Por Antonio Pérez Esclarín
El papa Francisco ha propuesto la celebración de una Jornada mundial de los abuelos y ancianos, para que sean valorados, respetados y queridos como se merecen y puedan impulsar la revolución de la ternura. No todos tienen la dicha y el privilegio de llegar a ser ancianos. Por ello, no podemos considerar la vejez como una carga, sino como un extraordinario regalo y como una oportunidad de ahondar en las cosas más importantes y disfrutar calmadamente de los regalos que nos brinda la vida en cada momento. Cada etapa de la vida guarda sorpresas para quien tiene capacidad de asombro y agradecimiento.
Si es cierto que no podemos evitar el decaimiento y fatiga del cuerpo, y que, con el paso de los años, perdemos facultades, es posible mantener un espíritu vigoroso y vivir la ancianidad de una forma enriquecedora en la que podemos continuar creciendo, sentirnos bien y hacer sentir bien a los demás. Por supuesto, esto supone contar con el cariño y los medios de vida indispensables que posibiliten una ancianidad digna. Por ello, resulta incomprensible e inaceptable pagar a los ancianos jubilaciones o pensiones de miseria, que en Venezuela son de unos 22 dólares al mes. Las pensiones deberían garantizarnos el seguir disfrutando la vida y envejecer sin dejar de ser jóvenes.
El hombre es tan viejo como piensa que es. Hay jóvenes que son verdaderos ancianos: se la pasan quejando, viven amargados, sin ilusión. Y hay ancianos que deslumbran e impresionan por su juventud y por su amor a la vida. Todo depende de la actitud con la que afrontemos la vejez. Si lo hacemos pensando que es una etapa en la que sólo podemos esperar un declive del cuerpo y de la mente, la viviremos como tal. Si por el contrario la vivimos como una etapa más, llena de sorpresas, en la que tendremos que enfrentar nuevos desafíos, la viviremos de una forma enriquecedora.
Cada edad tiene su propia juventud y es posible vivir intensamente cada momento, cada suceso. Si uno al llegar a la “edad dorada” cree que ya no sirve para nada o no puede satisfacer sus necesidades primarias y de afecto, y se le niega el acceso a un buen sistema de salud, envejece de verdad, y entra en un acelerado proceso de decrepitud, y con frecuencia se va hundiendo en la tristeza y la sensación de abandono. Está muy bien jubilarse del trabajo, pero no hay que jubilarse nunca de la vida. La jubilación del trabajo y el disfrute de una jubilación digna brindan excelentes oportunidades para asumir proyectos postergados, para enfrentar nuevos retos, para disfrutar de las cosas sencillas y del milagro de la vida que se recrea sin cesar… Con el paso del tiempo uno puede seguir creciendo hacia adentro, en espiritualidad e incluso en creatividad. Ser anciano no es ser inútil, y el mundo está lleno de ancianos increíbles que siguen derrochando creatividad, generosidad y entrega, y son como rocas y faros en nuestra modernidad líquida que parece haber perdido el rumbo.
Los que han vivido enamorados de la vida, siguen amando mucho en la vejez. Dan gracias por todo y gozan cada momento de su existencia. Siguen activos y cultivan su mente y su espíritu. Por ello, la celebración de la jornada mundial de los abuelos debe traducirse en Venezuela en una lucha tenaz para lograr que gocen de jubilaciones o pensiones que les permitan vivir con dignidad.