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En los Bienaventurados del Señor se gesta una nueva Venezuela

bandera-venezuela

Por Israel David Velásquez

¿Dónde está Dios?, ¿Nos ha abandonado el Señor?, ¿Dios se olvidó de este pueblo? Son interrogantes que se hacen los venezolanos al buscar consuelo, e inclusive, explicación y solución a la crisis económica, política y social. A veces, se pretende recuperar el país partiendo de ideas fantásticas y espectaculares asociadas con Dios. Sin embargo, no existe una actitud de apertura y disponibilidad para cargar sobre nuestras espaldas el peso de la reconstrucción del país.

En la Biblia, en el libro de Jeremías, Dios exhorta a recorrer las calles de Jerusalén, mirar y comprobar, buscar en las plazas a ver si hay alguien que respete el derecho y practique la sinceridad con el compromiso de que logrará su perdón (Jr. 5, 1). En las calles de Venezuela, tristemente, se ve mucha maldad, apatía, egoísmo y vileza. Pero, también, se observa gente muy buena que agradece, sueña, lucha, dona su vida al servicio y al acompañamiento de aquellos que más sufren, convirtiéndose en bienaventurados y garantizando que Dios nos mire con misericordia a pesar de estar tan lejos de su Reino. El esfuerzo de muchos mantiene la esperanza de otros en que Dios no abandona a su pueblo.

Jesús, al ver a la multitud de gente buena que aún quedan en el país, al igual que lo hizo con sus discípulos en el sermón del Monte (Mt. 5, 1-12), nos diría a los venezolanos hoy:

Bienaventurados los olvidados que más sufren la crisis económica, política y social, porque serán los invitados principales al Reino de Dios, que es un reino de justicia.

Bienaventurados los que dan gracias a Dios por el pan de cada día, porque serán saciados en el banquete celestial.

Bienaventurados los que, en una sociedad personalista, son capaces de decir “mi cansancio que a otros descansen”, porque son el reflejo de un Dios amoroso y misericordioso que dona su vida por los demás.

Bienaventurados los que, en medio del duelo social y la desesperanza, esperan en el Señor confiados que sus acciones serán respaldadas por la bondad y misericordia de Dios, porque en sus corazones se vislumbra la Venezuela Posible.

Bienaventurados los que han perdido su vida soñando con un mejor país, porque ya se encuentran gozando de la compañía del Padre.

Bienaventurados los que son perseguidos y encarcelados a causa de luchar por la reconstrucción de Venezuela, porque sus esfuerzos serán la llave para abrir las cadenas de todo un pueblo.

Ciertas son las palabras de Benjamín González Buelta s.j. en su escrito “El ahora nuevo”: todos se lanzan a las calles con bailes y banderas cuando la libertad estalla… todos sueñan con el Reino, lo prometen, lo pintan, pero pocos lo alimentan en el germen diminuto de intuiciones e insomnios, pocos quieren enterrarse como grano de trigo donde se forma el futuro.

Es aquí donde se encuentra uno de los principales obstáculos que coloca la humanidad a la acción de Dios, los hombres creen que de ellos poco depende el destino y que, por lo tanto, son otros los que deben encargarse de solucionar los problemas. Tampoco se trata de que la humanidad se sienta una simple mano de obra en la sociedad, por el contrario, hay que ser signo de esperanza y encuentro para todos en nuestra cotidianidad, un paradigma de búsqueda de una Venezuela posible y de una ciudadanía cada vez más fraterna y menos fragmentada, siendo impulsores de una conciencia donde prevalezca la justicia social y la solidaridad.

Hoy el país, al igual que el joven rico (Lc. 18, 18-30), con frustración, le pregunta a Dios: ¿Qué nos falta?, ¿qué debemos hacer?, si ya hemos intentado todo y no hemos podido solucionar la crisis política, económica y social que vive Venezuela. La respuesta de Jesús sigue siendo la misma: es la hora de dar esa “cosa que falta”, es el momento de brindarle al país ese “algo más” que cada uno debe descubrir en su corazón o consciencia y ponerlo a disposición de los que más sufren, así como lo hacen los Bienaventurados de nuestro país que son signo de esperanza y seguimiento a Jesús y que suelen trabajar desde el anonimato. Únicamente cuando se deje de pensar en el ¿qué pasará?, y la sociedad se concentre en el ¿Qué podemos hacer?, la situación empezará a cambiar y podremos ver más claramente la acción de Dios que seguirá haciendo su parte, como lo ha venido haciendo en todos estos años difíciles para el país

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