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“Esta es una revolución”

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Foto Manuel Esquivel /LA PRENSA

Enrieth Martínez, miembro de la Coalición Universitaria presente en el Diálogo Nacional, analiza la “revolución” que busca sacar a Ortega del poder

Fabrice Le Lous

Ella estuvo en la mesa del Diálogo Nacional el único día que llegaron Daniel Ortega y Rosario Murillo, pero antes estuvo en las luchas civiles por el incendio de la Reserva Indio Maíz y por las reformas al Seguro Social. Se llama Enrieth Martínez, cursa quinto año de Sociología, y a pesar de la masacre continua que ya cobró un centenar de vidas en Nicaragua, la joven tiene esperanza.

“Es una convicción más que una certeza”, dice Martínez. “Sí hay esperanza para Nicaragua este año porque siento que nosotros seguimos trabajando por ello”.

Martínez, cofundadora de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia, y miembro de la Coalición Universitaria presente en el Diálogo Nacional, analiza con Revista Domingo las manifestaciones de 2018 que ella llama “revolución” sin titubeos.

¿Cuál fue el inicio de esta llamada “Primavera nicaragüense”, fue el incendio Indio Maíz, las golpizas a los ancianos en León o la brutal represión en Camino de Oriente?

Creo que fue la explosión en las redes sociales. Por ejemplo, yo no estaba en León en ese momento, pero me sentí indignada al ver cómo atacaban a los jóvenes protestantes, cómo atacaban a los ancianos, cómo atacaban a las feministas que fueron las que llevaron la batuta en las protestas del INSS ahí. Fue todo eso. Fue sentir la impotencia. Creo que más que esos eventos como tales que sí fueron sumamente violentos, es la cuestión de sentirte agredido, vulnerable, impotente, y a la vez sentir ese enojo, esa rabia, por un sistema que no es de ahorita. Siempre lo ha venido haciendo. Pero fueron muchas cosas juntas. Y luego darte cuenta de la escalofriante realidad de que a este Gobierno no le importa matarte. Eran jóvenes que estaban protestando y que vos sabías que estábamos haciendo esto por una cuestión de justicia, por una cuestión de que no podes reformar una ley que trastoca a todo el país de una forma unilateral inconsulta. No había nada malo en lo que estábamos haciendo. Pero de repente comienzan a agredirte, a dispararte con balas de goma, después con balas de plomo. Te comienzan a matar. Comienzan a salir las imágenes de chavalos asesinados. Era irreal, casi.

Terminó mayo con una masacre en el Día de las Madres… ¿Esta es una revolución?

Sí.

¿Podemos usar esa palabra, revolución?

No hay que tener miedo a utilizar este tipo de palabras. Han sido capturadas, secuestradas por este Frente Sandinista por 10 años. Creo que estas protestas reclaman por justicia y democracia, pero también reclaman por nuestra historia. Quitársela de las manos y decirles que esta historia no fue del FSLN sino que fue del pueblo nicaragüense que la construyó. Es una revolución en todo el sentido. Es una revolución que intenta ser cívica. Intenta retomar espacios perdidos, intenta recuperar la memoria, intenta recuperar símbolos. Es una revolución.

¿Es comparable esta revolución con la que botó a la dictadura somocista?

Es comparable en el sentido de que buscan un proceso de institucionalidad, de regresar a un estado democrático con instituciones fuertes, de cero caudillismos. Es decir, intenta y retoma muchas de las consignas porque muchas de las demandas y de los sentires están acá. Son demandas no cumplidas.

