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Dialogando con Emmanuel Levinas

emmanuel_levinas

emmanuel_levinasManuel de la Peña y Angulo

 A la memoria de Elvira mi hermana mayor, que se ha hecho presente ante el Padre, quien se encontraba a su espera; y de todos cuantos estuvieron con ella.  En el día de la Epifanía del Señor. 7.1.17   

Me encontraba en la Feria del Libro en Miraflores-Lima, en compañía de mis dos hijas mayores y de mi yerno. Había viajado literalmente, sin un centavo, pero quería ubicar una de las obras de Emmanuel Levinas; y si la encontraba, la ojearía, tratando de ubicar y beber alguno de sus lineamientos inspiradores para crisis tan profundas como la que en éstos momentos estamos pasando dramáticamente en Venezuela y otros lugares del mundo. Buscamos en todas las editoriales sin encontrarla, pero nos tomamos fotos y disfruté inmensamente al sentir nuevamente la cercanía del cariño de la misma sangre.

Nota aparte; mi presencia en Lima se debió a que mi hermana mayor, recaló de USA, anciana y enferma dependiente. Me comuniqué con la hermana que me sigue y que vive en Costa Rica, la posibilidad de reencontrarnos luego de muchos años, posiblemente por última vez; su hijo menor, Rafael hizo realidad nuestro anhelo, obsequiándonos los pasajes de ida y vuelta.

Me encontré confirmando en mi vida y en directo, que puedo proponer y pedir a los hombres y a Dios, cosas que me puedan parecer irrazonables pero también que es absolutamente cierto que no tengo nada que no me haya sido dado; y que nada puedo retener, por tan solo mi voluntad; ni el tiempo, ni formas de relación que fueron, ni manejar distancias o cercanías; y ahora veo claramente lo necio que vuelvo a ser cada vez que quiero hacerlo, sin prepararme a saborear los acontecimientos con que mi vida debe continuar.

Hacer maletas puede ser más doloroso que una despedida; pero cuando iba a iniciar mi duelo, me vi bulliciosamente invadido por hijas, amigos y parientes, que, con muestras de amor, las repletaron a reventar, con papel y toallas higiénicas, shampoo, jabón de tocador, arroz, azúcar, lentejas, caraotas, aceite, por supuesto medicinas y sobres de chicha y otros alimentos, además de ropa, zapatos para mí y la familia venezolana. Mi ¨rostro¨ se había aparecido como ¨epifanía¨ para cada uno de ellos y haciéndose ¨responsables¨ de mí, me confirmaban en mi propia existencia lo dicho por Levinas.

Para sellar la experiencia; mi hija mayor me sorprendió rememorando acontecimientos de vida conmigo, en la dedicatoria con la que me obsequió un excelente estudio de la filósofa Raquel Braverman Korenfeld, que publica el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú (agosto 2014), titulado ¨Levinas De La Morada a la Justicia¨ . Ese testimonio tan bello me motivó a leerlo en todo el vuelo de regreso a Venezuela, con trasbordo en Panamá.

Braverman destaca las líneas trasversales del pensamiento de Levinas, que guían una hoja de ruta, en la que despegamos desde la temporalidad, siempre precaria y cambiante, a la infinitud.

Una de las puertas de entrada a su pensamiento es la contemplación del rostro de ¨el otro¨, que abisma en el misterio insondable de lo que no es posible abarcar, definir, ni menos juzgar.

La epifanía del rostro de ¨el otro¨ es, su desnudez, inocente, expuesta, indefensa e inofensiva, que me demanda ¨No matar¨, antes de entrar en cualquier criterio de juicio, análisis o descripción; aparece como un destello, sin que intervenga mi libertad, mi ideología o criterio moral; aparece en mí, como relación pre existente. Esta perspectiva previa a cualquier valor moral o imperativo categórico, lo imagino como quien descubre en la basura a un recién nacido. Se me aparece como un mandato. ¨Eres responsable por mi vida¨. ¨Dependo de ti¨. ¨No me puedes abandonar¨. ¨Eres mi rehén, no te me puedes desligar¨. ¨Podríamos decir que el sufrimiento es el verdadero imperativo categórico que nos mueve a responsabilizarnos por el Otro, sin poder delegar ni ser reemplazados en dicha responsabilidad (1) ¨. 

La relación con ¨el otro¨ me da un nuevo acceso al pensamiento levinasiano, que es la relación asimétrica, tan extraña a una mentalidad en la que todo se compra y todo se vende, aquí no prima el ¨do ut des¨ romano. Cada persona como tal, es creación única, de tal manera que, al precipitarme en la infinitud, me abro a la trascendencia, al sentido que pueda tener mi vida y comenzar a vivirla aquí y ahora; por eso, en la asimetría del amar gratuitamente, la filosofía, tomada tradicionalmente como amor a la sabiduría, se convierte en ¨sabiduría del amor¨, como clave de vida y desprendimiento para vivir plenamente.

