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El “juego de la gallina” en Venezuela y la posible salida negociada de Maduro

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Pedro García Otero

Venezuela está jugando hoy un juego muy peligroso: es el juego de la gallina. Nicolás Maduro y la oposición venezolana (especialmente luego de la apoteósica demostración del domingo 16 de julio) van, inexorablemente, a un choque de trenes, a menos que alguien desvíe el volante primero. Quien lo haga pierde, aunque probablemente salve el país. En el juego, además, está involucrada nada menos que la salida de Maduro.

Por un lado, el del chavismo, está el, por ahora, control de las instituciones, especialmente de las armadas, y muy particularmente el de los “colectivos”. Es decir, controla la violencia, la institucional y la irregular. Y controla (o parece controlar) el chavismo a lo interno, aunque como veremos más adelante, sobre esto hay versiones.

Por el otro lado está la oposición: con 80 % del respaldo de los venezolanos (aunque en esto también hay matices), pero desarmada; con la comunidad internacional y (lo más importante) con la razón de su parte.

Cuando se habla de estos matices, es muy importante el que se evaluó ayer, cuando la oposición dio un plazo, porque no se puede interpretar de otra manera, de tres días al gobierno, y le dio la oportunidad de “negociar si retira la propuesta de la Asamblea Constituyente”.

Esto no fue entendido ni siquiera a lo interno de la oposición. De hecho, Henrique Capriles calificó el anuncio de “insuficiente”, aunque señaló que “lo acata”. ¿Qué pasó ayer? ¿Qué cosas se mueven que no sabemos, pero podemos intuir? De eso se trata este artículo, y vamos a comenzar desde ese principio: desde el anuncio de la Mesa de la Unidad, la respuesta de Maduro y la reacción de la comunidad internacional. Finalmente, veremos si Maduro pretende ceder, si está blufeando, o si pretende seguir hasta el final, con una mano tan mala como la que tiene, y perder hasta la camisa. Es más, si tan siquiera negocia por sí mismo.

1) El anuncio de la Mesa de la Unidad y la reacción internacional

Luego del domingo, la MUD consideró que el jueves era la fecha más cercana para hacer su primera protesta seria de calle (un “paro activo nacional”). Más allá de que, como indicó hoy en la radio la diputada Delsa Solórzano, hay toda una serie de actividades importantes en estos tres días (una sesión parlamentaria hoy, el cierre de la jornada electoral del domingo ayer, la preparación para el paro del jueves y para la designación del nuevo Tribunal Supremo de Justicia el viernes), está claro, sobre todo luego de la declaración de Freddy Guevara sobre la eventualidad de un diálogo si Maduro retira la propuesta constituyente –y mucho más luego de la avalancha de declaraciones internacionales de ayer– que la oposición, y la comunidad internacional, están dando un plazo a Maduro para que reflexione y evite la confrontación.

En estrategia, hay una máxima que va de Sun Tzu a la sabiduría de las madres: Sun Tzu decía que jamás debe negársele a un enemigo la posibilidad de escapar (mi madre decía, “a enemigo que huye, puente de plata”, que es lo mismo). Maduro cometió el error de obturar la salida pacífica a todo un país que reclamaba cambio: hoy es un exiliado interno, confinado a Miraflores y al Fuerte Tiuna, en una nación que se hace pedazos y donde, por ejemplo, el presidente del Tribunal Supremo de Justica no puede ni ir a dar un pésame al cementerio sin tener que salir corriendo.

¿Tiene sentido dar una pausa para ver si Maduro reflexiona y retira la Constituyente? Sin ninguna duda, si eso logra acelerar la transición pacífica y democrática que los venezolanos apoyaron este domingo. Ante eso no hay exaltación que valga; tampoco hay que acelerar lo que vendrá la semana que viene (y la otra, y la siguiente) si no lo hace, que va a ser muy duro.

2) Qué tiene Maduro para negociar

¿Puede negociar Nicolás Maduro? La pregunta es seria, no retórica. En principio, tiene el activo más valioso del chavismo: la presidencia del país. Esa es una considerable carta de negociación que viene con la Fuerza Armada Nacional y el control de las instituciones. Pero, como me decía un asesor de uno de los expresidentes que fueron mediadores del mandatario venezolano el año pasado, “el problema es que tú, para negociar con el Gobierno, tienes que negociar con cinco gobiernos”.

Es decir, Maduro responde a diversos grupos de presión, con un inconveniente adicional, que se refleja muy bien en las dudas del público opositor en las redes sociales: ¿Es un interlocutor confiable? Sin duda, no. Ha demostrado ser un hombre sin palabra, por más que en todos sus discursos, cuando invita al diálogo, afirme serlo.

El Gobierno de Maduro está extremadamente débil. El presidente apostó a que en “el juego de la gallina”, que tan bien ha jugado el chavismo durante 18 años, él iba manejando un camión blindado, y la oposición, una bicicleta. Pero resulta que no. Que luego de lo del domingo, el que va manejando la bicicleta es él. Eso sí, como me hace notar un respetado politólogo venezolano, Maduro va en bicicleta, pero forrado de dinamita.

