Scroll Top
Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Venezuela y Colombia: escenarios

Composición LR_AFP. Cortesía de La República

Por Félix Arellano

La lista de casos sensibles para la nueva administración del presidente Gustavo Petro en Colombia, que inicia el próximo 7 de agosto, debe ser muy larga y, entre ellos, las relaciones con Venezuela se presentan con una alta intensidad por la diversidad y complejidad de factores interconectados que están en juego y sus repercusiones, tanto en el plano interno, como internacional; en ese contexto, en términos de prospectiva nos plantearnos algunos escenarios, pero su factibilidad depende, en gran medida, de la actitud que asuma el presidente y, sobre ese detalle, reina la incertidumbre.

El Presidente electo debe conocer a fondo los aspectos más delicados en la relación bilateral. Seguramente tiene información de buenas fuentes, entre otros, sobre la presunta presencia en nuestra frontera, extensa, porosa y activa, de grupos irregulares, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) disidentes, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el narcotráfico, el lavado de capitales, las redes transnacionales de los negocios ilícitos, el contrabando y las vinculaciones de algunos de esos temas con el poder.

Nos enfrentamos con una frontera cargada de problemas sociales, como la magnitud de migrantes venezolanos, en su mayoría vulnerables, que se suman a las dificultades internas del país y, además, está generando una creciente xenofobia. Hoy prevalece en la frontera: pobreza, exclusión y un alto índice de delincuencia.

Un territorio de oportunidades perdidas por el irracional enfrentamiento entre los dos Gobiernos que, por razones ideológicas o personalistas, han destruido un espacio que en los años noventa inició un proceso que avanzaba en prosperidad y creatividad, a pesar de las limitaciones. Un espacio que ofrecía opciones de progreso particularmente para la pequeña y mediana industria y, en especial, en la zona del Táchira y el norte de Santander.

El nuevo Gobierno colombiano se plantea el desafío de reiniciar las relaciones, pero es necesario limitar las expectativas; no se puede devolver el pasado, la realidad venezolana en este momento es profundamente diferente. De la Venezuela saudita con la chequera del despilfarro, ha quedado un país en crisis humanitaria compleja con burbujas de ostentación y una profunda desigualdad.

Los radicales a ambos lados de la frontera, enceguecidos por las ideologías que paralizan la capacidad de reflexionar, seguramente esperan un escenario de apertura inmediata y solidaridades mecánicas, retomar el libreto de la lucha contra el sistema. La irracional narrativa de destruir la riqueza que solo genera mayor pobreza, pero facilita el control social.

Desde la visión radical, las relaciones se deben reiniciar inmediatamente, privilegiando los temas políticos e ideológicos, para avanzar en el eje antisistema a escala regional. Ya deben circular proyectos cargados de fantasía revolucionaria, pero sin factibilidad y sustentabilidad. En este contexto, un objetivo fundamental es la recomposición de las vinculaciones políticas para enfrentar al imperio. Un escenario de esta naturaleza solo es posible en un marco de autoritarismo, con el control de medios de comunicación, instituciones y visiones disidentes.

El escenario radical se presenta destructivo e insensato; sin embargo, existe la preocupación que el Presidente electo, en su larga trayectoria política, ha promovido esas narrativas y seguramente muchos de sus fanáticos aspiran una gestión de gobierno radical, donde se privilegien las expropiaciones y la exclusión de los críticos, que seguramente serán calificados de “traidores a la patria”. Una dinámica harta conocida que la historia ha demostrado que no resuelve nada, solo genera pobreza; pero estimula las hormonas y las pasiones.

Ahora bien, debemos reconocer que desde la segunda vuelta de la campaña electoral colombiana y, en particular, luego de los resultados de la elección, el Presidente electo ha asumido una actitud de prudencia necesaria y conveniente. Seguramente, algunos de sus asesores le deben alertar que el giro a la prudencia no ha resultado muy favorable, en términos de apoyo popular, al presidente Gabriel Boric en Chile.

