Antonio Pérez Esclarín
Como militante de la Educación Popular, llevo más de 46 años trabajando con pasión junto a los pobres y excluidos para dotarlos de un pensamiento crítico alternativo, que les confiera el poder para transformar sus propias vidas y contribuir, como sujetos autónomos y éticos, a transformar el país y el mundo. La miseria y la exclusión están ligadas, en definitiva, a la falta de voz y de poder de los grupos populares. Un pueblo ignorante, ideologizado o superficialmente educado, convertido en cliente y no en ciudadano, será siempre víctima de liderazgos enfermizos, y vivirá a la espera de mesianismos salvadores y bajo la amenaza de fanatismos que proliferarán en mil formas de intolerancia. Por ello, si siempre trabajé por superar las democracias meramente electoreras, que vivieron de espaldas a las mayorías populares y olvidaron la búsqueda de la equidad y la inclusión; me opongo con mucho más vigor al actual autoritarismo dictatorial del grupito de iluminados que, por creerse poseedores de la razón y la verdad, tratan de imponer por la fuerza su proyecto.
De ahí la falacia que considera sólo pueblo verdadero al que aplaude y sigue las ocurrencias del jefe. Todos los que se atreven a criticarlas, sin importar que hayan entregado su vida a combatir todo tipo de exclusión y pueden exhibir una conducta ética intachable, dejan de ser pueblo y entran automáticamente en la categoría de traidores, agentes del imperio, o en el mejor de los casos, masa manipulada y engañada, incapaz de pensar por si misma y que ha sido envenenada por los golpistas y terroristas y por los que quieren mantener a los pobres en la miseria.
¿Qué democracia es esta que ha impedido groseramente las elecciones contempladas en la constitución y utiliza todo el poder y recursos del Estado y recurre a la represión y el uso cada vez más brutal de la fuerza para imponer una constituyente anticonstitucional, inoportuna y rechazada por la mayoría del pueblo, que si lograran imponer, acabaría definitivamente con la democracia y nos acercaría a dictaduras al estilo de los soviets, la China de Mao, la Cuba de los Castro o, peor aún, con Corea del Norte?
La democracia implica separación de poderes, elecciones justas, en igualdad de condiciones, y respeto total a los resultados. Pero la democracia va mucho más allá pues es una forma de organización y de vida fundamentada en el respeto, la honestidad, la libertad y la igualdad. La genuina democracia debe garantizar los derechos fundamentales de todos en seguridad, educación, vivienda, salud, alimentación y capacidad de pensar por sí mismo sin miedo. Es triste ver cómo se utiliza la mentira, las amenazas y la miseria del pueblo para mantenerse en el poder. El pueblo y sus necesidades no importan realmente: importa el poder. Pero el poder, sobre todo el poder absoluto, produce esclerosis y miopía: Lo que debería ser medio, se convierte en fin: mantenerse en el poder como sea.
Por ello, el próximo domingo, yo como ciudadano libre y responsable, me acercaré a un punto soberano a respaldar la Consulta Popular que contempla el artículo 70 de la Constitución y manifestaré mi firme voluntad contra la constituyente que, sin consultarme, tratan de imponerme.