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Yendri Velásquez: “el cambio de la narrativa del papa le puede dar mucha paz a las personas LGBTQ+ creyentes”

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Por: Emmanuel A. Rodríguez O., s.j.*

En esta segunda historia, la historia de Yendri Velásquez, encontraremos el relato de un joven caraqueño activista por los Derechos Humanos de la población LGBTIQ+. Aunque no se considera católico, tiene una visión amplia de la Iglesia que permite entablar un diálogo entre lo que sucede hoy y los desafíos que tenemos en el horizonte de nuestra fe. Es una historia con muchas propuestas que involucran su activismo y su opción preferencial por las víctimas de violaciones de Derechos Humanos por parte del Estado venezolano. El Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+, del cual participa, tiene como objetivo ofrecer información amplia, detallada y confiable sobre las violencias que sufren las personas LGBTIQ+ en el país. Veamos su historia. 

ER: Me gustaría saber quién es Yendri Velásquez 

YV: Soy defensor de Derechos Humanos, específicamente activista LGBTIQ+. Tengo 31 años. Empecé en el activismo LGBTIQ+ no necesariamente desde los Derechos Humanos, sino desde el espacio político partidista ya hace once años y eso me sirvió mucho como escuela, como base para todo lo que ha sido luego el activismo dentro de las organizaciones y la construcción de alianzas, la articulación que, al final, va siempre intrínseco a cualquier labor que uno ejerza dentro de la defensa de Derechos Humanos, que es la construcción de redes, del tejido social y el ejercicio de la Democracia. Entender el activismo como un todo dentro de la defensa de Derechos Humanos. He trabajado en varias organizaciones: Amnistía Internacional Venezuela, también en la organización Somos y luego ya más reciente fundamos el Observatorio de violencia LGBTIQ+, que es una organización joven, tiene apenas dos años, pero que desde allí documentamos distintas formas de violencia y discriminación en contra de las personas LGBTIQ+, específicamente por su orientación sexual, expresión e identidad de género. También acompañamos a través de asesoría legal y acompañamiento psicológico, tanto individual como en grupos de apoyo que estamos llevando adelante en seis ciudades del país.

ER: Además de los grupos de apoyo y del acompañamiento individual, ¿qué otras actividades llevan adelante ustedes?

YV: Además de eso, que es el contacto directo con las víctimas, con las personas en necesidad. También hacemos todo un tema de incidencia internacional, de elevar la voz de lo que está sucediendo en el país, a instancias de Derechos Humanos regionales y universales. También hemos hecho un poco de activismo de calle y hemos acompañado las exigencias ante las instituciones del Estado venezolano que sabemos que lamentablemente llevan a cabo una política de homofobia y transfobia de Estado a través de la invisibilización, la negación y la violación directa a los Derechos Humanos en las personas LGBTIQ+. También hemos hecho generación de conciencia a través de conversatorios, charlas, encuentros entre activistas y organizaciones en aras de fortalecer la tarea de documentación, dentro del activismo, como una oportunidad de visibilizar otras realidades.

ER: ¿Quienes conforman el equipo de este Observatorio?

YV: El equipo está conformado por personas LGBTIQ+ principalmente, también tenemos personas aliadas, que eso también para nosotros ha sido un pilar fundamental, no solo conocer y haber vivido la experiencia directa de discriminación, de violencia, sino también personas desde otros espacios y otras vivencias que puedan empatizar y trabajar con la población LGBTIQ+. Tenemos un par de psicólogos, un par de abogados y un estudiante de sociología que nos han ayudado con todo este tema de la documentación y el seguimiento de casos; tenemos una trabajadora social que acompaña todos los casos de derivación y las necesidades humanitarias que se presentan en muchos de los casos que llegan al Observatorio y que por la realidad del país tienen todas estas necesidades desatendidas.

