Víctor Manuel Álvarez Riccio
Llegó el día esperado y, en parte, temido. Son las 9:00 am en el acceso a la autopista, cerca de Crema Paraíso, en Santa Mónica. Nos agrupamos quienes manifestaremos nuestro deseo de concretar un referendo revocatorio contra el presidente de la República, Nicolás Maduro. Nos miramos y compartimos una impresión: somos muchos.
Bajo el sol matutino que empieza a picar, centenares de personas mayoritariamente vestidas de blanco ocupamos más y más los espacios de la avenida Teresa de La Parra y de la Calle Simón Planas, hasta el punto de que se hizo difícil caminar de una esquina a la otra. Vecinos de El Valle, Santa Mónica y Los Chaguaramos nos unimos en ese punto, mientras que otros venezolanos se juntan en Santa Fe, Caurimare, La California, El Paraíso, la avenida Libertador y la avenida Francisco de Miranda.
Empezamos a andar. El recorrido nos lleva hasta la avenida El Estadium, desde donde subimos por la Calle Edison hacía la principal de Bello Monte. A partir ahí, la marcha avanza sin desviarse, en dirección a Las Mercedes.
Detrás de nosotros, frente a nosotros, por todas partes, parece que no terminan de llegar los partidarios del revocatorio, y cada vez estamos más apretados. Caminando, vemos que la mayoría de las panaderías, ferreterías, hoteles, mercaditos, restaurantes, están cerrados. A nuestra izquierda, percibimos que la soledad de la autopista Francisco Fajardo sólo es perturbada por pocos motorizados, algunos vehículos, y oficiales de policía que otean la movilización.
“Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer”, “revocatorio ya”, y consignas contra la inseguridad y la escasez son la norma en el trayecto. Vemos muchos abuelos, algunos con andaderas, niños cargados en los brazos de sus padres, jóvenes estudiantes, grupos familiares, profesionales y obreros, personas con discapacidades físicas, y hasta representantes de los pueblos indígenas que viajaron desde el estado Amazonas para participar en la protesta. Todos juntos colapsamos la calle.
Cuando es la 1:00 pm, alcanzamos la meta, la avenida Francisco de Miranda. Las capturas áreas aparecen, violando una absurda prohibición del Ministerio de la Defensa de que no se podían usar drones durante la manifestación, cuya intención evidente era evitar que se conociese el tamaño de la convocatoria. Las fotografías panorámicas, ya difundidas en las redes sociales, inundan los teléfonos de quienes ahí estamos y las observamos con asombro. Sabemos que somos cientos de miles.
Empezamos la vuelta a casa, hemos cumplido el cometido: expresamos en la calle pacíficamente nuestro deseo de un referendo revocatorio este 2016 para el presidente de la República, y el gobierno y el mundo nos vieron. Lo más importante, nosotros nos reconocimos pacíficos, democráticos, decididos, y ceñidos a los objetivos.
La actitud positiva de los manifestantes contrastó con los terroríficos anuncios del gobierno para el 1 de septiembre. Desde lunes en la tarde, el gobierno inició una campaña comunicacional que interpretó la protesta de la oposición como un golpe de Estado y una insurgencia civil. El segundo al mando del partido oficialista, Diosdado Cabello, llegó a anunciar que las fuerzas de seguridad capturarían preventivamente líderes de la oposición que estuviesen incursos en una supuesta conspiración violenta contra el presidente Maduro (amenaza que se cumplió con detenciones irregulares de los políticos Yon Goicochea y Carlos Melo, ambos del partido Voluntad Popular). Cabello habló de masacres, de planes orquestados por el imperialismo, de sangre en las calles, de cerrar completamente la ciudad de Caracas para que los miles de venezolanos que viajaban desde el interior no pudieran entrar, de armas escondidas en la Universidad Católica Andrés Bello, y hasta de una intervención extranjera.
“Ustedes señores de la derecha, dijeron que el primero de septiembre se acababa todo. Yo creo que el primero de septiembre se acaba la oposición, la oposición arrastrada al imperio norteamericano”, expresó Cabello el 29 de agosto.
Justamente el día antes de la movilización, los caraqueños contemplamos que batallones de policías, soldados y camiones antimotines se desplegaron en toda la ciudad capital, como si se preparasen para una guerra definitiva y final. En la noche del miércoles, el presidente Maduro dijo que estaría preparado para todo lo que pudiese suceder, y habló de apresar a diputados de la oposición (sus principales rivales políticos en la actualidad) por promover el supuesto golpe de Estado.
La película sangrienta, afortunadamente, quedó solo en la imaginación de algunos. En la calle, en cambio, miles de venezolanos sorteamos con tranquilidad las amenazas, bloqueos, obstáculos, y logramos el cometido incluso en un ambiente festivo. La Mesa de la Unidad Democrática afirmó que salimos a manifestar más de 1 millón de personas.
Lo que vendrá
¿Habrá revocatorio este año? En el programa del periodista Vladimir Villegas de este 1 de septiembre, el politólogo John Magdaleno calificó esa pregunta de esotérica, porque no se puede prever qué movimientos hará el gobierno para evitar o retrasar la consulta.
El director del Centro de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello, Carlos Delgado Flores, opinó que el referendo está bloqueado por parte del gobierno, a pesar de la inmensa movilización de ciudadanos que lo pide. “Se trata de imponer pacíficamente a un gobierno militar la voluntad de un pueblo”, comentó.
La Mesa de la Unidad Democrática convocó nuevas marchas para continuar la presión por el revocatorio: a las sedes regionales del Consejo Nacional Electoral el próximo 7 de septiembre; una Jornada Nacional de Movilización de 12 horas en todas las capitales el 14 de septiembre; y la Toma de Venezuela el 15. ¿Aguantará la población opositora este maratónico programa de protestas? ¿Servirán estas movilizaciones para forzar al gobierno a hacer lo que ha prometido no hacer? ¿Qué papel jugarán los militares, quienes ahora administran el país por decreto junto al presidente Maduro?