(Mc 12,18-27)
Alfredo Infante sj
Hoy Jesús es confrontado por representantes del grupo económicamente más poderoso de su tiempo: «los saduceos». Los saduceos habían hecho del judaísmo una religión al servicio de sus intereses económicos de grupo. Los saduceos controlaban el templo, centro religioso y económico del judaísmo en tiempo de Jesús. Estos señores no creían en la resurrección. La propuesta y sabiduría de Jesús les incomodaba. Buscaban por todos los medios sacar del juego a Jesús. Lo que realmente les molestaba de Jesús era su propuesta filial y fraternal que pone en el centro a la persona humana y no al templo (centro de sus intereses religiosos y económicos). Quieren una religión a su medida y Jesús no les calza.
En la escena de hoy, pretenden dejar mal a Jesús públicamente poniéndole una conchita de mango acerca de la resurrección. En la sociedad patriarcal judía, donde la procreación tiene un valor relevante, la ley de Moisés establece que si una mujer enviuda sin haber tenido hijos debe casarse con el hermano del difunto para que le dé descendencia. De esta manera se protege a la viuda y se honra la memoria del difunto.
Los saduceos le ponen el siguiente caso a Jesús: «si una mujer se le muere su marido y buscando la descendencia llega a casarse con 7 hermanos, cumpliendo la ley de Moisés, cuando ella muera, el día de la resurrección ¿de quién será esposa?». Inteligente trampa utilizando la propia ley de Moisés. Jesús sale al paso. 1. Deja claro que la procreación es de esta vida, biológica y espacio temporal, en palabras de hoy diríamos que tiene que ver con la preservación de la especie y de la vida. La resurrección no está en este plano. En la resurrección lo que relucirá será nuestra más honda condición delante de Dios: «hijos y hermanos».
A eso se refiere cuando dice: «serán como ángeles». Pero como ellos han querido ridiculizar a Jesús con la ley de Moisés, Jesús concluye el encuentro, mostrando que el mismo libro del Éxodo habla de la resurrección cuando en la escena de la zarza dice Dios a Moisés: «yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes». Jesús los deja mal parados. Les evidencia su contradicción, es decir; si ustedes creen en Abraham, en Isaac, Jacob y Moisés, y no creen en la resurrección, entonces no creen en que estos hermanos que nos precedieron en la fe están vivos.
Dios es el Dios de la vida, de vivientes, no de muertos. Por eso, Pablo, en Timoteo (1,1-3.6-12) nos dice: «te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y sobriedad».
Oremos Señor, en nuestra Venezuela y en Nicaragua, el culto al poder, la religión del poder, sacrifica cada día más inocentes y, como los saduceos, pretenden sacarte del juego, pero tú Señor, sales al paso y nos das la sabiduría y la fortaleza para seguir apostando por la defensa de la dignidad humana y la fraternidad de los hijos e hijas de Dios, por la resurrección. Porque tú Señor, eres el Señor de la vida y de la historia.
Sagrado corazón de Jesús, en vos confío
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de la Vega
Caracas-Venezuela.