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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Venezuela en el testimonio visual de Orlando Hernández

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Foto: Archivo Web

Por Maritza Jiménez 

Durante casi una década, el fotógrafo venezolano siguió con su cámara la vida del país, dejando en diversos portafolios testimonio del clima de aceptación y tolerancia que vivíamos. La política es uno de sus temas. La década de los 80 fue de notable impulso para la fotografía documental en Venezuela.

Orlando Hernández fue, en esa década, uno de los nombres que se dedicaron a captar los diversos rostros “humanos y urbanos” de nuestra realidad, de lo cual deja testimonio en diversos porfatolios de su autoría que aún mantiene inéditos.

“He sido un fotógrafo de calle que registra lo que le resulta anecdótico, singular o importante”, afirma al hablar de su experiencia, desarrollada entre 1977 y 1985, y estas imágenes en blanco y negro que nos permiten acercarnos a una época particular de la vida nacional en los rostros, conocidos o anónimos, de sus protagonistas.

 “Uno de estos registros es particularmente documental: el político, que me resultaba afín. En ese entonces, trabajaba en el departamento de Fotografía de la Biblioteca Nacional, como custodio de colecciones (Fotógrafos Contemporáneos y Juanito Martínez Pozueta). De la sede en La Trinidad, salía directo a los eventos, considerando absolutamente todos: adecos, copeyanos y de izquierda”, declara el fotógrafo.

“Era un disfrute individual –prosigue- que aliaba con la convicción de dejar un registro para la memoria, cual testigo que miraba desde una arista eso que acontecía. Con el nacimiento de mis hijas Andrea y Sofía me declaré “en sabático”. Ello incidió en que estas imágenes hayan permanecido vírgenes, salvo pocas que he dejado escapar. Ahora, cuando detallo que hay personajes, historias e intensidades cuya omisión –accidental o exprofeso- es evidente, creo que es oportuno mostrar.

Se trata der una selección cercana a las 400 imágenes, en blanco y negro y 35 mm, “que sigue in crescendo”, explica el fotógrafo. Son romerías, aniversarios, caminatas, retratos, manifestaciones, campañas electorales, eventos nacionales e internacionales, primeros de mayo, grafitis, carteles y circunstancias singulares como los tres días del sepelio de Rómulo Betancourt (1981).

“En ese entonces primaba un ambiente lúdico, jocoso, tolerante, de cruce entre grupos políticos adversos, sin el menor incidente. Así éramos”, señala Hernández, explicando que estas fotografías fueron hechas “cuando se podía andar por las calles de Caracas sin temor a que te robaran”.

“Pero el deterioro de lo que llamamos República ha traído consigo el delito con alta violencia, lo que ha implicado abstenerse de estos registros”, afirma Hernández, quien en la selección de las imágenes para el portafolio contó con “la tijera lúcida” de Alejandro Toro y el apoyo de Abel Naím, “panas de la vida”.

 -¿Qué era hacer fotografía en esos años?

 Hoy no tenemos la dicha de los ochenta, cuando hubo un reventón fotográfico, masivo. Eso fue gracias a la actitud de los fotógrafos, la apertura de las galerías privadas, la gran disposición de los medios, y la valoración de lo fotográfico por parte del Estado, sin cortapisas políticas, a través del CONAC y, muy especialmente, de la Biblioteca Nacional con sus exposiciones anuales. Tan solo la AVEF (Asociación Venezolana de Fotografía), creada por los mismos fotógrafos, impulsó junto al Museo de Bellas Artes la Primera Muestra de Fotografía Contemporánea Venezolana (1982); 70 autores disímiles, de todo el país, con 192 obras que anclaron en el MBA. Fue un acontecimiento impactante, bien recibido –aunque sin el libro esperado-, que originó nuevos lazos entre fotógrafos. Curiosamente, aún algunos estudiosos de esta temática, lo omiten.

-¿Fotoperiodista o documentalista?

 No creo entrar en el rubro de fotoperiodista. De por sí, nunca laboré en un medio. Si sé que, con el tiempo, las imágenes se tornan testimonios informativos, material de primera fuente, para la investigación histórica. Al asumir el rol de fotógrafos de lo real, somos testigos que dejan evidencia, desde nuestra subjetividad, de lo que acontece. Y ello, es documento.

Orlando Hernández cursó Comunicación Social en la UCV y ejerció cargos gerenciales en Aga Venezolana, Grupo Farma, Fundación de Etnomusicología y Folkore e Ipostel, y al frente de publicaciones del Museo John Boulton, Venezuela Metalúrgica y Minera. West Arco/Comelven. Caminos de Vargas, Aeronews y Sambil.

Su obra aparece en registrada en “Rostros de Venezuela” (1982), de la Biblioteca Nacional, y en los libros “23 de Enero” y “La Guaira, llave de entrada de un país”, ambos editados por Fundarte en 1990.

Fuente: www.eluniversal.com

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