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Hambre en Venezuela, ¿Cosa del pasado?

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para-notaWirmelis Villalobos

Que difícil es enfrentarse a la triste realidad de tu país cuando ya no es una noticia que leíste en cualquier portal Web, ni es un comentario que escuchaste mientras ibas en el autobús de vuelta a casa. Cuando ves con tus propios ojos a personas buscando en la basura qué comer, no queda más que decir.

Esta vez fueron mis ojos los que comprobaron el hambre de la que tanto escuchamos hablar a diario. Cuando ves gente que, para matar el hambre, recoge lo que otros desechan y además evidencias que no todos viven en situación de calle, el corazón se te pone chiquito.

En estos momentos, más de uno diría: Pero, ¿Cómo sabes que no son indigentes? La respuesta está en su apariencia, en su forma de vestir, en los zapatos y hasta en el bolso que tenía la señora que con canas aparentaba unos cuantos años.

Vi a seis personas revisando la basura en la avenida Baralt de Caracas y, al menos tres, no parecían ser indigentes o estar en situación de calle -entre ellos la señora del bolso negro-. Otro señor, de unos 50 años, cargaba su morral enganchado a la espalda, como las miles de personas que cada día llevamos acuestas nuestros sueños camino al trabajo. También había uno, un poco más joven, con zapatos deportivos que, de lejos, se veían mejor que los que uso casi a diario; lo que me hace decir, con propiedad, que la situación está verdaderamente dura.

Las 209 protestas por escasez de alimentos que registró el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social el pasado mes de julio -siete manifestaciones cada día-, son una muestra de las historias que escucho a diario.

En Venezuela, el acceso a los alimentos se ha convertido en un gran reto. Cuando camino por las calles de Caracas y escucho gente decir que no ha desayunado ni almorzado y veo que son las seis de la tarde, no queda más nada que decir.

Cuando escucho testimonios -mientras monto el noticiero radial del cual soy responsable- de personas contando que no comen tres veces al día -aunque los médicos recomiendan comer seis veces, incluyendo meriendas-; cuando escucho que han bajado de peso y la ropa se les cae, no queda más que decir.

Cuando palpas la realidad de otros estados y ciudades del país y compruebas que es un problema que nos afecta a todos, porque ninguno de nosotros, los ciudadanos de a pie, somos ajenos a esta realidad, no queda más que decir.

Cuando el Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas) informa que la cifra de la Canasta Alimentaria Familiar -que sólo incluye productos alimenticios, sin considerar los de higiene personal-, ascendió en julio a BsF. 363.866,73, es decir, que se requieren 24,2 salarios mínimos de 15 mil 51 bolívares fuertes para una familia de cinco miembros, no queda más que decir.

Gracias a Dios, los venezolanos somos ingeniosos y de la crisis siempre sacamos algo bueno, sino que lo digan las personas que siguen el grupo de Facebook: “Aguantando la pela”, y que todos los días comparten recetas para ayudar a sobrellevar la escasez.

PD: Lástima que esto fue en la avenida Baralt, donde es un riesgo sacar el teléfono para tomar la foto de lo que vi. Como se habrán dado cuenta, yo viajo en autobús todos los días, en Caracas, una de las ciudades más peligrosas del mundo.

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