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Cultivar la paciencia

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Foto archivo WEB

Por Alfredo Infante s.j.

La esperanza es una virtud teologal que se transparenta existencialmente en la paciencia. La paciencia no es pasividad, sino constancia, espera activa que exorciza dos demonios, contrarios, que acechan nuestra condición humana: la resignación y la desesperación.

La resignación es rendición ante la adversidad y se puede traducir en sumisión y, también, en asimilación que no es otra cosa que dejarse influenciar y desfigurar por el enemigo, replicando su modo de proceder, aunque no se esté de acuerdo con él.

Por otro lado, la desesperación conduce al inmediatismo y a los atajos, es decir, a los caminos ciegos, huidas que no transforman y que hacen más dilatada una auténtica solución.

Razón tenía Santa Teresa La paciencia todo lo alcanza y para el creyente, esa paciencia se funda en Dios, porque a quien Dios tiene nada le falta… sólo Dios basta.

La paciencia es, por un lado, sabiduría resiliente que nace de poner en Dios nuestra esperanza, como Jesús ante los poderes del mundo, la que hizo gritar al centurión romano verdaderamente éste es el hijo de Dios. Y, por otro lado, es sabiduría creadora que busca soluciones, no salidas; recrear, no matar, ni negar.

¡Señor danos paciencia Sagrado corazón de Jesús en vos confío!

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