Desde la perspectiva del presidente Petro, ecuánime y dialogante, que para construir gobernabilidad eficiente está creando puentes con las diversas fuerzas políticas del país; que está conformando con minucioso cuidado un equipo de gobierno de colombianos con las mejores credenciales, en su mayoría de la tercera edad, atento de la inclusión y la diversidad; es de esperar que las relaciones con Venezuela se manejen con creatividad, flexibilidad y meticulosa prudencia.

En un escenario de cordura, es de esperar que se asuma la propuesta de reiniciar progresivamente las relaciones diplomáticas y la reapertura de la frontera y, en lo inmediato, el establecimiento de las relaciones consulares, fundamentales para los más vulnerables y para todos en general. Pero como se indicó anteriormente, existen muchos problemas en la agenda bilateral, varios de ellos cargados de opacidad, que exigen la atención del nuevo Gobierno.

El inicio de las relaciones diplomáticas y políticas requiere de una adecuada atención del conjunto de variables que conforman el conjunto. Por una parte, no debería conllevar una alteración abrupta de otras relaciones ya existentes y de particular importancia para Colombia. En este contexto, la reciente reunión del Presidente electo y parte de su equipo con una delegación de alto nivel del Gobierno de los Estados Unidos, encabezada por Jon Finer, asesor de seguridad nacional, contribuye a despejar temores y evidencia el nivel de madurez y equilibrio que se espera del nuevo Gobierno en su política exterior.

La dinámica de la geopolítica internacional, con sus narrativas que destruyen oportunidades, se ha insertado en las relaciones bilaterales, incrementando las diferencias y las aprensiones; en consecuencia, deslastrar la paralizante diatriba geopolítica en las relaciones bilaterales, e incluso de la región, por lo ingenuo que parezca, representaría una auténtica transformación, que podría abrir espacios para emprender diversidad de proyectos beneficiosos para ambas partes.

El comercio y las inversiones son temas interesantes en las relaciones bilaterales, con positivas experiencias en el pasado que requieren de una pronta y exhaustiva atención; empero, no se deben sobredimensionar las expectativas. Venezuela se ha empobrecido, su poder de compra ha menguado significativamente y, además, existen diversos obstáculos que se deberían enfrentar.

En el caso específico del comercio de bienes y servicios, donde existe un legítimo interés en muchos sectores de ambos países para retomar prontamente las relaciones, son varios los aspectos que requieren atención con el objeto de lograr una relación fluida y estable. Al respecto caben destacar: las normas y prácticas de acceso al mercado, la infraestructura y logística comercial, la inseguridad vial, la discrecionalidad en el manejo de la política comercial, la seguridad jurídica y las debilidades del acuerdo comercial bilateral.

Un tema de capital importancia que no debería ser desatendido por el nuevo Gobierno colombiano, tiene que ver con la defensa y promoción de los derechos humanos. Estamos conscientes de que es tema fundamental en la agenda nacional del nuevo Gobierno, que durante la campaña electoral enfatizó sobre los problemas de discriminación y exclusión que vulneran derechos fundamentales de muchos colombianos; empero, poca o ninguna referencia a la necesaria y urgente defensa en el contexto internacional y, en particular, en las relaciones bilaterales.

Debemos estar conscientes de que con el nuevo Gobierno, vendrán cambios necesarios en el plano interno y en la política exterior, pero siempre se presenta la resistencia al cambio. En todo caso, la labor de las instituciones democráticas, la sociedad civil, los partidos políticos y del ciudadano es vigilar que los cambios no impliquen el deterioro de las libertades, la institucionalidad democrática y los derechos humanos. En la defensa de esos valores fundamentales, debemos mantener una coherencia contundente.


Fuente:

Arellano, F. (26 de julio de 2022). Venezuela y Colombia: escenarios. TalCual Digital. Disponible en: https://talcualdigital.com

Entradas relacionadas

Nuestros Grupos