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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

¡Venezuela! Te vivimos… Te queremos

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Foto: archivo WEB

Por Josué H. Araque Méndez*  

Presentamos un paneo geo histórico de la Venezuela que vivimos, puntualizando algunos hitos importantes que han marcado el devenir del país y, sobre todo, dejando plasmada la Venezuela que queremos, a partir de la mirada prospectiva de un grupo de jóvenes merideños participantes del Programa de Formación Reconstrucción del Tejido Social.

Venezuela es un país privilegiado por su ubicación astronómica en el mundo, que le dota de diversidad de paisajes y le vale la definición del geógrafo Vivas, L. (2012) en su obra ‘Geotemas’, como país guayanés, amazónico, andino, caribeño, atlántico y llanero.

Esa megadiversidad natural es complementada con su diversidad humana, la cual es la mezcla resultante de la unión de los peninsulares, canarios, blancos criollos, pardos, negros libres, negros esclavos, negros cimarrones, indios, que a su vez concluyó en una ascendencia tan diversa y con un toque de sincretismo sin igual, que hace al venezolano único.

Ahora bien, Venezuela hasta principios del siglo XX, fue un país caracterizado por una sociedad que se desarrollaba en el ámbito rural, con un desarrollo importante del campo, evidenciado en una alta producción de café, cacao, caña de azúcar y añil, así como de diferentes derivados de la ganadería como el cuero (Chaves, L. 1992), que permitieron el ingreso de Venezuela en el mercado internacional.

Esa realidad rural venezolana dio un giro con la aparición de los hidrocarburos. A partir de la segunda década del siglo XX se empezó a evidenciar la modificación de la estructura económica y social que había modelado previamente al país. Hacia los 60’s la transformación era notoria, al punto que solo restaba relativamente poco del modo de vida rural que la había caracterizado desde siempre. Venezuela había conocido el fenómeno urbano, ‘la ciudad’, y la quiso para sí, pasando rápidamente a ser un país urbanizado, situación que se catapulta en los 70’s al tener alrededor de 85% de su población viviendo en ciudades (Chen, Ch. y Picouet M., 1979).

Paradójicamente, Venezuela terminó el siglo XX y entró al siglo XXI con un gran sin sabor debido a que, aun cuando llegó a ser de las sociedades latinoamericanas más avanzadas con indicadores que privilegiaron todo el esfuerzo para transformar una realidad deprimida a otra que prometía estar a la vanguardia del mundo, la ilusión no duro mucho, pues las élites políticas no supieron, o no quisieron, interpretar lo que la realidad de fines del siglo XX les enrostraba.

La Venezuela del siglo XXI es irreconocible, el campo está cada vez más desasistido y menos ocupado, mientras que la ciudad está cada vez más empobrecida. Ambos escenarios se entremezclan y permiten decir que nuestro país se estancó, se detuvo.

Vale la pena plantearse: si la transformación vivida durante el siglo XX significó mejorar la calidad de vida, ¿por qué quisimos un cambio? Parte de la respuesta tiene que ver con el hecho de que la desigualdad social se mantuvo y, en algunos casos, se tornó más visible.

Controversialmente, durante al menos los primeros 17 años del siglo XXI, Venezuela vivió un momento de bonanza económica sin precedentes en toda su historia, producto de los altos precios del barril de petróleo, lo que significó para el país ingresos calculados en alrededor de 960.589 millones de dólares americanos, según el economista Carlos Miguel Álvarez en conversación con BBC Mundo¹. Esa astronómica cifra se utilizó, entre otras cosas, para incrementar de una manera sin precedentes el gasto público, pero sin mucho control, lo que posibilitó un ‘destape’ de la corrupción, que llevó al país a detentar los niveles de corrupción más altos del mundo; según el exministro Jorge Giordani, lo malversado en la última década se acerca a la astronómica cifra de 300.000 millones de dólares.

Estos elementos permiten evidenciar que la arista económica es una preponderante del grave deterioro de Venezuela. De la misma forma, la crisis política vivida en Venezuela desde los 70’s del siglo XX, identificada como un debilitamiento de los partidos políticos y el surgimiento de un modelo político populista, que ha venido pasando por diversas mutaciones, y que derivó en el debilitamiento de las instituciones y un desdibujamiento de la figura del estado.

