Kemel David Palis Vivas
La semana pasada la presidenta de Chile Michel Bachelet sorprendió a la opinión pública con el anuncio del cambio de gabinete ministerial. En palabras de la jefe del Estado “me voy a dar 72 horas para tomar la decisión de quiénes se quedan y quiénes se van “. La noticia impactó por la forma y el momento de la emisión, ya que semanas atrás, la mandataria había dicho que si hiciera una reforma se anunciaría por los canales regulares como la firma de un decreto ejecutivo en acto protocolar tal como se acostumbra en el palacio de la moneda y no en un programa de televisión.
Existen varias hipótesis que se han manejado desde los diferentes medios de comunicación y por algunos especialistas chilenos en materia política. La principal de ellas se basa en la caída de popularidad que ha sufrido la mandataria en las últimas encuestas, especialmente después de los escándalos de corrupción que se suscitaron durante los últimos meses en Chile. Una dura crisis de popularidad que se confirmó después de la publicación de la encuesta del Centro de Estudios Públicos – CEP.
Para abril de 2015 la encuesta CEP arrojo que casi seis de cada diez personas, desaprueban la gestión de la presidenta indicando, además, que dicho rechazo aumentó tres puntos porcentuales en un mes y revelando que la aprobación al gobierno se encuentra en su mínimo histórico durante el actual período. El ahora ex ministro del Interior Peñailillo, registró una cifra de desaprobación de siete de cada diez personas; una de las caídas más significativas, después de Michelle Bachelet; razón por la cual fue removido del gabinete ministerial chileno.
La encuesta CEP mide, además, la percepción de las personas sobre la situación nacional arrojando que cuatro de cada diez encuestados ven como mala la situación actual; niveles que no se veían desde el periodo noviembre-diciembre 2008, durante el primer gobierno de Bachelet.
Actualmente seis de cada diez personas no simpatizan con ninguna de las dos tendencias políticas mayoritarias. Los partidos políticos no cuentan con la confianza de las personas, ya que apenas un tres por ciento confía en ellos; cifra que se encuentra en mínimos históricos desde el año 2007. Tanto partidos políticos de izquierda como de derecha, son desaprobados por los ciudadanos; solo el doce por ciento aprueba a los partidos de la alianza (Derecha); y un quince por ciento a los de la nueva mayoría (izquierda). La desconfianza hacia las municipalidades como institución aumentó en ocho por ciento, hacia el gobierno en quince por ciento, y en cuanto a la percepción de corrupción en el servicio público, el incremento es once por ciento en solo seis meses.
La reforma del gabinete ministerial parece que diera un vuelta a la moneda, en el sentido de que se produce una afirmación interna de liderazgo político de la presidenta, en búsqueda de alianzas para las reforma propuestas; propone una alineación de las filas políticas en miras a levantar expectativas internas dentro de sus seguidores; refina el gabinete, con un nivel más técnico para mejorar los resultados de gestión hasta ahora alcanzados; y propicia una apertura al diálogo político con nuevos actores.