Es posible que Maduro, en sus declaraciones públicas de ayer (mandando, palabras más, palabras menos, al demonio a la Unión Europea y a Estados Unidos, y jugando la carta del antiimperialismo, que tan buen rédito da siempre a los gorilones de izquierda) esté siendo sincero. Es posible que no se percate del peligro que se cierne sobre él y sobre el país. Pero también es posible que esté blufeando mientras negocia bajo cuerda.

Una negociación que, además, tiene que ser oculta para quienes no tienen nada que negociar, es decir, principalmente, Cabello y El Aissami, miembros de esos otros “gobiernos” de los que me hablaba la asesora.

Maduro, especialmente luego del domingo, tiene unas cartas francamente malas, y enfrente tiene a la oposición tiene un póquer de ases. Puede patear la mesa, pero las deudas se las van a cobrar igualito. Puede tratar de blufear, pero las cartas están marcadas: todos sabemos qué tiene.

Supongamos, entonces, que toma la opción racional: retira la Constituyente. ¿Qué puede negociar luego de hacerlo? En mi opinión, solo su salida del poder. Por varias razones: queda sin poder recurrir a su penúltima arma de negociación (la propia Constituyente) y mucho menos a la última (la violencia).

Queda deslegitimado de su propio partido. Queda, incluso, en riesgo físico: ¿Cómo le van a cobrar los radicales que se haya retirado?; y más allá, ¿puede Maduro aspirar a retornar al statu quo previo a las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia y gobernar un año y medio sin que el país se le vaya de las manos? Esto no lo puede creer ni el más ingenuo.

Puede buscar una solución intermedia, de compromiso: retira la Constituyente, pero camuflada. Es decir, alega un problema técnico, un inconveniente de último minuto, y cede sin ceder. En las mentes más brillantes de Venezuela debería estar, en este momento, evaluar cómo ofrecerle una salida de este tipo al mandatario y evitar el choque de trenes.

3) El entorno internacional

Sería mucho más ingenuo aún pensar que la actuación de la comunidad internacional, que emitió 18 pronunciamientos entre el domingo y el lunes, entre ellos algunos tan importantes como los de la Unión Europea, Estados Unidos, México, Brasil o Colombia (especialmente significativo es el del presidente Juan Manuel Santos, minutos después de finalizar una reunión con el dictador cubano Raúl Castro), es descoordinada, inconexa o no configura el consenso internacional más grande que recuerda este periodista desde que se acercó al régimen del apartheid en Suráfrica, a comienzos de los noventa.

Maduro no es un tipo de grandes luces. No lo ayuda siquiera el haber sido canciller durante seis años. Ahora, cuando un gobierno como el de Estados Unidos habla de “acciones rápidas y contundentes”, uno tiene que parar la oreja. Cuando la Unión Europea contempla sanciones contra ti, y reconoce a tus adversarios, obviamente te estás echando en contra a los dos poderes mundiales más importantes (si obviamos a China, que en esto se está comportando como un mirón en la partida, esperando, eso sí, cobrar lo que Venezuela le debe).

El mandatario puede pensar que la comunidad internacional es, como decía Mao, un “tigre de papel”, que no actuará. Y podría hasta tener razón, aunque incluso a nivel latinoamericano, la OEA empieza a estorbar y los países grandes comienzan a actuar al margen de ella; pero tampoco dirige un país boyante, lleno de reservas y de actividad. Dirige una nación que está a un par de escalones de una hambruna. Donde, además (pareciera) los militares, más allá de las cúpulas dirigentes, no están dispuestos a inmolarse.

Un país a menos de dos meses de un default financiero, que todos los analistas prevén para septiembre, y que no tiene ningún viso de solución mientras quienes están en el poder se mantengan allí. ¿Es posible que en ese escenario Maduro mantenga el poder, o podría venir una prolongada inestabilidad? ¿No está en el mejor interés de los tradicionales aliados del chavismo, China y Rusia, e incluso Cuba, negociar con alguien más confiable?

Esto podría explicar el mutismo de ambos países, que también juegan…

4) Tres conclusiones en forma de preguntas

¿Es Maduro capaz de lanzar al país por un despeñadero?

Honestamente, quien esto escribe cree que no, aunque está tentado a intentarlo, y suele compararse con Saddam Hussein y con Bashar al-Assad; pero es mucho más factible que negocie o huya.

¿Es posible que la comunidad internacional se quede tranquila mientras lo hace, con la consecuencia de una crisis humanitaria regional?

No pareciera. De hecho, la misma asesora del expresidente de la que hablaba más arriba me dijo que no hay coordinación internacional, solo que decenas de gobiernos no pueden mirar indiferentes la carnicería que comienza a ocurrir en Venezuela y se puede agravar.

¿Puede el 75 % o más de los venezolanos que están en contra del gobierno frenar su enloquecida carrera hacia el abismo?

El domingo dieron un paso decisivo. Faltan algunos pasos más, tan importantes como el anterior, y requieren, sobre todo, cabeza fría, organización y disciplina. En esto, las redes sociales no ayudan.

Estas son las preguntas que en esta semana viven una tregua, pero que la que viene tendrán una respuesta dramática.

El país está en el momento del desenlace. Que termine como una telenovela, o como un western, depende de quienes en este momento tienen la responsabilidad de negociar.

Es hora, pues, de la política. No de la exaltación de las redes sociales.

Fuente:

https://es.panampost.com/pedro-garcia/2017/07/18/salida-negociada-de-maduro/amp/

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