Este documental es imprescindible para sentarse un rato con el papa y conocerle a fondo. No pretende ser una hagiografía sino una invitación al compromiso
Peio Sánchez
“Francisco, un hombre de palabra” no nació para ser una película en defensa del papa. El proyecto se gestó hace tres años, justo después de la salida de la encíclica Laudato Si. Eran tiempos más pacíficos donde el acoso e intento de derribo del papa no había llegado a los extremos actuales. Para el cristianismo tradicional -que no acepta en Concilio Vaticano II- y para algunas fuerzas económicas y políticas- que ven comprometidos sus intereses- el papa y la iglesia que representa son claramente enemigos a batir.
La película se filmó para dar a conocer al papa Francisco, pero sobre todo para hacer llegar su mensaje a un público lo más incluyente posible. Pero hoy este documental es un alegato a favor del papa, o lo que es en el fondo una defensa de la iglesia del Evangelio.
Wim Wenders es cristiano y en su fe se siente una especial sintonía con el papa. No se trata de un advenedizo sus películas de ficción como “París, Texas” o “El cielo sobre Berlín” ya forman parte de la historia del cine. Pero últimamente prefiere el documental probablemente porque la realidad es más urgente que la ficción y porque las personas son más significativas que los personajes. Al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, a la coreógrafa de danza contemporánea Pina Bausch y a los “Invisibles” de la tierra ahora se une Jorge Bergoglio, que se puso por nombre Francisco.
La mirada por la cual opta Wenders, como ya ha hecho en otras de sus obras, es desde la persona ofrecer al público su mensaje como una provocación. Coloca a Bergoglio en paralelo a Francisco de Asís, y esto en fidelidad a las propias opciones del protagonista. La reconstrucción en formato de cine antiguo, imitando sin reparos a “Francisco, juglar de Dios” (1950) de Roberto Rossellini, tiene como fin establecer un paralelismo con el final del feudalismo, en un cambio de paradigma.
Y a su vez con una iglesia por “reconstruir” en medio de una gran crisis de credibilidad por los abusos y en conflicto frontal con el mundo islámico en las Cruzadas. Millones de pobres, una guerra desoladora, una iglesia alejada del Evangelio y el pequeño Francisco con las únicas armas de la pobreza, una fraternidad creciente y el “fray ejemplo”, la coherencia de la vida.
Esta autenticidad es con la que se nos presenta al papa Francisco. Mirando al espectador a los ojos, con un rostro envejecido lleno de vitalidad, con la sabiduría de los ancianos y la lucidez de los jóvenes. Con los pies descalzos y el Evangelio en la mano. Así aparece la ternura, los abrazos, las manos que tocan, siempre el tacto piel a piel de las heridas sean de niños enfermos, de madres desoladas, de presos curtidos emocionados, de filipinos resistentes en medio del huracán o secando las lágrimas de los inmigrantes en Lampedusa. Es la iglesia que toca la carne de Cristo.
Los silencios orantes son la banda sonora del documental: mirando al Mare Mortum, en una celda de Auschwitz, en la zona cero de New York, ante las muchedumbres de Manila. Cuando el papa se conmociona, hace silencio en una oración que es ecuménica y universal acompañado de judíos, musulmanes, congresistas de EEUU, miembros de la curia romana, pobres de las calles de Roma o habitantes de las favelas de Brasil.
El papa no solo es un hombre de palabra dada, sino también escuchada. Le gusta escuchar en el confesionario, en las audiencias sea a los niños que le hacen preguntas, a los trabajadores de Techo, Tierra y Trabajo, a los que le hablan al oído o le escriben cartas doloridas.
Las palabras de Francisco son la causa del Evangelio de Jesús. Hecha denuncia del comercio de armas ante el Congreso más poderoso del mundo, la trata de personas ante la ONU o las enfermedades de una curia demasiado ambiciosa. Pero también es la palabra cercana para la familia, las bromas con los niños o la sonrisa regalada a la cámara que presiente al espectador. El lenguaje del papa convence porque transparenta la autenticidad de “fray ejemplo”que lo mismo recomienda la austeridad pobre, la cercanía al sufrimiento, el examen ante la muerte o la dulzura en el hogar.
Wenders ha filmado la veracidad de un ser humano sencillo que representa a una iglesia pobre y de los pobres.
Que se hayan leído los textos de Francisco puede ayudar a comprender su análisis de la realidad y su fe, que veamos imágenes documentales en audiencias, visitas o encuentros permite reconocer sus gestos. Pero este documental es imprescindible para sentarse un rato con el papa y conocerle a fondo. No pretende ser una hagiografía sino una invitación al compromiso: “responsables somos todos”,subrayará.
Universal es una de las grandes productoras y distribuidoras audiovisuales, últimamente tiene títulos como “Campeones”, “Mamma mía, una y otra vez” o “Cincuenta sombras liberadas”, pero curiosamente ha realizado una promoción desastrosa de este documental de indudable prestigio y valor. Lo cierto que nadie sabe que está en pantalla. Un motivo más para animaros a verla. Hoy defender al papa es sintonizar con el Evangelio.