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El dilema: lo económico y lo político

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Piero Trepiccione

El verdadero sentido de la política está intrínsecamente vinculado o asociado al “bien común”. Desde la política se construye el orden societal necesario para establecer los parámetros de funcionamiento de una población en un territorio determinado y en relación a otros Estados. La política para procurar ese “bien común” ha de promover los consensos necesarios y la legitimidad dada por la “voluntad general” de la que hablaba Juan Jacobo Rousseau en su célebre y poco aplicado “contrato social”. En este sentido tendríamos una respuesta contundente a la pregunta formulada en nuestro título: ¡No! No se puede abordar ni esta ni cualquier crisis económica de diferentes signos y características si no creamos y promovemos los consensos necesarios que le den máxima fortaleza institucional  a las decisiones de alta política que se requieran para enfocar las soluciones planteadas. Por tanto, sin cortapisas, debemos decir que las posiciones ideológicas cerradas o poco flexibles en nada contribuyen a la construcción de políticas concertadas que atiendan la calamidad económica. Con la creación de un Consejo Nacional de Economía Productiva en donde han sido convocados actores de diferentes sectores tanto institucionales como económicos, sin duda, es un paso en la dirección correcta para comenzar a organizar los aportes que desde distintas visiones, se pueden hacer para producir con la inmediatez requerida, políticas públicas que incentiven la producción nacional, pero por sobre todas las cosas, restablezcan la confianza en las instituciones venezolanas para que la inversión privada nacional e internacional pueda aumentar sostenidamente.

Sin embargo, centrar el diagnóstico  de la situación actual en la llamada “guerra económica” y concentrar la explicación como elemento central del fenómeno en la bajada abrupta de los precios del petróleo es una ligereza y un empeño ideológico que más que abrir el compás de la política para el abordaje de la economía, lo cierra. No es tan simple despachar  con una explicación ideológica a lo que hemos vivido en Venezuela en los últimos años. Para que la política se imponga en el abordaje de la economía y cualquier plan que resulte de una concertación tenga éxitos no tan tímidos, es necesario potenciar la autocrítica y las responsabilidades a que haya lugar. Seguir buscando exclusivamente culpables en países, actores o fenómenos externos y al propio tiempo, usando la llamada ley goebbeliana de la “transmutación” de las culpabilidades en otros no ayuda para nada a construir las soluciones requeridas.

Es necesario por ejemplo, que se convoque a Fedecamaras y a Consecomercio, entre otros actores de orden económico a la discusión de cualquier plan para atender la crisis. No es posible que la representación institucional del empresariado nacional quede por fuera en este diálogo. Es insólito que por posiciones ideológicas antagónicas no hagas copartícipe en el ejercicio de la política a actores que se desenvuelven en el tema económico. No hay alta política en este tipo de actuaciones; por lo contrario, solo hay sectarismo y visiones limitadas. Con ello, naturalmente, es imposible abordar con éxito una coyuntura de semejantes desequilibrios que está perjudicando enormemente a los sectores de menores recursos y que son más vulnerables a los vaivenes de la economía. No se puede ser prisionero de un discurso. La política es el arte de lo posible. El partidismo y sus visiones son una parte de la política, pero no lo es todo. La política es más grande e independientemente de la forma y las explicaciones que los actores políticos y económicos tengan sobre el fenómeno actual, la única forma de resolver el problema es desde el punto de vista de la concertación.

El tiempo que vivimos en Venezuela obliga a hacer uso más que nunca, de la política como el mejor mecanismo para la consecución del “bien común”. Los venezolanos la estamos pasando muy mal con esta crisis, esto es innegable. El anhelo amplio y legítimo de la opinión pública nacional es que se tomen medidas serias que atiendan las causas y no las consecuencias de lo que se vive actualmente. Según el comportamiento que los actores políticos tengan en esta hora, se moverán los apoyos de una sociedad que de la noche a la mañana sintió que se le desdibujó su modo de vida. La interpretación del fenómeno ha de ser la correcta para que desde la política, se reimpulse la economía y la cotidianidad de la gente.

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