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Hagamos las paces niños y niñas: clases no hay

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 Luisa Pernalete

Esta semana iba a escribir sobre otras cosas. Me debatía entre “Ciudadanía en 5 D”, una especie de manual rápido, brevísimo para enfrentar amenazas o violaciones de DDHH; otra alternativa era alabar esa iniciativa de varias organizaciones de Ciudad Guayana para el rescate de espacios públicos, como la antes hermosa Plaza del Agua, me resultó refrescante que hubiese gente que celebrara el Día de la Tierra con esa acción, pero me llegó la terrible noticia de la orden de suspensión de clases – desde la educación inicial preescolar hasta el bachillerato – los días viernes. Escandalizada,  cambié el tema, porque si uno deja pasar  cosas como esta  sin decir nada, es como si las aceptara como normal.

No podemos adquirir la “mala costumbre” de aceptar  esta situación de escasez, de nada como solución, provocada por la incapacidad del gobierno. En  la panadería nos dicen  que no hay pan, en la farmacia la respuesta es que no hay medicamentos, en la tubería de agua no sale sino aire, y así, como si viviéramos una guerra, por eso la medida de parar las clases  para ahorrar electricidad,   no lo dejo pasar así de fácil. La educación de los NNA (niñas, niños y adolescentes) es una cosa seria.

¿El alto gobierno pensó las consecuencias de esta medida? ¿El Vicepresidente Aristóbulo se olvidó de cuando era educador? El debe saber que un día de clases  importa, no se recupera ¿Tiene el alto gobierno pensamiento consecuencial? Les puedo dar un curso rápido, ese es el pensamiento que nos enseña que todas nuestras acciones y omisiones tienen consecuencias. Aunque suene a disco rayado, la educación es un derecho (CRBV Art. 102 y 103) y los niños y adolescentes son Prioridad Absoluta (CRBV Art. 78 y LOPNNA). Sólo por recordar.

¿Cómo siembras hábitos en los niños y niñas si no garantizamos los 5 días de clase? Hay rutinas escolares importantes en la formación de los pequeños, la disciplina sana es importante. No se trata sólo de aprender a leer o a sumar. La escuela es un sitio de socialización, en la escuela se aprende a convivir. Este desorden no ayuda. ¡Otra vez los niños y niñas pagando las secuelas de los errores de los adultos!

¿Y qué decir de los adolescentes sin clase? Un chamo sin trabajo ni estudio es presa fácil de las bandas que andan reclutando nuevos miembros. El ocio no es nada bueno para esta población en permanente riesgo. ¿Tampoco se piensa en  ello?  ¿Quién asesora al alto gobierno para tomar estas medidas?

¿Y con quién se van a quedar esos estudiantes que no tendrán clase si sus padres son de los que si irán a trabajar?  Pienso en mi amiga Lorena, es médico, tiene dos hijos pequeños, su esposo también es médico, ¿qué harán con los chicos? ¿Dejan de ir al hospital?

Mucha respiración profunda tendremos que practicar para saber cómo canalizar esta rabia por ver racionada la educación también, porque si además se suma la medida de la reducción a su mínima expresión de la semana laboral para empleados públicos a dos medio días, el mensaje a niños, niñas y adolescentes es que se puede vivir sin trabajar, el mensaje es que tener país paralizado es tener patria.

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