Por Alfredo Infante, s.j.*
“Hacer el bien nos hace bien”. Esto lo sabemos por experiencia. A todos los que hemos descubierto que salir de nosotros mismos e impulsar el trabajo en equipo, la solidaridad, la amabilidad, la corresponsabilidad, la reciprocidad de dones, la empatía –a fin de construir caminos que dignifiquen las condiciones de vida, especialmente la de los más necesitados– nos transforma desde dentro, nos humaniza, nos da paz interior, de conciencia, regalos que ningún poder puede arrebatar.
Esta experiencia interior es contrastada con la vivencia exterior, en la que constatamos que la apuesta por el bien choca con intereses de poderes que se resisten y contraponen a la apuesta por una vida más digna, buscando sacar del juego a aquellos que han decidido jugárselo todo por hacer más humana esta humanidad, desprendiéndose de privilegios para entregarse a la construcción de un mejor presente para todos.
Ejemplos en la Venezuela actual hay muchos, pero hoy quiero referirme al caso del trabajador humanitario Gabriel Blanco, quien fue detenido arbitrariamente el 6 de julio de 2022¹ y de cuyo caso pudimos enterarnos, entonces, gracias a su esposa, la educadora y activista de derechos humanos Diannet Blanco, con quien inmediatamente nos solidarizarnos, acompañándola en este cambio de vida tan repentino, de 180 grados, que supone tener a un familiar privado de libertad injustamente.
Después de 17 meses como preso político, víctima de un proceso viciado en el que hubo tres cambios de fiscales, estuvo hacinado entre reclusos comunes en el retén de La Yaguara y fue sentenciado injustamente a 16 años de prisión por “conspiración” y “asociación para delinquir”, a manos de un juez que hoy está preso por corrupción, Gabriel fue excarcelado en diciembre de 2023 en el marco de las negociaciones políticas entre Gobierno y oposición².
Aunque ya no está en una celda, Gabriel continúa privado de libertad, pues le fueron impuestas medidas cautelares de presentación cada 15 días ante el tribunal y prohibición de salida del país. Actualmente, lucha ante un juzgado de apelaciones para revertir la sentencia injusta que pesa sobre él; sin embargo, el actual fiscal del caso, obedeciendo línea política, no ha querido retirar las acusaciones y ha dejado todo en las manos de la jueza³.
¿Quién es Gabriel Blanco? Un líder social y humanitario de 46 años de edad, esposo de Diannet Blanco, educadora y activista de derechos humanos, católica comprometida desde su fe por la justicia. Gabriel y Diannet son, pues, una pareja que ha decidido que su amor trascienda más allá de su casa y que apuesta para que en Venezuela haya Estado de derecho. Ambos se han dedicado a la organización comunitaria y sindical, sin distingo de color político.
Gabriel proviene de un sector rural de los Valles del Tuy. Creció entre juegos tradicionales y la crianza de su padre, Pablo Blanco, quien le enseñó valores de solidaridad, respeto hacia la mujer, trabajo honrado y un profundo amor hacia la clase trabajadora, hacia el trabajo obrero. Inspirado por su progenitor, Gabriel se ha dedicado a los derechos de los trabajadores, organizando sus luchas.
Desde muy temprana edad estuvo ligado al liderazgo estudiantil en Ocumare del Tuy. Cursó estudios en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela. Su vida ha estado ligada al apoyo de los más necesitados. Laboró como educador de calle ayudando a que muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes transformaran sus vidas para bien. Por eso, fue consejero de protección de niños, niñas y adolescentes en el municipio Sucre, donde impartió justicia por vía administrativa a cientos de violadores de los derechos de la infancia y adolescencia. También laboró en la Fundación Vivienda Popular, allí acompañaba a comunidades organizadas a obtener créditos para el mejoramiento de sus casas.
Posteriormente ingresó como funcionario a la Asamblea Nacional (AN), donde se incorporó al sindicato de trabajadores del Poder Legislativo, trabajo que combinó integrándose a la Alianza Sindical Independiente (ASI). Allí pasó a ser director de Comunicaciones de la seccional Caracas, siendo ésta la primera en organizarse a nivel nacional.
Cuando llegó a la AN la directiva de Jorge Rodríguez, a Gabriel se le suspendió el sueldo sin notificación alguna. Ante esta situación, y para sobrevivir económicamente, concursó y fue aceptado para trabajar en una reconocida organización humanitaria. Ahí laboró como gestor de casos en la atención a mujeres sobrevivientes de violencia basada en género. También coordinaba ayudas humanitarias y brindaba talleres de prevención y formación para víctimas de este delito.
Quiero concluir dejando este mensaje que el mismo Gabriel Blanco compartió conmigo y que ofrece testimonio de su dignidad y su espíritu de lucha:
Después de mi salida estoy dedicado a mi familia, agradecido en el alma por tanta solidaridad recibida. La gente se organizó y se turnaba para acompañarme a mí y a mi esposa. Salí con algunos trastornos físicos que atender, dolores en las articulaciones producto del hacinamiento y el poco esfuerzo físico durante más de año y medio de injusto encierro. Aunque fue una injusticia estar con presos comunes, de la convivencia con ellos, en un espacio tan pequeño, en hacinamiento, he sacado mucho aprendizaje. La ayuda mutua, la solidaridad, la escucha, el liderazgo constructivo hace posible humanizar, incluso, los lugares más infrahumanos.
Notas:
1) https://provea.org/actualidad/gobierno-detiene-al-sindicalista-y-trabajador-humanitario-gabriel-blanco-en-medio-de-nueva-ola-represiva/
2) https://www.elnacional.com/venezuela/liberados-los-seis-sindicalistas-condenados-a-16-anos-de-prision/
3) https://versionfinal.com.ve/politica-dinero/sindicalistas-excarcelados-no-han-recibido-libertad-plena-deberan-mantener-regimen-de-presentacion-cada-15-dias/
Fuente:
Boletín Signos de los Tiempos del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco. Edición N° 215 (2 al 8 de febrero de 2024).