Foto Manuel Esquivel /LA PRENSA

Si bien la revolución de los setenta buscaba eso que me está diciendo, lo que vino a partir de 1979 no garantizó necesariamente una institucionalidad fuerte, ni una separación de poderes, ni terminó con el caudillismo, porque en los ochenta nace esa figura de Daniel Ortega…

Yo no podría dar una respuesta tan tajante. Yo creo que la revolución sandinista fue hija de su época. No fue una revolución perfecta. Jamás estaría dispuesta a romantizar un proceso histórico y un proceso bélico tan trágico para el país. Tuvo cambios importantes. La idea de lo popular. Cómo se posicionó eso, la demanda de lo popular y lo que pedía el pueblo se logró a través de esa revolución, y eso es algo que ha calado en los nicaragüenses. La idea de lo popular, de que es el pueblo el que debe mandar, es algo sumamente importante que nosotros ahora lo estamos retomando, lo estamos defendiendo muchas personas incluso con la vida.

¿No cree que lo de los ochenta fue una dictadura entonces?

Creo que fue un proceso muy complejo. No estoy dispuesta a encasillarlo solo en el tema de dictadura. Era otro contexto. Era Guerra Fría, era crisis económica, era ataques de Estados Unidos a través del nacimiento de la Contrarrevolución, era un juego geopolítico. No digo que no haya un juego geopolítico ahorita, pero antes era un juego sumamente colapsado. Fue un período con dejes autoritarios, con dejes populares, con una amalgama de cosas… La revolución sandinista fue hija de su historia. Y esto nuestro, que muchas personas han catalogado como una revolución cívica, es hija de su propia historia.

¿Cree que va a seguir siendo una revolución cívica después de un centenar de muertos?

Creo que todo el mundo teme eso: que deje de serlo. Ellos mismos temen eso. El Gobierno teme eso. El día antes, el 29 de mayo, estuvimos dando vueltas en el automóvil y vimos cómo bloques de concreto eran movidos por el perímetro de El Carmen, estaban construyendo barricadas.

Sí. Piedras canteras, barricadas, miguelitos…

Creo que no es solo un temor de la población. Y de mi generación que es hija de una revolución que por razones internas y externas no pudo funcionar. Pero también es un temor de ellos. Es importante reconocer que las personas que estamos acá hemos intentado todo. Incluso hemos tomado el riesgo de este Diálogo Nacional donde es evidente que el Gobierno no tiene una voluntad política de dialogar. Es más que evidente cuando en esta reunión de la comisión mixta de tres y tres, estaban dialogando en la Conferencia Episcopal y al mismo tiempo estaban atacando a los jóvenes en la UNI. Es importante reconocer que la sociedad civil como tal, hasta este momento ha hecho todos los esfuerzos porque esta sea una lucha cívica. Y yo espero que esto… Como te digo, somos hijos de la revolución, nietos incluso. No queremos que esto se vuelva a repetir por los costos humanos que eso representó. Y por las grandes pérdidas. Sin embargo, yo he hablado con jóvenes y sé que muchos de ellos sienten que la revolución pacífica, la revolución de protesta, a veces no satisface las demandas inmediatas. A veces no da respuesta a la matanza que se está dando por parte del Gobierno.

Los hombres más ricos de Nicaragua piden elecciones anticipadas, la Alianza Cívica presente en el Diálogo también pide esta salida democrática, la CIDH dejó clarísimo que sufrimos asesinatos extrajudiciales comandados por el Estado… ¿Por qué Daniel Ortega no se va si tiene todo en su contra?

Creo que ellos sienten que tienen un aparato que los respalda. En 10 años ellos se han encargado de dinamitar el aparato de Gobierno, el aparato de Estado, de tal forma en que lo que está ahorita en el poder no es un presidente electo, sino que es un partido con una cabecilla que es Daniel Ortega, Rosario Murillo y su familia. Es decir, él, en estos 10 años, ha destruido los aparatos institucionales y ha impuesto en su lugar todo un sistema que lo respalda a él como persona y no como una figura de liderazgo como un puesto, como un rol, sino a él específicamente como persona, como miembro de una familia. Esta figura que es Daniel Ortega, Rosario Murillo y su familia, probablemente tienen esa seguridad de que a pesar de la matanza tienen un aparato que ellos sienten que los respalda.

¿Pero quién conforma este aparato, sus funcionarios cercanos que van al Diálogo, la Policía, las turbas, la cuadra y media de gente que logran convocar en sus actos? ¿Están dispuestos a gobernar a unos cuantos?

