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Yo el Supremo

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Foto: Archivo Web

Por Noel Álvarez 

La escritora mexicana, Lucia Melgar, quien en varios de sus escritos ha analizado el poder adquirido por los dictadores latinoamericanos, después del proceso independentista, dice lo siguiente: “Hoy, muchos gobernantes de carne y hueso ya no escriben ni leen, tampoco asumen la responsabilidad de sus actos. Persiste en muchos, el sueño del poder absoluto, así sea mediante la imposición del terror”.

Continúa reflexionando Melgar y advierte “conviene recordar una voz que le advierte al supremo y a nosotros: No acabará esta especie maligna de la sola-persona hasta que la persona-muchedumbre suba en derecho de sí a imponer todo su derecho sobre lo venenoso y torcido de la especie humana”. Esta consideración hecha por la escritora, surge a partir de su análisis de la novela: “Yo el Supremo”, del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, quien enfrentó y sufrió los rigores de la dictadura de Alfredo Stroessner, en Paraguay.

A partir de la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, quien gobernó férreamente Paraguay durante casi tres décadas del siglo XIX, se construye, la novela Yo el Supremo, esta obra pone de manifiesto un ataque directo al poder y al autoritarismo político, destacando la represión vivida por el pueblo paraguayo durante el reinado del supremo. La obra muestra las contradicciones que conlleva el ejercicio del poder autoritario. Rodríguez de Francia representa la figura del caudillo latinoamericano que surge a partir de la ruptura del continente americano con su metrópoli española.

La ruptura de la ley y el orden permite el ascenso de figuras militares y civiles, autóctonos, que se hacen del poder dictatorial perpetuo. Justo después de la declaración de independencia, se establece un momento de inestabilidad política y anarquismo donde el poder se sustenta de manera muy débil en las autoridades tradicionales. Éste vacío de poder que se presenta en los nuevos Estados Latinoamericanos allana el camino al nacimiento de la supremacía caudillista que asegura defender los intereses de estos nuevos Estados-Nación emergentes.

El poderío absoluto de Gaspar Rodríguez, le permitió crear una policía secreta, implementar el cierre comercial de fronteras, lo que hizo que el paraguayo, se convirtiera en un gobierno autosuficiente. Yo el Supremo, conserva su relevancia para el mundo actual, aun cuando, la figura más representativa de la dominación extrema ya no sea un dictador ilustrado, libertador de la Patria, sino el gobierno de nadie.

El supremo, como dictador perpetuo, impone que la única voz escuchada en sus dominios sea la suya y que todos sus súbditos sigan el camino marcado por él, porque está convencido de que ese es su destino. Cualquier opinión discordante, cualquier discurso crítico deben ser acallados, ya que, cuando un dictador quiere algo, lo obtiene, sin importar que tan brutales sean los métodos utilizados para alcanzarlo.

Rodríguez de Francia, opuesto a la superstición y a la manipulación religiosa, convencido del laicismo y empeñado en garantizar la integridad y grandeza de su país, amenazado por vecinos y potencias extranjeras, cierra las fronteras, somete al clero y le expropia sus bienes; crea un ejército de ciudadanos-soldados y reforma la educación conforme a un ideal cívico que inspira amor a la patria y reverencia al poder absoluto; se arroga la soberanía, que solo volverá al pueblo tras su muerte, y así se justifica como representante y protector de éste.

El tirano paraguayo escribió su biografía en un cuaderno privado, intentando preservar su imagen para la posteridad. En su semblanza reflexiona sobre la palabra y la soledad del poder. Su aspiración más cara era poder superar a la muerte, lo que el autor-compilador le otorga en un momento, sin por ello salvarlo de la condena de su pueblo ni de quienes leen su historia. La mano suprema que escribió, desde la tumba no puede evitar la quema de sus manuscritos, ni el juicio último del compilador que los rescata, reúne y anota.

Historias como las de Yo el Supremo, las encontramos a lo largo y ancho de Latinoamérica durante todo el siglo XX. Hasta llegar al presente día, donde en algunos países, como en el caso de Venezuela, se ha entronizado una caterva de individuos que forma parte, ya no de un grupo nacionalista, como sí, de una kakistocracia que representa los intereses de un proyecto de dominación transcontinental. No quiero entrar en el terreno de los adivinos, pero las circunstancias concomitantes en este problema, me llevan a creer que, el revoltijo de individuos que controla, de facto, los destinos de nuestro país, no renunciará voluntariamente a ese privilegio, a menos que, el ala democrática del país, revestida con el apoyo del verdadero soberano, actué con fortaleza, determinación y valentía.

 

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