Comunicado Directores diocesanos
Los directores y delegados de Cáritas pertenecientes a la red de Cáritas de Venezuela, en 28 Diócesis y Arquidiócesis del país, reunidos los días 19, 20 y 21 de junio, en la Casa Monseñor Ibarra de la Conferencia Episcopal Venezolana, reflexionando sobre la grave crisis que afecta a todo el pueblo venezolano especialmente a los más pobres, queremos dirigirnos a la opinión pública nacional, como ciudadanos y cristianos comprometidos con nuestra gente, con el anuncio del mensaje de nuestro Señor Jesucristo y con la inviolable dignidad del ser humano.
Durante este encuentro compartimos con preocupación la penosa situación que viven nuestros hermanos, cómo sobreviven ante esta crisis económica y cómo la diáspora de la migración aumenta cada día en nuestro país. Muy a nuestro pesar, las coincidencias en el testimonio de todas las Diócesis tristemente nos lleva a concluir que en este momento la dignidad humana está siendo agredida e irrespetada, especialmente en aquellos que son los más vulnerables, en los que se ha acentuado la fragilidad y dependencia por el déficit nutricional, falta de medicamentos, el abuso de poder por parte del Estado y el deterioro de servicios básicos indispensables como electricidad, agua, transporte, carreteras, aseo urbano, gas doméstico, servicios hospitalarios, servicios fúnebres, servicio de telefonía, acceso a internet, pérdida de un gran número de medios de comunicación. La ruptura del orden social y de la normalidad de la vida cotidiana es inocultable y está a la vista de todos los venezolanos.
Desde Cáritas de Venezuela, pastoral social a cargo de la ejecución de la asistencia y promoción del desarrollo humano, somos testigos presenciales de innumerables expresiones que nos indican el recrudecimiento de la crisis.
- – Aumenta el éxodo de venezolanos que, aun sabiendo las dificultades en muchos países receptores, se ven forzados a partir como la opción más viable para sobrevivir, trayendo un sin número de familias desmembradas.
- Incursión en la minería ilegal, como oportunidad de sobrevivir y preservar calidad de vida, con importantes daños inmediatos como la propagación de enfermedades infecto-contagiosas (malaria entre otras), la esclavizante situación de trata humana y, a largo plazo un notable impacto ambiental como la contaminación por mercurio de ríos y desforestación de nuestras selvas.
- Sentimos dolor e impotencia al conocer tanto en zonas urbanas como en zonas rurales de casos de intercambio sexual a cambio de dinero o comida, como forma de llevar alimentos básicos a sus hogares, menoscabando todo valor social y humano.
- Estamos impotentes ante la reaparición de enfermedades prevenibles produce muertes y afectan a niños y niñas en edades en donde los daños son irreversibles, ante el deterioro de los avances que en seguridad social el estado venezolano construyó por décadas.
- Sufrimos la situación violatoria a la dignidad en personas privadas de libertad, retenidas en las comandancias y destacamentos de los cuerpos de seguridad municipales y del Estado, quienes sufren enfermedad, desnudez, hacinamiento, hambre e invisibilización.
Reconocemos el trabajo que está realizando la iglesia católica unida en cada diócesis y parroquias, en comunidades de vida consagrada, en movimientos de apostolado, colegios y otras agrupaciones. Así mismo, con espíritu ecuménico, valoramos el esfuerzo que llevan adelante diversas profesiones de fe y un gran número de voluntarios de la sociedad civil a favor de los más afectados por esta crisis.
No obstante, ante la gravedad de las situaciones expuestas solicitamos al Estado Venezolano la garantía de los Derechos a la Vida, Alimentación y salud tal como está consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Así mismo llamamos a toda la población a organizar o sumarse a tantas acciones de solidaridad, así como a no perder de vista la perspectiva de derecho en cada una de estas acciones, pues mientras aportamos trabajando por nuestra sociedad, su valor, estabilidad y capacidades totales, exigimos el respeto de nuestros derechos fundamentales y la posibilidad de seguir desarrollando toda labor de acción social e intervención humanitaria, en pro del bienestar común y una nueva dignificación de cada venezolano y venezolana.
Suscribimos el llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana a ser apóstoles de la esperanza, perseverando en el mandamiento del amor y mirando en nuestro prójimo el rostro de Nuestro Señor Jesucristo. Que el espíritu santo nos aliente con fortaleza, entendimiento, caridad y sabiduría para seguir trabajando por el bien de todos los venezolanos.