Creo que solo podría especular en este punto. Es difícil entender por qué estas personas prefieren tantas matanzas, pero no podemos verlo todo en blanco y negro. Si ha hecho algo este proceso es darnos cuenta de lo fragmentados que estábamos y darnos la oportunidad de consolidarnos. Ellos han sido muy buenos en todo este tiempo manejando crisis. Por eso han durado tanto. Pero también siento que esto va a ser insostenible. El discurso polarizado que ellos utilizaban para la gran convocatoria se está diluyendo. Ellos mismos están haciendo que sus bases se vuelquen en contra de ellos por el hecho de que usan a sus hijos como carne de cañón para ir a matar a otros jóvenes. Las mismas personas de barrio son las primeras afectadas, porque los barrios son las zonas más vulnerables y son los barrios a quienes ellos siempre apuntaban pensando que ahí con sus programas míseros de ayudas sociales y asistencialismo creían estar comprando la lealtad de las personas. Siento que en la medida que podamos romper con ese discurso polarizado… Quién es el pueblo y quién no es el pueblo, quién está con el Gobierno y quién no está con el Gobierno, en esa medida todo su sistema de manipulación, su sistema de ejercer el control, va a ir mermándose. Y en la medida que ese sistema de poder, control y manipulación se merme, esto puedo tener una oportunidad. La razón por la que ha durado tanto esto no es por una capacidad de convocatoria, es justamente la cuestión de que hay un control, una manipulación de la Policía Nacional, del sistema electoral, del sistema judicial. Todo un aparato que siendo independiente te garantizaría que él pudiera salir de forma inmediata, son los que hacen, por su dependencia al Ejecutivo, que él permanezca.

Foto Manuel Esquivel /LA PRENSA

¿Cómo interpreta la masacre en el Día de las Madres? ¿Qué buscaba Ortega con eso?

Instaurar el terror por completo. Lo miramos desde las primeras protestas, desde el 19. Policía disparando escopetas contra chavalos. Es un proceso de ir instaurando la imagen de terror. Es a través del terror que vos lográs otro tipo de control sobre estas personas que no podés manipular. Transgredir todo lo que se quiere construir como una estatua de moral, cualquier símbolo que represente esperanza.

¿Cree que la gente tendrá miedo de salir de forma tan masiva nuevamente?

No. ¿Vos tendrías miedo de salir a manifestaciones así de masivas?

Algunas personas se quejan de que las grandes marchas suelen repetir los mismos espacios: la rotonda Jean Paul Genie, Metrocentro, la UCA. ¿Qué le diría a la gente que quizás desconfía de ir siempre al mismo lugar?

Que tienen el derecho de desconfiar. Este proceso es algo que se va construyendo en el camino. Esos espacios también son simbólicos por las cruces, por lo que se han puesto. Pero les diría que no tengamos miedo de hacer nuestras propias convocatorias. Ahorita es tan fácil hacerlo que te organizás con unas personas, ponés un anuncio y listo. Yo apuesto por eso. Porque las personas tengan la iniciativa de tomar nuevos espacios y no quedarnos siempre en los mismos.

En redes sociales la entrevista que Lesther Alemán dio al New York Times ha generado el debate de si en él estaría reviviendo ese caudillismo que a veces parece estar tatuado en la historia de Nicaragua.

