Alfredo Infante sj
En menos de 12 horas recibimos dos amenazas de muerte. ¡Increíble!. No termino de procesar con indignación y dolor el hecho. Estas amenazas son expresión del deterioro de nuestra convivencia ciudadana. No, no han sido amenazas de actores políticos sino de sujetos, que con el corazón envenenado por la violencia, están dispuesto a llevarse por delante a quien se le atraviese en el camino. Lo indignante es que la causa de dichas amenazas ha sido el cumplimiento, por nuestra parte, de las normas; ABC de una convivencia ciudadana pacífica.
Primera amenaza: “el viernes 24 de mayo, a eso de las 8 de la noche, un grupo de compañeros jesuitas regresábamos a nuestra casa, después de haber pasado el día en la UCAB, donde estuvimos participando en la jornada de Constructores de Paz y en la celebración aniversario del Proyecto Casa de Los Muchachos, que lleva la fundación Huellas de Jesús, en La Vega. En el trayecto veníamos compartiendo nuestra alegría de ver como cada año van fortaleciéndose los esfuerzos por la paz desde la iglesia y los movimientos sociales. Ya cerca de nuestra residencia, el compañero Rafael Garrido sj, quien generosamente nos dio la cola hasta La Pastora , activó las luces de cruce indicando que iba a doblar a la izquierda y de repente un par de motorizados emergió de la oscuridad, nos pasaron justo por el lado, rozando, y por poco tuvimos un accidente. Inmediatamente, mientras abríamos el portón, los motorizados con tono amenazante se acercaron a nosotros y rondando con sus motos, amenazaron con matarnos. Hicimos silencio. No reaccionamos. Cualquier respuesta de nuestra parte era contraproducente. Un gatillo se activa con facilidad. Su argumento era sui generis, <si los matamos, es por culpa suya>. Estuvimos a punto de ser unos <muertos culpables>, otro curioso venezolanismo del siglo XXI. Finalmente, se arrepintieron y siguieron su camino vomitando improperios contra nosotros. Ellos infringieron la norma, estuvieron a punto de matarnos pero se fueron convencido de que tenían la razón y que nosotros éramos unos <estúpidos culpables>, en la raya de ser <muertos culpables>”.
Segunda amenaza: “amaneció el sábado 26, a las 6 am, salimos desde la Pastora rumbo a La Vega a nuestras actividades pastorales de fin de semana. En la autopista, a la altura del Túnel que conecta a Catia con el resto de la ciudad, escuchamos un frenazo enorme ¡un taxista ebrio casi nos choca!. El hombre, de inmediato, cambió de canal, se puso a nuestro lado, ventanilla con ventanilla, y con cara de volcán en erupción nos gritó <los voy a matar>, de inmediato se dobló como quien busca un arma en la guantera de su carro. Luego se asomó, con sus manos en forma de pistola y con gesto amenazador descargó su ira contra nosotros mientras detonaba con su boca los disparos, tatata! Después que descargo su rabia en forma de balas silábicas sobre nosotros, le dio al acelerador y se fue. Aquel hombre nos mató, su corazón estaba cargado de rabia, su imaginación también.”
Estos dos hechos me llenaron de profundo dolor y preocupación por el nivel de deterioro de nuestra convivencia social. El sábado en la tarde, salí a caminar sin rumbo para descargar las energías negativas, orar y reflexionar y mientras caminaba leí en un Kiosco de calle el titular del Correo del Orinoco “ Plan Patria segura reduce 60 por ciento las cifras de homicidios”. Aquel titular me pareció un falso canto de sirena porque la única certeza que me acompañaba era “que vivo de chiripa para contarla”.