Ese es el perfil de quienes conforman el equipo, principalmente gente joven. Estamos siempre tratando de buscar la profesionalización de lo que hacemos. Hemos recibido también apoyo de organizaciones locales que son muy importantes como CIVILIS, COFAVIC, incluso Amnistía Internacional, que ya tienen una larga experiencia en atención a las personas, a las víctimas. Ha sido una oportunidad increíble de poder mejorar las herramientas que tenemos para cada vez ofrecer un mejor servicio y una mejor atención a la gente que está pidiendo ayuda y que está viviendo estas situaciones que pasan tan común y que a veces, lamentablemente, no llegan a ser tan visibles como deberían.

ER: ¿Qué diferencia al Observatorio de otras organizaciones LGBTIQ+?

YV: Se me ocurren un millón de cosas, pero a mí particularmente me llena de orgullo el compromiso que tiene cada uno de los miembros y personas que forman parte del Observatorio. El compromiso que tienen de poner a las víctimas, a las personas, en el centro del quehacer, incluso a veces cuando el contexto es tan complejo tratamos de hacer todo lo posible para prestar el mejor servicio a la gente, tratar de estar disponibles para cualquier persona LGBTIQ+. Me llena el corazón que, en un contexto tan complejo como el que vivimos, tratamos de dedicarle nuestro tiempo, nuestra pasión, nuestra dedicación a servir, a acompañar a la gente, a cuidar. Al final todo lo que hacemos en el Observatorio son principalmente tareas de cuidado, es el tema psicológico, el tema legal, pero también es tratar de acompañarnos y entender desde la empatía y la solidaridad los procesos que están viviendo cada uno y cada una de las personas que llegan.

Eso lo he dicho en muchas ocasiones sobre los grupos de apoyo, que era como lo más bonito que había podido experimentar y que he hecho con mi trabajo, porque al final uno ve cómo cambia la gente de inmediato, y tengo el mismo sentimiento con el Observatorio. Si por la ley nueva o por el contexto o por falta de financiamiento, no podríamos seguir haciendo nuestro trabajo, sería muy lamentable, pero también me iría con toda la satisfacción de que hicimos todo lo posible para atender de la mejor manera a todas las personas que llegaron y tratar de darle las herramientas posibles para gestionar la discriminación en un contexto donde la desprotección es una política de Estado.

ER: Haciendo referencia justamente al Estado, ¿cuáles son las patas cojas que este tiene en cuanto a la población LGBTIQ+?

YV: Lamentablemente el Estado venezolano, Venezuela como tal, es uno de los últimos países en Latinoamérica en el avance de materia de derechos de personas LGBTIQ+ y a veces nos enfocamos mucho en los temas muy polémicos como el matrimonio igualitario, pero hay otras cosas muy específicas, se trata de la vida de la gente que no se están atendiendo hoy; por ejemplo, nosotros hemos documentado, a partir de un registro que hizo el Observatorio de personas trans asesinadas que está ubicado en Viena, que en los últimos 16 años han habido 138 asesinatos de mujeres trans y de ninguno de los casos hay información. ¿Se le garantizó justicia a esa víctima?, ¿hay un proceso abierto?, ¿hubo una pena a los criminales que cometieron el delito? Hay una opacidad absoluta con respecto a esto.

Lo que sí es evidente es que no hay ningún tipo de política para tratar de prevenir otros asesinatos basados en identidades de género de las personas. Es un tema preocupante, porque podemos tener una discusión teórica sobre la teoría de género y desde la perspectiva biológica y médica de las identidades y la expresión del cuerpo, pero al final estamos hablando de la vida de la gente, de un derecho humano básico fundamental, que es el derecho a vivir una vida libre de violencia, derecho a vivir en general y hoy el Estado no está cumpliendo con su deber de garantizar ese derecho.

Lamentablemente lo podemos revisar en cada uno de los temas: no hay protección en contra el acoso escolar ni medidas de prevención contra el acoso escolar basado en orientación sexual, identidad y expresión de género. Tú ni siquiera estás asumiendo que el niño es LGBTIQ+ solo que existe un problema que es el acoso escolar donde a los niñitos le están diciendo nombres e insultos peyorativos por ser o parecer LGBTIQ+, y el Estado tiene que intervenir.

