Por Claudio Orrego
Recuerdo como cantábamos a voz en cuello “no nos romperán la esperanza” de Sol y Lluvia durante los años de Dictadura de Pinochet. También recitábamos “Podrán arrancar todas las flores, pero no podrán detener la próxima primavera”. Al final, lo que nos sostenía en medio de la represión y la crisis social y económica de los 80 era la ESPERANZA de que todo eso iba acabar. Lo único que no sabíamos era cuando.
Esto es precisamente lo que no encontré en Caracas, donde estuve cuatro días la semana pasada. Fui invitado a dar un par de conferencias sobre el proceso de transición política a la democracia en Chile por la académica Verónica Zubillaga de la Universidad Simón Bolivar y co-gestora de la Red de Activismo e Investigación por la Convivencia.
Fueron cuatro días intensos y llenos de emociones. La llegada a un aeropuerto vacío, que más parecía el de un país en Guerra, fue impactante (sólo un avión en una sola manga en funcionamiento, en el que fuera uno de los aeropuertos más activos de la región). Luego vinieron los testimonios de pobladores del barrio La Vega donde nos desplazamos a conocer comedores infantiles y programas de pacificación. Escucharlos hablar del hambre, de la desnutrición de sus hijos, la falta de luz y agua, los precios inalcanzables, un salario mínimo de hambre (menos de dos dólares o 1400 pesos al mes), la violencia de la policía, los colectivos y los delincuentes, la falta de medicinas y médicos, el desgarro por las familias separadas por la migración (no conocí a nadie que no tuviera entre uno hasta todos sus familiares fuera del país), me dejó simplemente el corazón en la mano.
La crisis humanitaria y económica es tan o más grave que la política, aunque por cierto están relacionadas. En ambas conferencias que realicé hubo representantes de la oposición y también del Chavismo originario que son muy críticos de Maduro. En ellas les comenté de la transición chilena, y si bien siempre destaqué que no estaba ahí para dar lecciones y que las realidades de los países eran muy distintas, no deja de ser interesante los paralelismos que había entre una situación y otra.
En la Venezuela de hoy como en el Chile de ayer, en la oposición coexiste una postura mayoritaria que busca el diálogo y una salida electoral y pacífica a la crisis, con quienes ya han perdido la esperanza y sólo creen posible una salida de fuerza, ya sea por una intervención internacional o el quiebre interno del Régimen. Se sorprendieron mucho cuando les hablé del acuerdo nacional del año 1985 entre gente de oposición y gobierno, de lo difícil que fue sumar a todos los partidos (con la excepción del PC y el MIR) a la estrategia de inscripción en los registros electorales y luego la campaña del NO, el esfuerzo que significó montar un sistema de conteo paralelo además de los vocales de mesa, las pugnas por la orientación de la franja televisiva, la negociación dura y generosa que permitió que Aylwin fuera candidato, el hecho de que Pinochet quedó como comandante en jefe varios años, por nombrar algunos rasgos de nuestra transición que planteaban luces y dudas a su realidad.
En una de las comidas con dirigentes de TODOS los partidos de la oposición organizada por el IFIT, conocí a Sobella Mejía, dirigente de Acción democrática. Su marido Egard Zambrano, vicepresidente de la Asamblea Nacional, lleva arbitrariamente detenido 4 meses detenido en un regimiento. Me relató con mucha dignidad pero también angustia, como él había tenido que hacer huelga de hambre a sus sesenta y tantos años para que ella pudiera verlo. A pesar de esta situación, ella es abiertamente partidaria del diálogo y las elecciones, al igual que todos los representantes que estaban en esa reunión.
Tuve la ocasión de conversar con Roberto Hernández y Freddy Guevara que llevan 2 y 1 año asilados en la embajada de Chile, con personas que lideran la operación humanitaria, con asesores de la negociación auspiciada por Noruega y de la cual el Madurismo se levantó unilateralmente hace un mes, con intelectuales y académicos, con jóvenes profesionales y con activistas sociales y de los DDHH. En cada conversación se podía percibir la angustia por una situación a la que no se le ve salida y que empeora día a día. El empate trágico como le llamaban.
Cuesta imaginar lo que están viviendo estos hermanos del país más rico de América Latina (al menos considerando que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo), en medio de la hiperinflación más alta de la historia económica mundial y la crisis migratoria más grande que haya conocido la humanidad en un país que no está en guerra.
Pero quizás lo más complejo es la relación con el futuro. Me impactó que los jóvenes profesionales, ante mi pregunta directa al respecto, simplemente no pudieran articular nada que no fuera como sobrevivir o bajo que condiciones emigrarían al igual que sus familiares. Eso de verdad me dejó emocionado. Cómo será de grave la crisis, que los más talentosos y privilegiados están atrapados en la disyuntiva de sobrevivir o emigrar.
Por otro lado, la nota alta la dieron quienes siguen luchando a pesar de todo. Jóvenes profesionales como los de la ONG Mi Convive y Alimenta Solidaria, que podrían estar mejor fuera y se quedaron a trabajar por y en su país. “Alimentar a 11.200 niños diariamente es razón suficiente para levantarme con esperanza y energía todos los días” me dijo Roberto Patiño, su presidente. Lo mismo con gente como Verónica y todos los que siguen apostando por el diálogo para una salida electoral y democrática, a pesar de la violencia, la represión y la prepotencia de Maduro. Dirigentes de base como la Negra y Winston, que se la siguen jugando porque los niños de sus barrios tengan recreación, comida y cariño, a pesar de las balas y la violencia de narcos o policías.
Tal como en los 80 en Chile, espero que los que creen en la salida pacífica y están jugados por hacer frente a la crisis humanitaria en el día a día sean mayoría, que los más lúcidos del régimen decidan volver a la mesa de diálogo, y que NADA les rompa aquello que nos permitió luchar por 17 años contra la dictadura de Pinochet: LA ESPERANZA!