El modelo político implementado en Venezuela a partir de 1958 y hasta 1998 se asocia con los valores de una democracia representativa (Otamendi, F y Straka, T., 2011). Luego del año 1999, con una nueva constitución, se dan los pasos para convertirse o decantar en una democracia participativa, con muy corta duración, casi nula en la práctica, para derivar en el socialismo a la venezolana, llamado “socialismo del siglo XXI” (Peña, J. 2015: 194-201), a partir del rentismo social, bajo la premisa que de esta manera se podría vivir mejor, cuando en la práctica lo que se instaura, de manera progresiva, es un totalitarismo de Estado. Luego, con el cambio de gobierno, en el año 2013, se erige como un autoritarismo, sustentado en prácticas totalitarias, que se devoró a la democracia. Aunado a la crisis política, se suma la crisis institucional, en la cual se evidencia que el gobierno se tragó, literalmente, al Estado, dejando al ciudadano indefenso.

A todo este escenario se suma que el capital humano venezolano – su mayor reserva moral – se ha visto disminuido cuasi exponencialmente por la diáspora. Según estimaciones de organismos internacionales (los datos oficiales son poco confiables), alrededor de 4,3 millones de venezolanos (ver imagen 1) han salido del país en los últimos 5 años, con un crecimiento exponencial y desbordado entre 2015 y 2019, por las innumerables protestas de calle de larga duración, que solicitaban la renuncia del presidente y un cambio de modelo político.

Fuente: https://www.bbva.com/es/pe/bbva-research-el-aporte-de-la-inmigracion-venezolana-a-la-economia-peruana/

A esas demandas, el gobierno respondió con una fuerte represión, secuestros, desapariciones forzadas y exterminio, todo esto sustentado y sistematizado por la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, Michel Bachelet y recogido en su informe sobre DDHH de la ONU²

Una buena cantidad de esos 4,3 millones de personas, se ha visto forzada a migrar por diferentes razones, entre las que cabe destacar: sistema de salud público deplorable, el sistema educativo público es deficiente y con altos grados de politización (adoctrinamiento), y el privado sufre la asfixia económica del control estatal, altísima deserción escolar porque los padres no tienen dinero para alimentar, vestir y trasladar a los niños.

El venezolano ha perdido peso en un rango entre 8 – 14 kilogramos, en los últimos 2 años, como consecuencia de la merma en sus ingresos y su consecuente deterioro del poder adquisitivo. Las condiciones sanitarias se han deteriorado, lo que se evidencia en la aparición de enfermedades endémicas erradicadas, inexistencia de tratamientos para enfermedades crónicas, falta de médicos en diversas especialidades, así como inexistencia de insumos.

Las remesas han sido un paliativo para algunas personas que logran que sus familiares, radicados en el exterior, envíen algo de dinero. Cada familia venezolana tiene al menos, en promedio, un familiar en el exterior. La convulsa economía venezolana ha hecho que el dinero que ingresa cada vez valga menos, producto de una hiperinflación acumulada que ronda al 1.000.000% ³, lo que se traduce en el aumento de los precios a diario.

Ya en la segunda década del siglo XXI, las condiciones de empobrecimiento de la sociedad venezolana son de dimensiones incomparables. Estamos en un país en el que debemos vivir sin electricidad, aun cuando tenemos el complejo hidroeléctrico del Guri, hoy llamado Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, tercera más grande del mundo con sus 10.235 MW de capacidad total instalada, y la más grande del mundo en el momento de su creación en el año 1986; sin agua, aun cuando somos el noveno país con las mayores reservas de agua dulce del mundo y contamos con diversos complejos de acueductos entre los que destaca el sistema Tuy, en sus distintas etapas, que tiene capacidad para surtir del vital líquido a 5.000.000 de personas aproximadamente; sin gasolina, aun cuando tenemos las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo, estimadas en 300.900.000.000 barriles; sin gas, siendo el 6to país con las reservas de gas probadas en 8.287.000.000.000 m3; sin alimentos, por múltiples factores: primero expropiación de ciento de miles de hectáreas de tierras productivas, las que una vez confiscadas dejaron de producir, estatización de empresas dedicadas a la venta de insumos y semillas agrícolas, dejando a la deriva al agro venezolano, cierre y expropiación de más del 80 % de la industrias del país (500.000 empresas para el año 2017, en contraste con las 830.000 que existían en el año 2002, según señala el primer vicepresidente de Consecomercio, Alfonso Riera⁴) y, finalmente, un sueldo mínimo a partir del 01 de mayo de 2020 de 400.000 Bs., equivalente a 1,93 dólares mensuales (cambio oficial 06/07/2020) en un país donde para cubrir la canasta básica de abril del 2020 se requerían 28.972.732,90 Bs. o lo que era igual a 164,09 $ (al cambio oficial) de acuerdo a los informes generados por el Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores⁵

Ante este escenario de deterioro, el país cuenta con la reserva más importante, su gente. El venezolano tiene muchas capacidades y ganas de emprender para forjar un destino diferente. En Venezuela se dio un ascenso social, gracias a su calidad educativa. La educación venezolana ha sido de las mejores del continente, forjando a miles de profesionales en universidades públicas, pensando en generar conocimiento para que la sociedad pueda dar respuesta a sus necesidades.

