Alfredo Infante sj
Después de su pasión y muerte, Jesús es sepultado. En nuestro credo católico confesamos: “padeció, murió, fue sepultado y descendió a los infiernos”. Jesús, el hijo de Dios, no sólo se despojó de su condición divina compartiendo en todo nuestra condición humana, sino que con su muerte desciende a los infiernos. No como un condenado más, sino por pura misericordia amorosa. Esa es su manera de liberar y liberarnos.
Decía San Irineo *”lo que no es asumido, no es redimido”*. Jesús desciende a nuestros infiernos para – desde allí – liberarnos y mostrarnos el camino de la liberación, que no es la huida, el escape, la indiferencia a nuestras miserias e infiernos, sino por el contrario, la asunción responsable de nuestros infiernos para liberarnos.
En Venezuela estamos transitando por un infierno consecuencia de la arbitrariedad de aquellos que de espaldas a la dignidad humana y a la soberanía de un pueblo se empeñan en mantener el poder despótico “como sea”. Pero también, resultado de aquellos que en los distintos estratos sociales buscan sacar provecho de esta crisis y se enriquecen con ella. También, por las intrascendentes agendas mezquinas de quienes no ven más allá de “un quítate tú pa’ ponerme yo”, y por supuesto, resultado de una cultura clientelar y rentista que nos ha empobrecido culturalmente y ha hecho del ejercicio político un descarado asalto a la cosa pública.
*Hay tantas variables que nos han traído a este infierno, que enumerarlas sería interminable*. Ahora bien, la más importante sin duda alguna es la obsesión por el poder en sí, poder cosificado, de quienes nos gobiernan. *Hoy, en este tránsito entre la muerte y la resurrección, Jesús desciende a nuestros infiernos, para acompañarnos, iluminarnos y sobre todo, para anunciarnos que no nos podremos liberar de nuestros infiernos si no los asumimos responsablemente para liberarnos y sanarnos definitivamente*. Tal como nos recordaba San Irineo: “lo que no es asumido, no es redimido”. Hoy, en este silencio de muerte, Jesús desciende a nuestros infiernos para despertar nuestra consciencia y corazón y poder – en su nombre- liberarnos de nuestros infiernos. No para repetirlo. Sino para caminar hacia el perdón y la reconciliación e inaugurar en su nombre una Venezuela fraterna, donde todos quepamos.