Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Cinco siglos de Nebrija

Cortesía Universidad Nebrija

Por Mercedes Malavé

Conmemorar el quinto centenario de la muerte de Antonio de Nebrija nos invita a volver la mirada hacia el humanismo; ese gran movimiento omnicomprensivo que abarca desde lo intelectual hasta lo manual, lo científico y lo cultural, el terreno de lo práctico y lo especulativo. El humanismo nació en Italia como un movimiento intelectual que pretendía renovar los métodos de formación y educación de los ciudadanos.

A su vez, se extendía en Italia el interés por aprender el oficio de los dictadores (dictatores), personas instruidas en la retórica clásica, en la composición de cartas, discursos y otros documentos que se empleaban en la diplomacia y en la vida pública. El oficio fue adquiriendo prestigio y notoriedad, sobre todo en el campo del derecho, por la habilidad y el manejo que llegaron a demostrar de las formas de la gramática y la retórica latinas.

Un tercer hecho se suma: el acceso a los documentos antiguos que fue posible gracias al contacto cultural con Bizancio y al acervo de manuscritos que se conservaba en los monasterios medievales de Europa. Raynolds y Wilson colocan entre los años 1380 y 1459 a los prehumanistas italianos que demostraron un creciente interés por la literatura antigua y por el aprendizaje del griego, como asegura Alfonso Reyes:

Dante, última flor del medievalismo, sólo conoció a Grecia de trasmano. Pero un siglo antes de la caída de Constantinopla en 1453, los manuscritos griegos comienzan a desbordarse sobre Italia. Petrarca deletreaba el griego, y murió sin poder leer el manuscrito de Homero que adquirió hacia 1354. Ni en latín ni en italiano había manuales de lengua griega. Boccaccio (1313-1375) logra leer ya los textos originales. Petrarca y Boccaccio inician el interés independiente, humanístico, por Virgilio y Homero. La Biblioteca Medici de Florencia junta un tesoro de documentos.

La península ibérica, siempre a su ritmo y a su complejidad geográfica y cultural, no quedó ajena a la corriente del humanismo, que pasó a través del intercambio cultural entre España e Italia, conservando la misma finalidad cultural y educativa de sus antecesores. Las relaciones políticas con Italia –que venían gestándose ya desde el siglo XIII–, introdujeron la influencia de algunos humanistas italianos en las provincias catalano-aragonesas. Este contacto se acentuó durante la dominación aragonesa en Nápoles y en Sicilia, con la corte ítalo-española de Alfonso V de Aragón. La acogida del humanismo italiano en España como empresa intelectual fue notable, afirmación que se puede medir tanto por la maestría de los principales humanistas españoles como por la promoción de nuevas universidades: en España se fundan 20 sedes académicas entre el 1400 y el 1500. En 1619, entre mayores o completas (Salamanca, Alcalá, Valladolid) y menores, se contaban 32 universidades y 4.000 centros de estudios de gramática.

Característica sobresaliente del humanismo español fue el interés por el estudio de la lingüística que se remonta a la tradición de estudios filológicos del medioevo español. En el siglo XII existía en Toledo, liberada de los musulmanes en 1085, la famosa “Escuela de traductores”, un verdadero centro cultural trilingüe en el que convergían las tradiciones de los judíos, los musulmanes y los cristianos.

Los traductores cultivaron las formas literarias de las lenguas extranjeras (árabe, hebreo) llegando a promover un florecimiento notable de las letras árabes. De este modo comenzó una temprana tradición lingüística sin precedentes en ámbito europeo que, si bien comenzó siendo árabe y hebrea, luego llegó también a influir en el latín y en el castellano, la lengua vernácula de los cristianos. La medievalista Adeline Rucquoi hace referencia al desarrollo de una verdadera afición por la gramática y la retórica multilingüe:

Los conocimientos de la lengua no se limitaron a los meros estudios de gramática y retórica latina. En un medio intelectual convencido de la unidad del saber y de la pluralidad de lenguas que facilitan su acceso, y donde el ejemplo lo daba la propia corte, diversos studia de lenguas fueron creados ya en la primera mitad del siglo XIII.

Y ahí ubicamos a nuestro humanista, Elio Antonio Nebrija (1441-1522), que figura como uno de los estudiosos más emblemáticos de la lingüística castellana. Se trasladó a Italia en 1460 con la finalidad de redactar su obra de gramática; allí se convirtió en un notable lingüista y en el primer autor de una gramática castellana. La obra fue publicada en el mismo año en que Colón llegara a tierras americanas (1492) bajo el título Arte de la lengua castellana. En su proemio, el autor desarrolla la tesis humanista de que la lengua fue siempre compañera del imperio, y lo aplica a la lengua castellana en los albores de su difusión mundial. Un verdadero profeta de la extensión intercontinental del castellano, aunque Nebrija se estaba refiriendo al triunfo del Imperio español sobre los moriscos.

La idea de que la lengua era un arma de unificación de imperios, arraigó fuertemente en la conciencia ibérica. Alfonso Reyes es de los que afirman que en la teoría política de Carlos V (1528) ya estaba bien introducida la idea de que la consolidación del imperio pasaba por una atención especial a su lengua:

Antes de que España se entregara a este sueño ecuménico, la unificación de los reinos de Aragón y Castilla y la colonización de América habían suscitado en el espíritu de los humanistas el sentimiento de una obligación cultural que, naturalmente, traía consigo una atención especial para la lengua. El gran sevillano Antonio de Lebrija (o Nebrija, como suele llamársele) decide por primera vez escribir una Gramática Castellana (1492). Era una hazaña revolucionaria. Hasta entonces, como hemos dicho, sólo se habían escrito gramáticas de las lenguas muertas. Nebrija, para justificarse, explica los tres propósitos de su empresa: el docente, el científico, el imperial.

La grandeza de América del Sur se la debemos a un imperio que, al margen de opresiones, corrupciones y demás anomalías humanas, civilizó gracias al empeño de sus humanistas. Pero a nuestro tiempo, tan cruel y banal a la vez, estas cosas no le suenan bien, políticamente hablando. Prefieren seguir adulterando el lenguaje, y con él todo discurso político, llegando a niveles de absurdo. Hasta Ionesco se sonroja.

Entradas relacionadas

Nuestros Grupos