El hueco que abrieron la semana pasada y que olvidaron cerrar ya mañana es un hecho digerido. Se asimila al paisaje. Nadie espera que lo arreglen. Basta una seña, una indicación, y la anormalidad se vuelve parte del entorno, de la realidad cotidiana. Vivimos una “normalidad” hecha de cotidianas anormalidades. Dos tablas incrustadas pueden indicar que allí estuvo trabajando, hace dos meses, la gente del acueducto metropolitano. Y allí permanecerán como la señalización oficial(izada) del mismo. En una de las escaleras que suben a la avenida Bolívar, desde el mercado de La Hoyada, cuando todavía funcionaba el terminal del Nuevo Circo, se podía leer un letrero que rezaba: “Cuidado, aquí atracan”. En esa esquina en particular, el viandante, al leer, sujetaba con más firmeza de lo usual sus pertenencias y seguía rumbo al Metro, sin mayores aspavientos…
Héctor Torres . net
noviembre 16, 2011
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