Javier Contreras
Colapso del sistema público de salud; hambre y desnutrición; inflación desbordada; crisis institucional; creciente represión por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, llegando a cometer homicidios reiterados; justicia puesta en manos del gobierno nacional para cercenar libertades; y la desenfrenada carrera hacia la conflictividad, expresada en la imposición arbitraria de una ilegítima asamblea nacional constituyente, son los rasgos más evidentes de la cotidianidad nacional.
No es necesario ser un brillante analista para comprender que un proyecto así no es viable, que un proyecto con estas características seguirá causando dolor, frustración y muerte. Nicolás Maduro, el grupo que con él concentra y aspira seguir concentrando el poder, se desgastan tratando de explicar las “bondades” de un proceso electoral viciado que, curiosamente, es una copia del fascismo al que tanto critican y con el que pretenden identificar a quienes los adversan.
Decir que la constituyente, en los términos que la ha convocado el gobierno es fascista, es simplemente recordar los procesos electorales de la Italia regida por Mussolini, cuando a través de la corporativización y sectorización de la sociedad se borró el valor del sujeto y su libertad, privilegiando los intereses de un Estado secuestrado por el gobierno que apuntaba directamente al totalitarismo.
El tiempo sigue corriendo y la tensión aumenta. La violencia irracional sigue estando en el discurso y en el accionar de quien la ejerce violando los mandatos constitucionales: el gobierno y los organismos de seguridad. Lamentablemente también gana espacios en sectores que, por impotencia o falta de inteligencia, quieren ser el espejo conductual de aquellos a quien dicen enfrentar, replicando a escala la peligrosa “lógica del enemigo”.
La presión, la denuncia y la manifestación popular son legítimas y necesarias, por eso han ganado miles de adeptos, por eso son tan repudiadas por quienes quieren perpetuarse en el poder. Su prestancia y pertinencia son directamente proporcionales a la forma no violenta en la que se desarrollen.
Está claro, el gobierno no tiene futuro, lo que no significa que mañana dejarán de gobernar. Nicolás Maduro, declarando en el poliedro de Caracas ante los jóvenes del Gran Polo Patriótico sentenció: “Estamos preparados para defender con las armas lo que no se pueda con los votos”. ¿Nerviosismo, amenaza o premonición?
Recordemos, quien no tiene futuro es el gobierno y su proyecto; el país sí tiene futuro, y estamos obligados a construirlo juntos, con quien piensa distinto, y en paz. La tarea no es fácil, pero es el mejor aporte que podemos hacer a Venezuela.