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El espacio y la fuerza

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Por Simón García

El espacio político es el conjunto de lugares en los que se desenvuelven las dinámicas de conflicto y adaptación entre sectores sociales, instituciones, organizaciones y personas que pugnan por ejercer poder en una sociedad.

La política transicional de la oposición debería formularse más preguntas con miras a construir capacidades en aquel espacio ventajoso donde le toca actuar para producir cambios. Preguntas, dictadas por el sentido común,: 1) ¿Cuáles son los lugares claves de sostén del régimen?, 2) ¿Dónde están los eslabones más débiles o más propensos a separarse de la cadena de dominación? 3) ¿Con qué discurso y tipo de iniciativas puede llevarse un diálogo a lugares precisos del territorio dominante para atraer a fracciones de él a posiciones de cambio, neutralizar o establecer coincidencias mutuamente convenientes? Hay muchas otras en el salón de espera.

La principal dificultad, aumentada por toda prédica que fortifique el muro de la incomunicación, es la excesiva polarización entre actores que sienten que han entrado en la fase terminal del conflicto y creen que pueden resolverlo con la victoria de una sola parte. Esta pretensión no es compartida por más de la mitad de la población que no termina de confiar en una oposición fragmentada y que proyecta un bajo perfil alternativo.

La polarización es impura. Se encarna muy agresiva y excluyentemente en los núcleos duros del gobierno y de la oposición y tiende a disolverse a medida que se desciende en la escala de ingresos. Es seguro que en los sectores “D” y “E”, integrados por población condenada a ganar cada día su propia batalla por la sobrevivencia, es un desperdicio dejarse arrastrar a una dinámica de desaparecer comunicacional y políticamente al vecino o amigo que piensa distinto. Aunque el régimen intenta imponer ese esquema porque es uno de sus recursos de control.

Más allá de la confrontación entre gobierno y oposición, existe una obstrucción catastrófica. Maduro es el tapón que impide el avance de todos los sectores sociales, bloquea la solución electoral y extiende, profundiza y agrava la destrucción de la economía, la democracia y la vida de cada vez más gente. Esta obstrucción ha generado una necesidad de cambio sentida por casi toda la población, incluida una mayoría de quienes se identifican con el chavismo. Esta es una fuerza indetenible si se une en una política compartida por proyectos con motivaciones diferentes.

Todo el país quiere elecciones presidenciales con voto libre y condiciones confiables. Se opone férreamente, ante una crisis de legitimidad de Maduro y la prolongación de un poder dual, una pequeña maraña de poder que ambiciona mantener sus privilegios a cualquier precio. En esa maraña hay reservas potencialmente democráticas y madejas que pueden inclinarse por asegurar la actuación futura del proyecto chavista si encuentran una solución pacífica de transferencia del Ejecutivo, conservando gobernaciones, alcaldías e instituciones del Estado que sólo podrían ser modificadas según normas constitucionales.

Desde el lado de la oposición la tarea consiste en aumentar los espacios y lugares de resistencia, creciendo del rechazo de la sociedad al régimen y concentrándose en revigorizar tres vínculos desgastados por la acción autoritaria del Estado y la falta de logros netos: el restablecimiento de la política como opción ética; la atención prioritaria a la crisis social como justificación y base de la lucha por el poder y la presentación de una imagen de sociedad a la altura de necesidades de bienestar humano y pertinencia civilizatoria.

En el comienzo de toda fuerza siempre hay una idea. Sin inteligencia estratégica y pensamiento alternativo la política transicional no seducirá al país, no adquirirá suficiente eficacia y el pensamiento de cambio continuará en rezago respecto a la estrategia de control aplicada con éxito por la coalición dominante.

Es hora para el presidente (E) Guaidó y los partidos que lo apoyan de innovar la ruta, descartar definitivamente la espada y ofrecer un amplio entendimiento nacional para reconstruir a Venezuela. Importa lograr un objetivo no atrincherarse en una posición que nos estanca.

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