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Castigar votando

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“Sólo posee el poder aquel que se inclina para recogerlo.”  De la obra “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoyevski (1821-1881), escritor de la Rusia zarista del siglo XIX, considerado uno de los grandes de la literatura universal

Charito Rojas

Tengo dos poderosas razones para votar este 15 de octubre: 1) la razón, que me indica que si soy demócrata y mi única arma constitucional para cambiar un gobierno que no me gusta es votando, pues sin duda, voy a votar. 2) La pasión, que me arrastra a hacer lo que sea -dentro de la civilidad y legalidad- para sacar a un gobierno inepto y corrupto. Esto significa que además de votar yo protesto, marcho, escribo, hablo, asisto, convenzo, aporto, firmo y apoyo cualquier iniciativa encaminada a eyectar a la pesadilla revolucionaria del poder.

El voto no excluye ninguna otra acción. El voto empodera a los ciudadanos. El voto muestra al mundo lo que queremos los venezolanos. Y no importa qué hagan o digan el presidente, el CNE, el TSJ y todos los sigüises del gobierno: cada vez que los venezolanos salimos masivamente a votar damos una paliza democrática a la dictadura.

Para quienes piensan que nada se ha logrado votando, permítanme decirles que en 2007 frenamos a Hugo Chávez en su reforma constitucional, lo obligamos a mostrar sus dientes de tiranuelo inventando decretos y estados de emergencia para burlar la constitución. Desde ese momento, los demócratas venezolanos comenzamos a ser exitosos en demostrar el talante dictatorial del régimen.

Nuestro voto en las presidenciales del 2012 reveló el gran fortalecimiento numérico de la oposición. El finado emprendió allí su ruta a la muerte, echando el resto en una campaña engañosa, sabiendo que no viviría para portar la banda presidencial. En una jugada tramposa, dejó un heredero, que ganó en un momento de debilidad emocional de los votantes ante la novela de calvario, muerte y siembra del caudillo hecho con el barro de Sabaneta.

En estos 5 años de gobierno, Nicolás Maduro se ha encargado de poner el país en contra de su gestión. Basta ver los índices de miseria de esta potencia energética, para saber que solo una infinita ineptitud, una malvada intención, una corrupción grosera, podía acabar con el presente y el futuro inmediato de este riquísimo país. El grupo cívico-militar que se ha apoderado de Venezuela, respaldado de los poderes menos autónomos y más desvergonzados que haya visto la república; lucrándose del ingreso petrolero, manejado como quincalla y empeñado a futuro; apoyados en las armas de quienes se han convertido en soldados malditos que disparan contra su pueblo; aconsejados por el régimen castrista, que tiene todas las recetas para someter a un pueblo por hambre y exterminar la iniciativa privada y por ende, la prosperidad. Así se ha mantenido, cada vez más precariamente, cada vez más aislado en Miraflores, cada vez más condenado como régimen forajido.

La Mesa de la Unidad, que ha logrado reunir a todos los factores políticos para hacer un frente electoral que ha demostrado ser la única vía de éxito en todo sentido, ha tenido grandes aciertos y también dolorosos fracasos en su conducción. Es lo lógico, en cualquier guerra se ganan y se pierden batallas. En las guerras hay una cadena de mando, jerarquías, posiciones de lucha diferentes, pero un objetivo común: vencer al enemigo. Las guerras no se ganan en una sola batalla y menos una en la que un bando tiene la razón y la constitución como armas mientras el otro tiene tanques y cañones. Cuando las cadenas de mando se violentan, cuando los soldados se insurreccionan, cuando los objetivos de lucha se desvían, la batalla está perdida. Y eso lo sabe el enemigo, que trata siempre de sembrar la discordia para desbaratar las estrategias de los contrarios.

Con todos los errores que se le puedan achacar, la Unidad liderizó unas protestas que pusieron a Venezuela en la agenda de todos los organismos mundiales. Esa dolorosa jornada de cuatro meses convenció al mundo que en Venezuela había un régimen que violentaba los derechos humanos de sus ciudadanos, que rompía el hilo constitucional, que iba a contraflecha de la democracia. Y todos, juntos, unidos, logramos lo que hoy tenemos: la gran oportunidad de arrasar en las urnas al régimen y ratificar indubitablemente al mundo que los demócratas son mayoría.

Esta oportunidad de oro de pintar de azul los 23 estados del país, está siendo insólitamente boicoteada por desanimados y protestantes, que culpan a la MUD por el fin de las protestas, que creen que está negociando gobernaciones, que van a reconocer a la ANC y al CNE si votan o que están traicionando a los caídos si van a las regionales. Quieren castigar a la MUD no votando y con eso le están haciendo el gran favor al régimen, que va a ganar inmerecidamente gobernaciones para decirle al mundo que la oposición no es mayoría y desalentar así a organismos y países que en estos momentos procesan sanciones contra el gobierno.

 El gobierno está acorralado, acusado de violador de DDHH, de forajido, de antidemocrático, en la ONU, la OEA, la UE, el Mercosur. Las sanciones de USA cortan su fuente de divisas y Maduro y sus funcionarios están denunciados en La Haya. Este debe ser el mejor momento internacional de la oposición venezolana y se ha logrado gracias a la lucha ciudadana, a los diputados y dirigentes que se han entregado a lograr la salida de este gobierno, a los periodistas y venezolanos en el mundo, que han arriesgado su pellejo para denunciar a los cuatro vientos la terrible crisis humanitaria que vive la nación.

Castigar a la MUD es una cretinada cuando tenemos la gran oportunidad de dar una paliza pública a nuestros verdaderos enemigos. ¿Voto castigo? Claro que sí, voy a castigar con mi voto al régimen de Maduro, que ha obligado a los venezolanos a comer de la basura, a hacer colas y sufrir humillaciones y racionamientos para  adquirir alimentos; voy a votar contra los responsables de la muerte masiva de recién nacidos, de ancianos, de quienes no encuentran medicinas ni auxilio médico; votaré contra los corruptos que saquearon a PDVSA y con ello, condenaron a Venezuela al deterioro y la desinversión; con gusto votaré contra funcionarios impúdicamente enriquecidos que guardan sus fortunas en paraísos fiscales a los que vuelan en aviones privados, mientras acá no hay recursos para mantener hospitales, planteles, aeropuertos, que se caen de ruinosos, sin presupuesto; castigaré con mi voto a quienes han separado a las familias y los amigos generando un brutal exilio.

Voy a votar contra el cáncer revolucionario que se devora mi país, voy a hacer que se respete mi voto, voy a confiar en que la MUD, como siempre, hará un excelente trabajo de observación electoral. Tengo bien claro quiénes son mis enemigos, los que me han robado la paz, el futuro, la calidad de vida, la sonrisa, la familia y los amigos, los que se han apropiado de mi tierra. Y esos, no son la MUD. Si también tienes claro donde están tus enemigos, vota. Después recogemos los vidrios.

Fuente:

http://www.notitarde.com/castigar-votando-/columnistas-del-dia/2017/09/27/1077061/

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