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Vivimos en una esquizofrenia existencial

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Rene Bross
Rene Bross

Rene Bros tiene 50 años en Venezuela y siempre ha vivido con los yekuanas en la cuenca del río Caura, estado Bolívar. Dice que conoce a Venezuela desde el mundo indígena, y sin duda esto le da otra perspectiva de cómo analizar los problemas del país.

Minerva Vitti Rodríguez

El 22 de diciembre de 2014 el papa Francisco denunció las 15 enfermedades graves que padece la Curia Romana, entre ellas la rivalidad, los chismes, la falta de humor, el Alzheimer espiritual, la esquizofrenia existencial. Sobre esta última dijo que quienes la padecen olvidan que están al servicio de personas y que viven una doble vida, se limitan a realizar trámites burocráticos, dependen solo de sus propias pasiones, caprichos, manías y construyen a su alrededor muros y costumbres. “Sanar esa enfermedad tan grave es urgente”.

Sobre lo anterior Monseñor Baltazar Porras hizo la pregunta: cuáles de esas enfermedades sufrirá la sociedad y los políticos venezolanos. Esta es una de las interrogantes que nos responde Rene Bros, quien también profundiza sobre el deber de todo cristiano de anunciar el Evangelio, renunciar a las obras del pecado y denunciar los pecados del otro.

—¿Cómo se puede adoptar una actitud profética en estos tiempos?

—Ser profeta tiene que ver con la articulación entre la renuncia, la denuncia y el anuncio. En base a eso uno puede ver un poco el juego. La renuncia cristiana es la renuncia que hacemos en el bautismo al pecado, a todo lo que hace obstáculo para el anuncio del reino de Dios.

Uno puede anunciar y denunciar, pero si no hay una renuncia cristiana, estas no tienen base, porque faltaría coherencia en el discurso. Observamos que mucha gente anuncia y denuncia, y que las palabras van por un lado y la vida va por otro. Es una actitud hipócrita porque no se corresponde con el compromiso de vida de uno.

—En Venezuela, ¿cómo se podrían articular estos tres elementos: renuncia, denuncia y anuncio?

—Lo ideal es que estén alineados los tres elementos para tener una autoridad moral y de ahí ejercer un realismo crítico que no es religioso sino humano. Si no existe la renuncia los otros dos son invalidados. Por ejemplo si en el ser humano están presentes renuncia y el anuncio, pero no hay una lucha contra el mal, es decir, la denuncia, existe una utopía ciega, porque convierte la renuncia en algo estéril. Es el caso de muchos cristianos. Otra situación se presenta con el que quiere denunciar y anunciar pero sin haber renunciado al mal, estas personas viven en una hipocresía en el poder moral y por tanto existe una esquizofrenia. En ambos ejemplos se está fuera de la realidad. También existen los casos en que la persona se queda en lo negativo y el anuncio no surte efecto porque no tiene una propuesta.

En este punto Bros hace referencia al jesuita Benjamín González Buelta quien plantea una mística cristiana de ojos abiertos que ve lo que hay que denunciar y la mística que va más allá de esta: el anuncio. Explica que hay que tomar en cuenta que a veces no es tan fácil denunciar porque puede ser peligroso en esta situación que se vive. “La denuncia en la cuestión política es percibida como debilitar el proceso, pero yo creo que el proceso necesita de una autocrítica (…) esto aplica para los dos: gobierno y oposición (…) Es necesaria, la crítica y autocrítica que permiten reconocer la propia responsabilidad y a partir de ahí establecer una posibilidad de diálogo”, añade el religioso.

—Lo anterior ¿te lleva necesariamente al perdón?

—En Venezuela se habla mucho del amor al pueblo. Pero precisamente es un amor que no perdona sino que culpabiliza al enemigo. Cristo pide amar a los enemigos y para amar a los enemigos está implícito el perdón. El amor que no perdona a fin de cuentas es un amor propio e interesado; y de cierto modo utiliza a los otros, al que uno pretende amar, y no lo respeta, lo manipula. La persona se ciega a una lucha interna y cómo se puede pretender ayudar al pueblo si lo mantiene así. ¿Cómo pretender ser cristiano? Esas son cosas que uno ve y busca un poco el por qué estamos entrampados. Uno habla mucho del seguimiento de Cristo, de amar al pueblo. Yo no pretendo que este sea un discurso solo del gobierno, creo que debe ser un discurso político de todos como cristianos. Ver uno como cristiano cómo se ubica y qué aporta a nivel de reflexión.

Si uno no perdona cómo puedes pretender amar, es el problema del populismo, pretender amar al pueblo si no hay una renuncia que me permita llegar a este amor. Es la relación entre el hombre que es creído y el pueblo que es crédulo. Todo es parte del juego.

—¿Cómo podríamos salir de este juego en lo político?

—A nivel público está entrampado. Si cada quien reconoce su culpabilidad hay posibilidad de diálogo. Pero el diálogo implica renunciar a la dialéctica que confronta a uno con otro para entrar en la dinámica dialógica que busca el diálogo y la negociación. Esto fue lo que nos enseñaron Monseñor Romero y los jesuitas de la Universidad Centroamericana en El Salvador, y por eso los mataron.

—¿A qué tendría que renunciar el ciudadano para ser coherente con su anuncio y denuncia? 

—Debe ser un cristiano comprometido.

—El papa Francisco ha hablado de esquizofrenia existencial.

—Ahí está el problema de la esquizofrenia que justamente uno dice una cosa y hace otra. La esquizofrenia existencial son la hipocresía y el vacío espiritual.  Y ahí viene el hecho de que uno culpabiliza y condena al otro sin ordenar su propia casa. Porque lo cristiano es asumir su propia responsabilidad y empezar a reconocer que uno es pecador, y a partir de ahí uno puede denunciar el mal que hay en la sociedad. Estamos en un juego donde la gente se acusa recíprocamente y nadie llega a nada.

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