El informe de Tamara Adrián, para dejar de ser fantasmas de hace algunos años, demostró que en Venezuela sucede igual la correlación entre el acoso escolar homofóbico, lesbofóbico, transfóbico y la ideación suicida en niños y adolescentes. Es un problema que está ahí, que lo estamos viendo a través de PsicoData y de varios estudios. Este es uno de los temas que tampoco tiene ninguna política de Estado para prevenir, para atenderlo, para garantizar que haya algún tipo de respuesta ante esta problemática. La violencia dentro de las casas, de los hogares, que, aunque no represente un número significativo, al final cuando hacemos las totalizaciones de cada año, los niveles de violencia son mucho más altos, aunque los casos sean menores, pero la violencia dentro de los hogares es mucho más violenta, valga la redundancia, que cuando lo comparas con el acoso callejero o con otras formas de violencia. El espacio que debería ser más seguro para todas las personas, que es nuestro hogar, no lo está siendo para las personas LGBTIQ+ como hoy no lo está siendo para las niñas, para las mujeres en general.

Vemos que hay un tema de ausencia absoluta del Estado para tratar de generar cosas sencillas, que no tienen que ver ni siquiera con intervenir en mayor escala porque en algunos espacios de diálogo y conversación con representantes del Estado nos han puesto muchas excusas: “que no hay dinero, que las sanciones nos tienen bloqueados de poder ejecutar dinero”, pero el Estado venezolano tiene una red, una hegemonía comunicacional inmensa ¿por qué no sacan una campaña de promoción y de prevención de la violencia basada en estos temas LGBTIQfóbicos? Es una cosa que no costaría demasiado dinero; el Estado podría hacerlo incluso con temas de violencia de género, de prevención del suicidio, de un montón de cosas, pero al final vemos que no es un tema prioritario para el Estado que, por el contrario, quienes hoy ejercen sus funciones están desarrollando narrativas homofóbicas, transfóbicas, de segregación y discriminación a las personas por su orientación sexual, identidad y expresión de género.

Lamentablemente hoy en día, con todas la vinculación de iglesias en las instituciones del Estado, específicamente las neopentecostales, hay un grupo que es pequeño, pero que hace mucho ruido, que son precisamente quienes se oponen a la garantía de derechos de las personas LGBTIQ+ y no en temas más sensibles como el matrimonio, sino que incluso promueven formas de violencia, como lo son las terapias de conversión, eso sucede aquí en el país, se promociona incluso en redes y en distintos canales y vías de comunicación.

Vimos el año pasado cómo en Globovisión hicieron una entrevista donde una de sus invitadas promovía las terapias de conversión; también una diputada de la Asamblea Nacional lo hablaba en su programa de radio y al final no pasó nada, a pesar de que los activistas denunciamos, alzamos la voz e incluso pusimos denuncias ante las instancias. Lamentablemente, las terapias de conversión, que las Naciones Unidas reconoce como formas de tortura y tratos crueles, se siguen promocionando y siguen sucediendo en el país.

Hoy el Estado se ha hecho de vista ciega y de oídos sordos antes estas demandas y ante esta problemática que se vive en las distintas regiones del país que, además, tiene una afectación profunda en la salud física y mental de las personas LGBTIQ+, además con unos daños que pueden perdurar toda la vida. El tema de las consecuencias en la ideación suicida es muy fuerte y también está muy vinculada a haber sufrido terapia de conversión en algún momento de la vida. Hay un montón de cosas que están sucediendo hoy, que hay registros, que se lo hemos presentado a distintas instancias y que lamentablemente el Estado todavía no genera políticas públicas ni programas para atender las distintas situaciones.

ER: ¿Qué crees tú que hace falta para que el Estado ponga en marcha estas políticas?

YV: En general, hay que dar unos pasitos atrás. Obviamente la recuperación de la institucionalidad, de sistemas democráticos, de autonomía de las instituciones, de ratificar en los funcionarios y en las funcionarias públicas, en los operadores y operadoras de justicia y de cada una de las instancias del Estado a nivel nacional, regional y municipal, el compromiso que debe haber con una labor fundamental de las instituciones públicas en el cumplimiento y garantía de Derechos Humanos sin ningún tipo de discriminación.