Si despegar de lo temporal a lo trascendental es difícil, es más difícil volver a lo temporal al ver que ¨el otro¨ a su vez tiene un ¨otro¨, lo que nos fuerza a compararlos – juzgarlos – y encontrar una forma de ¨convivir¨, de encontrar una forma de relación temporal, que nos lleva necesariamente a una relación ¨simétrica¨, donde asumimos la igualdad; y así llegamos a la simetría normativa, en la que aparece muy clara la necesaria universalidad de la ley.

Otra de las líneas trasversales del pensamiento levinasiano que da nombre al estudio de Braverman es ¨la morada¨ donde ¨todas las necesidades de producción y consumo se realizan en beneficio personal. Es la existencia centrada en la totalidad en la que el amor a la vida es puro gozo individual producido por satisfacciones egoístas. La unidad del yo no consiste en otra cosa que en el egoísmo de la felicidad. El otro es aquel de quien interesadamente obtengo un beneficio. (2) ¨

Sin embargo ¨la morada¨ está presente en mi vida aun antes de nacer, no me determina egoísta, -lobo del hombre- , sino que me tensiona, en tanto que de otro lado me da una situación, un enraizamiento, un espacio de privacidad y protección absolutamente necesarios para mi formación, desarrollo y preservación como persona humana, es mi ¨primer espacio físico y espiritual de la convivencia humana(2)¨; en que aprendo el valor de mi intimidad y de mi primer grupo social, donde aprendo a comportarme, a respetar, a asumir roles y a valorar, a amar sin contrapartidas, a  perdonar  y  recibir   el  perdón  y  es  el  espacio donde  ¨ los  bienes  materiales             

(1). – Braverman Korenfeld, Raquel. Levinas De La Morada a la Justicia.108

(2). – Ibid.,161.

adquieren su sentido (3) ¨ y donde experimento que mi mayor dominio de algo es la experiencia de rehusarlo o postergarlo, por un bien superior.

La relación que establece la asimetría con su mandato de no matar, se encuentra en tensión permanente, con la relación, casi dinámica, de la simetría; para todo lo que significa organización social. Es en toda forma de organización social que puedo experimentar que, satisfechas unas necesidades o resueltos unos problemas, aparecen otros; de tal forma que el desarrollo y la maduración se reemprende desde cada individuo y cada comunidad, bajo el ojo vigilante del ¨profeta¨ que retrotrae el statu quo a la situación personalizada en su dimensión asimétrica, con la particularidad que Levinas reclama para toda persona, ser profeta y ser responsable de clamar por la vida del rostro del otro, una vez satisfecha la simetría o igualdad de todo hombre que asumimos para organizarnos en sociedad.

Hoy que tanto se habla de ¨clase política¨, la gran conclusión que puedo extraer de la presentación magistral de Raquel Braverman, es que el lenguaje que es ¨otro¨ elemento de formación humana, puede usarse como trampa caza bobos, pues no existe una ¨clase política¨, ni mesías político, ni una ¨clase mesiánica¨, ni por tanto un ¨chivo expiatorio¨, ni ¨clase execrable¨ porque todos somos políticos. Todos somos responsables de nuestra situación o destino, porque el pecado más grave de una persona humana es la indiferencia, el no involucrarse, el no asumir la cuota de responsabilidad, por estar encerrados en nuestra morada sin abrir las puertas, en búsqueda conjunta del bien común.

El sentido profético nos dirá cómo lo visualizamos, nos guiará como nacionalidad en comunión a la consecución del bien común identificado, y podremos pasar el testimonio de una generación a otra, de que la pluralidad es una potencialidad – como diferentes, somos únicos e irremplazables, irrepetibles, como también nuestros aportes y puntos de vista -: y de que nuestra ¨unicidad¨ insondable, aporta al donarse, la complementariedad para vivir en comunión.

Raquel Braverman me recordó que la vehemencia insaciable por el poder y el dinero, puede traficar con cualquier ¨máscara¨; y podrá durar tanto como las cosas con que me llenaron las maletas, pero inevitablemente terminarán en la misma corriente que mezcla todos los desechos. El hambre, las enfermedades, la inseguridad, todo tipo de ira y represión, se levantarán contra los justos jueces y pedirán un rey mesiánico, pero solamente viendo desde la infinitud y la trascendencia podremos abrir el oído al sentido profético y encontraremos el maná de la esperanza cierta en el amor que nos descubre la parusía del rostro del otro; para tomar aliento y continuar el camino; podremos comprobar en nuestra cotidianeidad que el amor si perdura y es más fuerte que cualquier muerte.  La gratuidad del amor es femenina como las puertas de la morada que se abren ¨al extranjero, al huérfano y a la viuda¨, en quienes se concretan todas las precariedades y toda infinitud que encierra cada rostro en su unicidad irremplazable. Las puertas de la morada, son maternidad y hospitalidad, que ayudará a mantener en alto las manos de uno o varios Moisés, para contemplar el rostro del otro; para recomenzar en Venezuela nuestra peregrinación desde una perspectiva ética auténticamente humana y social.

(3). – Ibid. 47

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