maduro.
Pero más allá de estos elementos, hay otro de mayor importancia que tiene que ver con el avance de la pandemia COVID-19 y la imposibilidad de hacer campaña electoral. El sufrimiento humano asociado al crecimiento de los casos y el colapso del sistema sanitario es notorio. ¿Cuál candidato se atreverá a hacer visitas casa por casa, recorridos por urbanizaciones y barrios en medio de esta pandemia y el peligro que ella representa? Quien lo haga es un irresponsable, que lejos de ganar votos los va a perder.
En estas condiciones, la ventaja de la maquinaria del Estado es infinita. Las elecciones y las campañas electorales como expresión de la voluntad popular y como hecho de movilización social fueron pensadas para condiciones normales. Por ello, todo el país debe unirse y hacer de la posposición de las elecciones una consigna nacional.
Quienes hemos tenido experiencia en estas lides, y que además hemos derrotado al binomio Estado-Psuv en los sectores populares, sabemos que el esfuerzo del activismo político y social es gigantesco y hacer ese esfuerzo en este momento donde la curva del COVID-19 no cesa de empinarse, es una auténtica locura, tanto política como sanitaria.
Son válidas las palabras de Aveledo cuando el 4 de septiembre pasado afirmó que “Con la curva de contagio creciendo y sin perspectiva creíble de que ceda, lo sensato es posponer la convocatoria electoral”. Abundó más al afirmar una idea que comparto “es sensato para la salud de todos y abre posibilidades para sanar la Constitución, gravemente enferma y tiene mucho que ver con nuestras vidas”. Maduro no va a ganar legitimidad con una elección hecha en estas condiciones. Ojalá esto permita que se abra la puerta para una salida política a esta tragedia que hoy vive el pueblo venezolano.