Javier Contreras, s.j.
Hoy la ciudad suena, con mayor intensidad, a demagogia, propaganda y contradicción, notas de la partitura prepotente que marca el ritmo de la planificación navideña de la Alcaldía del Municipio Libertador, que como toda iniciativa de dicha dependencia encuentra resonancia en el Gobierno nacional, quien se convierte en la fuente de recursos para financiar sus ideas.
Alrededor de 14 millones de dólares se gastan en el festival Suena Caracas, actividad que se estará realizando entre el 28 de noviembre y el 6 de diciembre. Artistas nacionales y extranjeros de diversos géneros musicales se presentarán en los espacios seleccionados para los conciertos, tanto en recintos cerrados como en lugares abiertos. Junto a su talento, los invitados dejarán en Caracas las facturas por su trabajo, los altos costos de transporte, alojamiento y seguridad.
En una coyuntura marcada por la escasez en rubros de alimentación y medicinas, con un sistema de control cambiario que se traduce en dificultades y es foco de corrupción, con la incertidumbre respecto al impacto inflacionario del año entrante, y la baja del precio del barril de petróleo en los mercados internacionales, la iniciativa del Gobierno es regalarle a los caraqueños un festival del que los únicos beneficiados reales son los que cobran por su participación. ¡Extraño obsequio!
Los organizadores del festival pretenden disfrazar el incomprensible despilfarro con la máscara de la democratización de la cultura (objetivo que no se cumple con conciertos gratis), se esfuerzan por tornar en loable lo que debe ser abiertamente censurado. Quizá consideren que el efecto adormecedor que puede llegar a tener la música resulte suficiente para que las personas olviden, así sea por un breve lapso de tiempo, la realidad que se impone con la dureza de las cifras y la desnudez de los hechos. La sedación pasa rápidamente, tan rápido como el Gobierno dilapida millones de dólares en estas reactualizaciones del conocido pan y circo.
Mientras el país requiere inversión y productividad, el Gobierno responde con derroche y clientelismo; cuando el sujeto necesita fortalecerse, la oferta del Gobierno es la cultura del show. Una vez más somos invitados a dejarnos aturdir por el estruendo de la propaganda, a vivir con resignación lo que pasa porque el Gobierno siempre regalará algo… Aprovechando el ambiente musical de la actualidad, resulta pertinente recordar el título de una canción del español Ismael Serrano, Si se callase el ruido.
Es buen momento para callar el ruido, el que produce el populismo, el que proviene de la polarización, el que reproducimos para no pensar y el que puede llegar a borra nuestra propia voz. Que Caracas y el país suenen a esfuerzo, a emprendimiento, a solidaridad y a realidad, esa es la obra en la que el Gobierno debe tener el rol de director de orquesta.