Los rostros de la comunidad de la Universidad Católica Andrés Bello, hablan de sueños, proyectos y compromiso con la reconstrucción del país. Pero, hoy un trabajador ucabista fue llamado a la patria celestial. Los sentimientos de gratitud y admiración afloran entre sus compañeros:
Hoy, 13 de enero, he recibido una noticia que me laceró el alma. Se nos fue Yunis. Desde sus inicios en la UCAB, cuando estudió Filosofía -yo era Directora de la Escuela-, además de ser mi alumno, Yunis siempre fue un amigo, un colaborador insigne. Su imposibilidad de moverse con las piernas, la suplió con una profunda habilidad con el uso de sus muletas y su sonrisa. La ayuda que nos prestó en Postgrado fue invaluable, como invaluable fue su amistad. Hasta luego, Yunis, sé que iluminarás a todos en la Gloria con tu sonrisa.
Por Corina Yoris-Villasana
Como profesor de teología y como cristiano, siempre me pregunto cómo puedo ser un hombre de fe en la cotidianidad de mi día a día. Es difícil encontrar la fórmula, pero debo decir que conozco a mucha gente que vive la magia de la fe en la pesadez de la existencia y hace que todos gocemos por instantes de la alegría de la vida. Una de esas personas fue Yunis.
Las muletas le impedían caminar, pero siempre iba por delante de todos haciéndole el camino más llevadero y fácil a los estudiantes, a los profesores, a los directores, al personal administrativo, a sus muchachos de la catequesis y sobre todo a su esposa y a su hijo.
Le costaba caminar, pero su corazón iba siempre delante. Se preocupaba por todos, desde quienes no tenían como seguir adelante en los estudios, hasta por tontos como yo que escasamente sabemos algo del sistema Banner. Así como adoptó un niño y lo hizo su hijo, nos adoptó a todos en su corazón y nos hizo hermanos. Más que un trabajador, Yunis supo ser un hermano que iba más allá de la eficiencia y alcanzaba la caridad para con todos.
Yunis era mi amigo, y creo que amigo de todos, le doy muchas gracias a Dios por haberlo conocido y espero poder encontrarlo algún día en la gloria del cielo.
Por Manuel Antonio Teixeira Sequeira