Es bastante ingenuo pensar que viviendo en un país con una cultura política tan vertical, tan machista, tan racista, estas cosas no merman. Somos personas que hemos sido socializadas en estos sistemas y a través de estos procesos. Yo vi una publicación diciendo que este era un joven de 20 años que estaba aprendiendo. Y es verdad. Todos estamos aprendiendo. Creo que lo más importante de esa entrevista es darnos cuenta de que los que estamos aquí presentes somos jóvenes, cometemos errores, tenemos muchas esperanzas, tenemos muchos sueños. Creo que eso es algo que se refleja en Lesther en esa entrevista, la cuestión de sentirse un joven empoderado, de sentirse un joven que puede contra el mundo. Y eso está bien. Y a veces no está tan bien por una cuestión de vulnerabilidad, por estar frente a un Gobierno que está dispuesto a asesinarte. Creo que nos haríamos un favor si nos damos cuenta que aquí nadie tiene las respuestas fijas. Aquí nadie es una figura construida para este momento histórico. Este es un proceso de construcción y reconstrucción de nosotros mismos, de lo que queremos, de lo que pensamos. Y eso se va a reflejar en cada triunfo, pero también en cada desliz que cometemos.

Se ha hablado también que son sobre todo los hombres los que aparecen en público representando a los universitarios. Es inolvidable la imagen de Madelaine Caracas lanzándole los nombres de asesinados a Ortega en la cara, pero al menos en lo visible es el único momento que se recuerda de una mujer. ¿La mujer no tiene el protagonismo que merece en esta lucha?

No puedo hablar por los otros, porque cada quien llevó su proceso interno para elegir a sus voceros. En el caso de la Coordinadora Universitaria nosotros llevamos un proceso interno que fue democrático, y nuestro vocero es Francisco. En primer lugar se sabe como vocero y no como representante. Sabe que su función en el diálogo es verbalizar las demandas que previamente han sido consensuadas al interior de la Coordinadora. Y eso está bien. Tratamos de evitar la verticalidad lo más posible. Pero es importante reconocer que todos ahorita estamos cruzados por las líneas machistas, sexistas, racistas. Eso es evidente. Creo que es importante tratar de no ver las cosas en blanco y negro. Ni saltar y exclamar: “¡Oh, por Dios, hay machismo!” Es decir, obviamente hay machismo en todas partes. Este Estado, este Gobierno se ha construido a partir de eso. Nuestra sociedad funciona porque es machista, porque es racista y porque es capitalista. Y clasista también. Expresiones de micromachismos, expresiones de machismo las vas a ver siempre. Lo importante es siempre estar dispuestos a reconstruirse en este proceso. Hay muchachas que no están dando la cara en ese diálogo, pero están en sus núcleos de trabajo dando aportes sustanciales para la toma de decisiones que no son decisiones de Víctor Cuadras, que no son decisiones de Francisco Martínez; son decisiones de una colectividad.

Plano personal

Enrieth Martínez Palacios, 24 años, es originaria de León. Estudia Sociología en la Universidad Centroamericana y ganó una beca de trabajo de investigación en su universidad a la que dedica todos los días.

Se unió a las protestas estudiantiles desde el incendio de Indio Maíz y las reformas al Seguro Social. “Con las protestas de abril, más que estar en las protestas me metí en una red de apoyo que era cómo mover víveres. Estuve en la iglesia Santa Marta, estuve en Catedral, entregando víveres en Upoli”, relata.

Una película que le encanta es “Moonrise Kingdom” (Wes Anderson, 2012).

Su libro favorito es “Nunca olvides que te quiero” (2008), de la autora francesa Delphine Bertholon.

Personas afines al Gobierno elaboraron un video con fotografía de Enrieth Martínez y un audio donde supuestamente ella denuncia que los universitarios de la Coalición que están en el Diálogo Nacional tienen un pacto con el partido MRS para permitir la unión civil entre personas del mismo sexo.

“Me da mucha risa. No soy yo, obviamente. Tampoco estoy financiada por la CIA ni el MRS”, afirma Martínez. “Es una campaña para desprestigiar cualquier tipo de símbolos que representen una alternativa de organización y una alternativa a este Gobierno”.

Una canción que escucha en estos momentos por la realidad que vive Nicaragua es “La maza”, de Silvio Rodríguez.

Fuente: https://www.laprensa.com.ni/2018/06/03/suplemento/la-prensa-domingo/2428873-enrieth-martinez-de-la-coalicion-universitaria-esta-es-una-revolucion/amp?__twitter_impression=true

 

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