La ciudad es un organismo vivo que evoluciona. Es una verdad innegable que las ciudades cambian y sus normativas urbanísticas deben reconocer esa dinámica para que el crecimiento sea funcional, armónico y de calidad. El caso de Colinas de Bello Monte, una de las urbanizaciones más emblemáticas de la capital, no es la excepción. Lo que antes era un remanso de tranquilidad, caracterizado por sus casas unifamiliares y edificios residenciales de baja altura, está mutando. Sin embargo, esta transformación no obedece a un proceso de planificación articulado; por el contrario, se está convirtiendo en un caótico mosaico de comercios que operan sin una estrategia de regulación adecuada.
Este cambio “de facto”, visible en arterias como las avenidas Caurimare, Caroní y Neverí, donde viviendas familiares se convierten aceleradamente en restaurantes, talleres mecánicos, venta de repuestos, negocios de recarga de agua potable, depósitos de mercancías e, incluso, empresas de ambulancias, es la manifestación de un problema mayor: la ausencia de un plan de desarrollo municipal, enmarcado en un plan general de la ciudad igualmente ausente. Esta situación ha puesto en evidencia la extrema fragilidad de los servicios públicos y el alarmante deterioro de la normativa, ya que las autoridades locales no han sido capaces de articular un proceso de planificación que permita un desarrollo armónico, con mejoramiento urbanístico y arquitectónico, de calidad urbana superior a la previamente existente.
La Paradoja de la Ilegalidad: Un Permiso Cuestionable
Paradójicamente, la proliferación de estos establecimientos ha sido posible por presuntas conformidades u omisiones otorgadas por la Alcaldía del Municipio Baruta. Esta situación plantea una pregunta central que exige una respuesta transparente: ¿Bajo qué bases legales o subterfugios se están concediendo o tolerando estos permisos, si contravienen la normativa vigente que rige la zona?.
La urbanización se encuentra atrapada en un laberinto regulatorio obsoleto, que lejos de regular, propicia el desorden. La antigua Ordenanza de Zonificación del Distrito Sucre convive de manera confusa con la más reciente Ordenanza del Eje Norte, aprobada en 2019. Esta ambigüedad legal y obsolescencia, no es un mero detalle técnico; es un vacío normativo que crea el terreno perfecto para la actuación discrecional del gobierno local.
La Tormenta Perfecta: La Ausencia de Planificación
Aquí radica el verdadero problema. La ausencia de planes genera una gestión urbana discrecional, basada en necesidades particulares y pasajeras, para obtener beneficio económico, pero sin considerar ni respetar variables urbanas fundamentales, con efectos casi siempre de menor calidad, desde el punto de vista urbanístico y arquitectónico. La ciudad y sus municipios deben tener planes para su desarrollo. Al no existir un marco claro y actualizado que guíe la evolución de Colinas de Bello Monte, la Alcaldía permite el cambio de uso al margen de cualquier consideración de planificación. El resultado es un crecimiento anárquico y desordenado que altera el diseño original sin mejorarlo, para ajustarlo a requerimientos momentáneos, con un inevitable y visible detrimento en la calidad de la zona.
Este cambio no planificado de uso desata un efecto dominó que impacta directamente en la calidad de vida de los residentes, manifestándose en dos frentes:
- Problemas Urbanísticos y de Convivencia
- Tráfico y Congestión: Las calles, diseñadas para un tránsito local, se saturan.
- Déficit de Estacionamiento: La falta de espacios de parqueo obliga a ocupar aceras y calles residenciales, generando fricciones.
- Ruptura de la Armonía Estética: La proliferación de cartelería invasiva y las intervenciones improvisadas rompen con la estética original.
- Inseguridad y Desvelo: El aumento de la actividad nocturna (restaurantes, licorerías) ha incrementado el riesgo de delincuencia y la contaminación sonora, impidiendo el descanso adecuado.
- Sobrecarga de Servicios Públicos e Infraestructura
La infraestructura fue concebida para una demanda residencial, no para soportar la carga comercial. El impacto es grave:
- Electricidad: La demanda energética de los negocios excede la capacidad del sistema, provocando apagones recurrentes y fluctuaciones de voltaje.
- Agua y Alcantarillado: El mayor consumo y las aguas residuales comerciales no son soportadas por el sistema, aumentando el riesgo de desbordes y problemas sanitarios.
- Recolección de Residuos: La cantidad y el tipo de desechos comerciales no pueden ser manejados eficientemente por un sistema de recolección residencial, llevando a la acumulación de basura en las calles.
- Servicios de Emergencia: La congestión de tráfico obstaculiza y ralentiza el acceso crucial de vehículos de emergencia.
Un Futuro Incierto: ¿Santa Mónica o la conciencia colectiva?
Si los residentes y propietarios no alzan su voz con firmeza como una comunidad organizada y consciente, Colinas de Bello Monte corre el riesgo de seguir el inexorable camino de deterioro y descontrol urbanístico que ya afectó a otras zonas, como la urbanización Santa Mónica. El riesgo final es perder la esencia que la define, sacrificar la calidad de vida de sus habitantes y dilapidar su valor patrimonial.
La defensa de la normativa y la planificación urbana no es un capricho elitista o una queja estática, sino la exigencia de que la evolución de la ciudad se gestione con calidad. Exigir un plan maestro es la única forma de garantizar un desarrollo sostenible, armónico y respetuoso con la comunidad.
Cabe recordar que Colinas de Bello Monte no es un desarrollo cualquiera: en el año 2005 fue declarada Bien de Interés Cultural de la Nación por el Instituto del Patrimonio Cultural (según Gaceta Oficial N° 38.234) y Bien de Interés Municipal por la Alcaldía del Municipio Baruta (Decreto N° 181). Estos reconocimientos subrayan la importancia de preservar su diseño original, concebido por su fundador Inocente Palacios, con la asistencia del “arquitecto de colinas” Antonio Lombardini. La protección de este patrimonio arquitectónico no solo es un deber legal, sino también una responsabilidad colectiva que debe ser acompañada con intervenciones de calidad que realcen su valor, incluso inmobiliario.
La pregunta que queda en el aire es: ¿Están los habitantes de Colinas de Bello Monte dispuestos a luchar por el futuro de su hogar, exigiendo a las autoridades la aplicación estricta de la ley y la formulación de un plan de desarrollo que integre la participación ciudadana y la de expertos urbanos, antes de que el caos urbanístico sea irreversible?
Carlos Torrealba Rangel
Economista y Secretario Ejecutivo de la Fundación Plan Estratégico de Caracas (1995-2002)
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