ER: Hablabas también de los datos que maneja el Observatorio, ¿podrías decirnos aquellos que son más relevantes para nuestra población?

YV: Puedo ir mencionando que los niveles o el aumento de los discursos de odio, los discursos basados en prejuicios, han ido ganando espacios cada vez más, no solo en los funcionarios del Estado, sino también en otras personalidades públicas, representantes de universidades, influencers, que están asumiendo el discurso de teorías conspirativas, de desinformación para atacar los derechos de la población LGBTIQ+, de mujeres y niñas. Es una de las cosas que a nosotros nos preocupa porque los discursos públicos moldean y validan otras ideas o creencias en las personas. Cada vez que estos discursos de odio ganan más espacios, se validan más en el imaginario común la necesidad de violentar, de discriminar y de segregar a las personas sencillamente por no tener la misma orientación que yo, por tener una identidad de género no normativa o incluso una expresión que no necesariamente se atiendan a ideas más tradicionales.

Es una de las cosas que en los registros nos ha llamado mucho la atención y nos preocupa muchísimo es que, en lugar de atender este problema, las instituciones se han abocado a replicar estas narrativas de desinformación y de teorías conspirativas que al final hacen mucho daño, no solo a largo plazo sino en lo inmediato. Ninguna persona quiere ser LGBTIQ+ porque nadie está dispuesto, nadie quiere, nadie sueña con tener que vivir violencia en ningún espacio, o sea, es muy complejo a veces explicar todas las cosas que uno vive sencillamente por ser LGBTIQ+, pues ninguna persona heterosexual se ha tenido que enfrentar a la idea de “cómo le digo a mi familia que soy heterosexual”.

Son temas que resultan ser muy íntimos, muy personales, pero al final es político y es público porque es un problema que estamos viviendo una cantidad inmensa de personas y no hay ningún tipo de respuesta del Estado, pero tampoco ningún tipo de respuesta dentro de los colegios, las universidades, las iglesias, los trabajos, las empresas, los emprendimientos. El resto de la sociedad también tenemos responsabilidades de ir construyendo un clima más de paz, de inclusión, de respeto a la diversidad. Hace falta que tomemos algunas medidas adicionales a lo que estamos haciendo en nuestros espacios. Las violencias dentro del espacio laboral es un problema que ha ido creciendo más a pesar de que en Venezuela se cuenta con un artículo dentro de la ley del Trabajo, Trabajadores y Trabajadoras que prohíbe la discriminación laboral por la orientación sexual. La gente encargada de hacer cumplir esta normativa no tiene ni la sensibilización ni los mecanismos para hacerlo efectivo.

ER: Es obvio que ha habido un avance importante en cuanto a la aceptación de la población LGBTIQ+ en Venezuela; sin embargo, una de las preguntas que siempre me hago es si la población venezolana, si la sociedad, está preparada para aceptar esto abiertamente, ¿qué piensas al respecto?

YV: Siempre he tenido un conflicto con esa pregunta, porque al final esto es como preguntarse, en su momento, si la sociedad estaba preparada para que los negros dejaran de ser esclavos. La sociedad tiene que estar preparada para el avance, porque garantizar el derecho humano en las personas de cualquier población específica significa avance para toda la sociedad, fortalecimiento de los sistemas democráticos, reducción de las desigualdades, progreso. En el mismo cumplimiento de derecho, en el mismo cumplimiento de la ley se empieza a educar. Es una herramienta pedagógica para enseñarle a la gente la necesidad de estas medidas y de estas políticas.

Obviamente es complejo, particularmente en Venezuela, que lo que nos define es la complejidad de todo, de la situación política, social, económica, cultural y de los retos que afrontamos. La garantía de derechos para las personas siempre va a significar progreso y desarrollo para las poblaciones, para las sociedades, para las comunidades, así como también la negación, la violación de derechos, aunque sea para una persona, también significa el retraso y la violación de derechos para toda la sociedad. En la garantía de derechos de otros no se limitan mis derechos, por el contrario, se amplían, eso se lo escuché a la defensora Lexy Rendón, del Observatorio de Paz y quedó conmigo. En la medida en que entendamos eso, vamos a tener la capacidad de construir sociedades más orientadas hacia la diversidad, hacia la paz y hacia la convivencia pacífica, que debería ser una de nuestras metas.

