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Con la vara que midas, serás medido

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Por Luis Ovando Hernández, s.j.

He mencionado en otras ocasiones cómo muchas palabras y frases que aparecen puestas en boca de Jesús de parte de los evangelistas, han llegado hasta nuestros días pasando a formar parte del refranero popular. Es decir, son máximas que, a pesar de su brevedad, revelan una verdad de vida.

El evangelista Lucas muestra una serie de refranes dirigidos a los discípulos, que son una especie de recordatorio “para el día a día” de la comunidad cristiana, pero también nos enseñan con sencillez algo de Dios.

Les ofrezco la siguiente reflexión centrándome en dos de las recomendaciones que, vistas a partir de las lecturas de la semana pasada, son las concreciones de las Bienaventuranzas. Al igual que el “programa” de Jesús, estas recomendaciones tienen la propiedad de ir a contracorriente con lo dado, con lo presente en el ambiente, y que estamos invitados a superar.

Poner la otra mejilla

Quien ha vivido la experiencia de haber recibido una bofetada, es probable que caiga en cuenta de que la respuesta espontánea sea responder de igual forma. Otra posibilidad es no reaccionar mínimamente, quizás porque se es presa de la sorpresa. Finalmente, existen personas que siguiendo la recomendación evangélica responden “poniendo la otra mejilla”.

Con relación a esto último, la experiencia enseña que el “agresor” se detiene ante el gesto, aunque ha habido casos donde se recibe un segundo golpe, si no más. Estamos entonces en presencia de un agresor rufián.

Estamos claros que un golpe no afecta solamente lo corporal, sino que se “instala” en el interior de la persona, afectándola. Actitud y tiempo harán que la ofensa recibida se disipe o más bien se encone, reclamando una respuesta “justa” pero igualmente violenta.

El gesto consciente de ser víctima por segunda vez de una afrenta tiene como reacción inmediata lo que dijera antes, es decir, que el agresor se detenga. Poner la otra mejilla sirve para frenar la violencia.

Otra interpretación a esta realidad tiene que ver con la respuesta “justa” pero no ya violenta: quien recibe físicamente una segunda cachetada, la “devuelve” moralmente a su agresor, como si éste se “autoflagelara” corporalmente.

La enseñanza es evidente. La violencia no es la respuesta; no es la solución. La violencia física no equilibra la realidad ni enseña absolutamente nada. Aquello de que “la letra con la sangre entra”, o “una nalgada a tiempo no daña”, cada vez tienen menos cabida en las sociedades, sin que esto implique en las inmediatas que la violencia desapareció del género humano. Se sigue ejerciendo, de igual modo que se la sigue repudiando.

Con la vara que midas, serás medido

Esta idea aparece formulada en Lucas de diferentes maneras. Apunta a la toma de conciencia del individuo de que el trato y la relación con sus semejantes tiene como principio y fundamento el trato y la relación que tiene consigo mismo.

La intuición evangélica —de connotación intimista, psicológica—, incide concretamente en el ámbito social, porque el aprecio y valor personal se extiende a los demás. El respeto por el otro, por ejemplo, tiene como base el respeto por sí mismo, al tiempo que se reconoce al otro con las mismas prerrogativas y derechos esperados para sí mismo.

Ahora bien, ¿cuál es la “escala” evangélica que propicia la automedición y la de las personas que nos rodean y con quienes convivimos? Ésta es el amor incluso a los enemigos, hacer el bien y bendecir a los contrarios, orar por los calumniadores, promover la paz, ser generosos y compasivos, no condenar y perdonar.

La filiación con Dios da la impresión de estar directamente relacionada con nuestra capacidad de trascender lo dado, de no enquistarnos, de abrir y ofrecer posibilidades para que acontezca una historia diferente a la conocida y padecida. Nos “afiliamos” con Dios Padre, pero también nos pareceremos más a él, para quien su compasión supera toda medida.

Si la compasión forma parte de nuestra escala, si “medimos” a las personas y a la historia con “una medida generosa, colmada, remecida, rebosante”, cabe esperar que seremos medidos de igual forma.


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