Por Jesús María Aguirre, sj
Cuando he visto el video en que se muestra que la palabra más consultada en internet sobre América Latina, es la de “empanada”, me he enorgullecido por nuestra culinaria, pero a la vez me ha sacudido un temblor, el mismo que sentí cuando me dijeron que una cátedra querida desaparecía del panorama curricular.
Desde que abrimos con el colega Marcelino Bisbal la cátedra de Sociología de la Comunicación en América Latina en la UCAB, el motivo principal, no fue la directriz del Estatuto Orgánico de la Universidad, sino la preocupante ignorancia de los estudiantes sobre nuestro continente.
Los ejes Miami-Madrid imantaban casi todos los intereses turísticos y culturales de los jóvenes. El resto del subcontinente era asociado con iconos, ya convertidos en clichés turísticos o mediáticos como el carnaval y la samba, el mariachi, la coca y los narcotraficantes, el mate, la revolución cubana, enclaves indígenas… ¿Pero conocen sus poblaciones, extensión geográfica, novelística, política, cultura, monedas…? Para muchos el continente era tierra tan incógnita como para los primeros conquistadores españoles en busca de respuestas aventuradas.
La emigración forzada por la actual tiranía centrifugadora nos ha obligado a interesarnos por esos países, proclamados retóricamente hermanos por las conchupancias ideológico-políticas de un momento, pero si no desdeñados, al menos marginados en la penumbra de la indiferencia. La riqueza petrolera nos daba el estatus de nuevos ricos, que podíamos incluso permitirnos dádivas a Cuba y otras islas caribeñas.
Hoy el panorama ha cambiado, y podemos revisar si nuestra fraternidad latinoamericana es un eslogan político o una realidad cada vez más acogedora, a medida que se despliegan muros y alambradas. Da dolor ver cómo la imagen de Venezuela se ha deteriorado tanto que somos vistos como una curiosidad antropológica y gastronómica, o simplemente una reserva minera combinada con una excentricidad política, que expulsa a sus ciudadanos.
Espero que los emigrados contribuyan a mejorar nuestro país, no solamente por las remesas que envían, sino por la proyección de sus conductas, porque la imagen de conmiseración y de víctimas que quiere ofrecer el régimen después de haber dilapidado recursos ingentes en veinte años, da pena ajena.