ER: Hablando del papel de las iglesias que tú ya mencionabas un poco, ¿cuál crees que puede ser la postura de la Iglesia Católica dentro de este asunto?

YV: La Iglesia Católica tiene demasiadas líneas que no necesariamente siempre están en sintonía con respecto a algunos temas. Esto precisamente lo vemos en el tema de la diversidad de género o en el tema de la mujer; por ejemplo, vemos cómo grupos como el Opus Dei hoy forma parte de toda esta avanzada antiderecho, no solo en Venezuela, sino a nivel mundial. Está avanzando en contra de derechos de ciertos grupos poblacionales. Hoy el Papa ha tenido unas posiciones más reflexivas alrededor de la posición y la política de la Iglesia sobre la diversidad sexual. Nos toca reflexionar acerca de los prejuicios que hemos tenido y las responsabilidades que hemos tenido en la ejecución o en el desarrollo de alguna forma de violencia y discriminación.

Hay muchísimo que reflexionar sobre el rol que ha tenido la Iglesia históricamente en la imposición de algunos modelos de sociedad que no necesariamente reflejan lo que se vive en el día a día, porque a lo mejor, y creo que pasa con todas las instituciones al final, una cosa es la que se vive en la institución más alta, en el Vaticano, pero otra cosa es la que te encuentras en la parroquia. Al final también representa lo que está pasando con la democracia a nivel mundial, la crisis de representación. Mientras las discusiones, las políticas y las decisiones se tomen alejadas de la realidad de la gente cada vez las instituciones van a estar mucho más lejos de representar genuinamente, de ser espacio de encuentro. Las personas LGBTIQ+ no vamos a dejar de existir porque una Iglesia lo diga, porque una religión lo imponga.

¿Cómo si somos hijos de Dios estamos encontrando discriminación y violencia en el lugar y en la casa que debería ser abierta para todas las personas? A mí me da mucha risa hablar de esto, porque además tengo algunas posturas públicas que la gente asume que yo no creo, que yo no soy creyente, que soy ateo. Yo soy creyente, el tema es que yo no lo digo ni uso la religión para el activismo, además mis creencias, no solo a nivel espiritual, sino a nivel de valor, me han hecho alejarme de las instituciones religiosas, precisamente porque no encuentro ningún tipo de espacio allí. Me ha pasado un par de veces que he ido matrimonios de primos y de repente el padre sale con un tema homofóbico. Ratifico mi idea de por qué no voy para misa, sino nada más en un matrimonio o en un funeral y también me ha pasado que acompañaba a familiares a iglesias evangélicas y también de repente veo que le están haciendo un exorcismo a alguien porque tiene un espíritu de la homosexualidad. Son espacios que hoy están siendo muy violentos para las personas LGBTIQ+ y que hacen vivir a las personas creyentes y que profesan ciertas religiones con una culpa muy grande, con un peso muy grande de ser quiénes son.

Yo lo hablaba hace algunos años con un amigo que fue a la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa en Panamá. Él es abiertamente gay. Y discutía con él sobre cómo hacía para conciliar esto que forma parte de él con una institución en la que cree, pero que le juzga y le discrimina por esto y él lo que me decía era que “yo sé que lo que soy está mal” y la concepción que tenía era que estaba mal porque era un pecado, era toda esta carga dogmática sobre el tema de la homosexualidad y las relaciones entre personas del mismo género. Me parecía muy triste cómo la institución que debería ser un refugio para ti y acompañarte incluso en el desarrollo de ser mejor persona, te hace autocastigarte de esa manera sencillamente por ser algo que no puedes controlar porque forma parte de ti.

Yo no formo parte formalmente de la Iglesia Católica y, lo digo desde el activismo, tengo una posición muy dura con respecto a la responsabilidad que ha tenido la Iglesia en toda la construcción de políticas discriminatorias a nivel mundial e incluso en la creación de leyes que tienen sus basamentos fundamentales en la religión, por ejemplo, cuando hablamos de relaciones antinatura, que era una cosa que aparecía en el código militar venezolano y que castigaba las relaciones homosexuales por considerarse antinatura.