Desde el Centro Gumilla, como actor social, promovemos a partir de nuestros programas de formación que sus participantes conozcan y desarrollen valores ciudadanos, que a su vez describan la visión de la Venezuela que quieren y por la cual trabajarán. Como parte del programa de Reconstrucción del Tejido Social desarrollado en la U.E. San Francisco de Asís de Fe y Alegría, municipio Campo Elías del estado Mérida, los participantes, estudiantes de 1ero a 6to año, realizaron el ejercicio que se narra a continuación y se sustenta en la imagen al final del texto.

La Venezuela que queremos es una donde prevalezca la unidad nacional por encima de los intereses particulares, donde no exista división social ni política, donde aprovechemos los recursos naturales, pero con respeto y cuidado de nuestra casa común, donde las capacidades del venezolano sean el mejor recurso con el que contamos.

Esas capacidades nos llevarán a generar más estabilidad y productividad que cualquier otra sociedad, donde la familia sea la célula fundamental de la sociedad, y que esto no sea un discurso repetido sino una realidad vivida, que no tengamos más familias divididas por el mundo, donde los políticos estén al servicio de los ciudadanos y no pensando en enriquecerse ilícitamente, donde los ciudadanos no deban tener constantemente a un funcionario encima para cumplir las normas, donde lo público sea cuidado y mantenido, pensando en que es responsabilidad y compromiso de todos, donde ser amigo o familiar de algún funcionario público no sea un privilegio sobre el resto de los ciudadanos, donde todos tengamos igualdad de trabajo y nadie se quede en su casa esperando que le regalen las cosas sin hacer nada, y sobre todo, que fomentemos la educación como el arma mortal para vencer a quienes han querido someternos.

Estudiantes de la U.E. San Francisco de Asís de Fe y Alegría, participantes del programa de Reconstrucción del Tejido Social, diciembre de 2019 (Ejido, municipio Campo Elías, edo. Mérida)

Alcanzar todo ello depende única y exclusivamente de nosotros, ya vimos que teniendo todas las riquezas no logramos la Venezuela que queríamos, ahora que tocamos fondo, como lo decimos coloquialmente, valoramos y queremos una Venezuela digna a la que hacemos renacer de las cenizas.


Notas:

  1. https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160219_venezuela_bonanza_petroleo_crisis_economica_ab).
  2. https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=24374&LangID=S).
  3. El Nacional (2020). La Asamblea Nacional publicó la inflación… Disponible en: https://www.elnacional.com/economia/la-asamblea-nacional-publico-la-inflacion-de-2019-7-3744/
  4. https://elclarinweb.com/noticias/economia/consecomercio-reporta-500-000-empresas-cerradas-10-anos/
  5. http://cenda.org.ve/noticias.asp

Referencias:

  • Chaves, L (1992). Geografía humana de Venezuela. Textos de la Universidad de Los Andes. Colección: Ciencias de la tierra. Serie: Geografía Humana.
  • Chen, Ch. y Picouet M. (1979). Dinámica de la población. Caso de Venezuela. Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello y Office de la Recherche Scientifique et Technique Outre-Mer. Edición UCAB – ORSTOM
  • Otamendi, F y Straka, T (2011). Venezuela, república democrática. Asociación civil grupo Jirahara. Editorial Arte, S.A.
  • Peña, J (2015). La justicia como equidad, el régimen político y las morales del siglo XXI en Venezuela y Estados Unidos. Tiempo y Espacio. Nº 63. Enero-junio, 2015. Depósito Legal pp198402DC2832. ISSN: 1315-9496.
  • Vivas, L. (2012). Geotemas. Venezuela 2012. Fondo Editorial “Simón Rodríguez” de la Lotería del Táchira.
  • Informe del BBVA Perú. Disponible en : https://www.bbva.com/es/pe/bbva-research-el-aporte-de-la-inmigracion-venezolana-a-la-economia-peruana/

*Geógrafo. Profesor de Escuela de Geografía de la Universidad de Los Andes. Coordinador Regional Centro Gumilla Región Los Andes. Correo: [email protected]

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