Por Javier Vidal
La Fundación Fernando Gómez otorgó el premio 2019 en el rubro de promotor a: VIRGINIA, Virginia Aponte, Como la emblemática canción de Luis Aguilé, Virginia dejó enterrado su corazón cuando salió de Cuba, y como exiliada, migrante y trasterrada hizo de Venezuela razón y pasión de ser, existir y trascender en el estricto concepto católico.
Producto de aquellos días de la marcada “crisis UCAB”, su primer maestro, Marcos Reyes Andrade le ofrece la asistencia de dirección del montaje “Proceso a Jesús” de Fabri, cuando aún andaba redactando su tesis de grado. Un año después fundarían ambos el TUCAB.
Nido y simiente de un centenar de artistas de la escena que aún cargan a su haber el sello de “L’Aponte”. Durante 35 años fue directora de teatro de la Católica Universidad con 120 montajes donde desfiló la más proteica cadena de nuestros clásicos dramaturgos desde Sófocles a Miller, de García Lorca a Georges Bernanos, de Moliere a Egon Wolf.
En su inquietante espíritu didáctico abrió correspondencia en las unidades curriculares de teatro en la Escuela de Comunicación Social de donde provienen sus estudios. Actual directora del profesional Ago Teatro donde ha expuesto su calidad de autora escénica y dramática.
Precursora de la Fundación Medatia dedicada a la formación de niños y jóvenes en situación de pobreza, Virginia se expone como una verdadera misionera laica cuyo evangelio está inscrito en el teatro, herramienta civil para alzar la arquitectura de una mejor civilización.
El camino de la enseñanza quedó en dos títulos que trasciende con el peso de letra impresa: “Un espacio para el porvenir” y “A partir de la Docencia en el teatro UCAB. Una propuesta educativa”. Virginia hizo un claustro de su claustro y levantó una estilística y una ética con la estela invisible que sigue en las nuevas generaciones de TUCAB.
Misión y visión de los inaugurales coliseos jesuíticos de la Francia borbónica llevada a su aggiornamento, al continente intrínseco del teatro: entretener e instruir. No solamente queda y quedará el nombre de un espacio que la recuerda sino el adverbio que la persigue en su ausencia. La inmaculada virignidad de Virginia con la tinta indeleble de “L`Aponte”.