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La diáspora que Maduro se niega a ver

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Carlos Valero*

No es la primera ni la única vez. La ceguera del régimen hacia la diáspora se ha hecho, por el peso de su vergüenza, su segunda naturaleza. Maduro huyó nuevamente hacia el burladero de sus olvidos, para protegerse de un drama que lo embiste. El pasado lunes balbuceó un intento de desconocer la cifra presentada por Organización Internacional de Migración, OIM: más de 2,4 millones de venezolanos se han visto obligados a dejar su país bajo el acoso de una crisis de hambre y una pérdida de libertad. Las oportunidades que el madurismo les niega van a buscarlas en otros países bajo los riesgos y penurias que todo inmigrante lleva en el alijo, donde también guarda sus esperanzas.                                        

En el bla, bla, que se le desbordaba hasta donde antes tuvo una nuez de Adán, borboteaba: “Se trata de un grupo que no pasa de 600 mil venezolanos que han salido en los últimos dos años”. Y confiado que su mentira sería reproducida más de mil veces coronó su engañó con un orgulloso “cifra comprobable, certificada y seria”. Todo un Petro monumento al caradurismo. 

Mientras la cabeza del autoritarismo conservador cerraba los ojos hacia todos los lados, la realidad volvía trizas su falso discurso: organizaciones internacionales de bien ganada reputación como la OIM revelaban la magnitud de la tragedia; especialistas e investigadores; activistas de derechos humanos y gobiernos receptores van desenmascarando la hipocresía de quienes pretenden escribir la historia a la conveniencia del poder.                                                 

En agosto de este año, nuestro estudio de investigación dio a conocer su primer reporte: la fuga humanitaria alcanzaba la cifra de 2.753.872.

En septiembre, reportamos que en 16 países donde se recolectó información, se encontraban al menos 3.424.289 de ciudadanos venezolanos. Un 10% de la población que es ya una herida abierta en el cuerpo de la nación.

La cifra es similar a lo registrado por estadísticas de Facebook, que hasta agosto de 2018, contabilizó un total de 3.029.240 venezolanos en nuevos destinos.
La alarmante data no pareciera ser tan descabellada cuando se observa la brutal hiperinflación que ya alcanzó el 223,1% en un solo mes, de acuerdo a lo reflejado por la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.

A la inmensa mayoría del país le ha tocado destinar más del 90% de sus ingresos a la adquisición de alimentos. Nicolás Maduro es el responsable de esta masiva desintegración interna que ha desencadenado la exportación de millones de venezolanos, cuya atención se ha convertido en prioridad para los países escogidos como destino. 

Sin duda el principal causante de estos fuertes desequilibrios de movilidad fronteriza es un modelo económico anacrónico y cada vez más en crisis. Es una administración que se niega a superar las causas estructurales que desatan la diáspora y a concertar políticas de cooperación con los gobiernos de la región.                 
Frente a la irresponsable apelación a tramas belicistas, contamos afortunadamente con la acción solidaria de Acnur y la OIT. Valoramos sus esfuerzos para resguardar los derechos humanos de los connacionales que han sido abandonados a su suerte por una miserable política de Estado que les acusa de nuevos enemigos en el exterior.  

Exhortamos al régimen de Venezuela a no cubrir con sus truculencias bélicas, la recta interpretación de la norma de Responsabilidad de Proteger (R2P, por sus siglas en inglés), que adoptada en 2005 durante la Cumbre Mundial de Jefes de Gobierno miembros de la ONU, y que busca responsabilizar a los Estados para evitar crímenes contra su pueblo, destacando la participación de la comunidad internacional para detectar y evitar situaciones de este tipo, aplicando diferentes grados de coerción contra los acusados.        

Maduro debe entender que permitir la apertura masiva de un canal humanitario para alimentos y medicinas no implica una intervención militar, por el contrario, no hacerlo y dejar que continúe el deterioro, y en consecuencia la multiplicación del flujo migratorio, sí puede acarrear problemas para la estabilidad de la región. Los venezolanos no podemos permitir que la incompetencia de quienes despachan desde Miraflores nos convierta en un país en fuga, una nación que se desvanece.

Seguiremos acompañando la labor de la AN, de su Presidente y de la Comisión de Política Exterior. Contribuiremos a unir esfuerzos para desarrollar programas que permitan atender la crisis migratoria venezolana en toda la región junto a la comunidad internacional, que debe enfocarse primordialmente en resolver la causa: el nefasto régimen de Maduro. 

Resolver el problema migratorio pasa por solventar la crisis política y el déficit democrático en nuestro país, y ello sólo será posible construyendo una unidad monolítica en la alternativa democrática dentro y fuera de nuestras fronteras, y articulando, desde una dirección unitaria, la presión internacional y la movilización interna.

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