También entiendo como persona, como ser humano, que todo el cambio de la narrativa del Papa le puede dar mucha paz a las personas LGBTIQ+ creyentes y pueden encontrar allí una ventanita para poder hacer cambios más estructurales dentro de la Iglesia y dentro de la forma de hacer vida de las distintas religiones, porque al final si el Papa, como representante de la Iglesia Católica, empieza con esta discusión, abre discusiones en otros espacios religiosos. A la Iglesia lo que le toca, así como al Estado en su momento, es reconocer lo que sucede y abrir y abandonar algunos dogmas y prejuicios que permitan a la gente acercarse más a su fe.Yemri Velázquez

 

ER: Para ir finalizando me gustaría conversar de la Revista SIC. Ella tiene un tono propositivo que busca proponer algunas soluciones, algunas alternativas. ¿Cuál crees tú que puede ser el apoyo de la revista para todo el trabajo que haces y, al contrario, cómo la revista se puede ayudar del trabajo que hace el Observatorio?

YV: Más allá de apoyar al Observatorio individualmente, ya la revista SIC está abriendo algunas discusiones que considero son importantes, de hecho, leí hace poco una entrevista que le hicieron a Tamara Adrián y me pareció una entrevista increíble porque visibiliza algunas cosas particulares, no solo el tema LGBTIQ+ en particular, sino cómo las personas LGBTIQ+ también podemos aportar en otros espacios de la sociedad y ayudar a desmitificar y a desmontar prejuicios sobre la diversidad sexual, para eso es importante generar este tipo de conversaciones y discusiones desde estas perspectivas.

Tener la capacidad de discernir abiertamente sobre lo que estamos haciendo, lo que hemos estado haciendo que a lo mejor ha facilitado o ha ejercido alguna forma de violencia y discriminación en contra de otras personas y empezar a pensar qué puedo hacer a partir de hoy para cambiar esta actitud, este paradigma, que me ha llevado a discriminar, a violentar a personas sencillamente por ser quienes son, amar a quienes aman, o expresarse en la forma en la que se expresan. El trabajo que están haciendo desde SIC me parece muy valioso porque abre espacios de conversación, de reflexión, de pensarnos en comunidad, en sociedad.

Obviamente desde el Observatorio siempre estamos interesados e interesadas en tener las conversaciones que a veces pueden ser incómodas, pero esa es una de las formas de crecer individualmente y como sociedad. Hoy tenemos más acceso a la información que nos hace ver otras realidades con otros matices y otras perspectivas que necesariamente antes no estaban presentes. La revista SIC debería continuar haciéndolo, promoviendo este tipo de discusiones, de conversaciones, de encuentro y desencuentro en perspectiva sobre algunos temas, porque al final te va a dar la capacidad de poder pensar y reflexionar un poco más y no seguir en este modo automatizado donde, lamentablemente, replicamos modelos de exclusión y discriminación.

ER: La idea un poco de este ciclo de entrevistas es incluir a las minorías, dar voz a aquellas personas que hacen un gran trabajo. Tu visión crítica ayuda a crear conciencia y a conversar juntos.

YV: No pretendo tener una visión crítica para destruir algo, sino para mejorar, entender que las instituciones, las personas, los procesos, todo es perfectible y que, a través del diálogo, de la conversación, lo logramos, para que la gente esté mejor, se sienta más recibida dentro de las organizaciones, dentro de las iglesias, dentro de las instituciones del Estado y así podamos servir de la manera más amplia y beneficiosa para toda la sociedad.

ER: Muchas gracias, Yendri.

 Emmanuel A. Rodríguez O., s.j.

* Jesuita en formación, Bachiller en Filosofía (ITER-UCAB); Licenciado en Psicología (UNIMET); Cursante de la Especialización en Psicología Clínica Comunitaria (UCAB) y de la Maestría en Psicología Social (UCV).

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