La convocatoria este año de la IX Cumbre de las Américas ha puesto de manifiesto las marcadas diferencias que conviven en los países del continente; empero, los esfuerzos realizados por la administración de Biden que busca procurar la integración regional y recuperar la influencia histórica de los Estados Unidos en el hemisferio. Grandes temas, marcadas posturas y sutiles tensiones que giran en torno a los gobiernos excluidos darán mucho de qué hablar en los próximos días
Por Ángel Alvarado
El clima de Nueva York en abril es fresco. Las temperaturas oscilan entre los 7º C y 16º C. A medida que avanza el mes, los días son más cálidos, pero el tiempo puede sorprendernos con días lluviosos.
El pasado mes de abril, sin embargo, la sorpresa no fueron los días lluviosos, sino Larry Fink, Ejecutivo jefe de BlackRock, un fondo de inversiones que administra más de 10 billones de dólares, el fondo más grande y poderoso del mundo. Mientras Larry Fink analizaba con su equipo los resultados para el primer trimestre soltó la siguiente afirmación “el conflicto en Ucrania altera la senda de la globalización de las últimas 3 décadas”.
Desde febrero pasado, los gobiernos y las corporaciones han tenido que afrontar inesperadamente un “escenario de guerra” en Europa. Después de 70 años de paz, han palpado lo difícil que es cortar la dependencia de Rusia para obtener productos como el gas o los fertilizantes.
La guerra en Ucrania ha obligado a gran parte del mundo a buscar desesperadamente cadenas de suministro más cercanas (onshore, nearshore o friendshore) para conseguir alternativas a Moscú y prepararse para un mundo cada vez menos conectado. Ya las interrupciones ocasionadas por la pandemia habían obligado a acercar las cadenas de comercio global; la crisis en Ucrania simplemente aceleró una situación que se venía incoando.
Los gobiernos se han movido rápidamente y están privilegiando la seguridad nacional sobre las ventajas comparativas del comercio. ¿Vamos hacia un largo período de desglobalización, un nuevo período de fragmentación en bloques tipo Guerra Fría? ¿Es la Guerra en Ucrania el fin de una Belle Epoque?
Historia de dos regiones
Los grandes ganadores de la globalización han sido los países emergentes, quienes han aportado el 60 % del crecimiento de los últimos treinta años, disminuyendo la pobreza en el mundo de 1.9 mil millones a 650 millones, según datos del Banco Mundial.
Estas ganancias han estado especialmente concentradas en Asia, donde los países han tenido políticas comerciales abiertas al mundo y promotoras de sus exportaciones. Uno de esos países asiáticos es Vietnam, una de las 5 economías que ha crecido más rápidamente en los últimos 30 años y que ambiciona convertirse en un país de alta renta para 2045.
Vietnam es un régimen de partido único, “comunista”, pero integrado al mundo. Su éxito es el comercio y su integración global; aunque no solo el nivel de exportaciones de Vietnam es un dato interesante, lo es también la naturaleza de las mismas. Este país está integrado a cadenas globales de valor, con altas tasas de inversión desde 1990 (6 % anual más que Corea del Sur), atrayendo inversiones en manufactura de talla global por su bajo costo de mano de obra, régimen cambiario estable y políticas públicas predecibles.
Mientras eso ocurre en Asia, Latinoamérica ha estado sumida en floridos discursos de hermandad regional y populismo, quedando fuera de las cadenas globales de valor. Su participación en el comercio global apenas creció 0,1 % entre 1995-2015, mientras el resto del mundo crecía 19 %. Asia les ha quitado mercado a los latinos con políticas más pragmáticas y abiertas al mundo.
Retos y oportunidades
En la década pasada, Latinoamérica no logró un crecimiento económico sostenido, manteniendo, por el contrario, bajos niveles de inversión, puesto que es muy dependiente de las materias primas, y registra bajos números de patentes y artículos científicos para el tamaño de sus universidades. Su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es el mismo desde 2011, mientras que los de China e India crecieron 66 % y 52 %, respectivamente, en ese mismo período de tiempo.
En un escenario de desglobalización todos los países del mundo van a hacer esfuerzos adicionales por insertarse en el comercio mundial, atraer inversiones y mostrase atractivos para las economías más avanzadas.
En este sentido, la geografía podría jugar un rol clave para América Latina, la relocalización de algunas industrias puede encontrar en la región un lugar apropiado en el nuevo mapa geopolítico. Un ejemplo exitoso de integración comercial en la región es México que, aunque ha perdido mercado frente a China en el sector textil, ha ganado participación en electrónica, automóviles y manufactura aeroespacial, y es que el norte de México crece a la misma tasa que Asia. La clave está en que México se ha integrado a un mercado rico y avanzado y se está adaptando a las nuevas tecnologías. No obstante, seguir el ejemplo de México para el resto de la región plantea retos que requieren acciones inmediatas.
Latinoamérica es la región más inaccesible del mundo en cuanto a barreras arancelarias y para-arancelarias se refiere, solo superada por el África Subsahariana según el Banco Mundial. Para insertar esta región en cadenas globales se requiere una élite comprometida con la competitividad, que vea el comercio mundial como mecanismo para generar un crecimiento inclusivo, robusto y duradero, tal como han hecho los países asiáticos. El modelo actual basado en materias primas y la protección beneficia solo a pequeños segmentos de la sociedad, generando inestabilidad en el sistema político e insatisfacción con el sistema democrático.
En segundo lugar, hay que crear espacio fiscal para mayores inversiones en infraestructura; la actual es pobre, inexistente o anticuada. Estas mayores inversiones pueden implicar reformas fiscales enfocadas en las rentas de personas naturales como ha señalado recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI), o en la ampliación del capital suscrito por los países miembros en los bancos regionales (CAF y BID), especialmente los países más grandes y con mayores ingresos.
Finalmente, se requiere una mirada continental más amplia, Latinoamérica ha negociado cuatrocientos cincuenta acuerdos bilaterales desde 1973, de los cuales trescientos setenta han sido acuerdos interregionales, el resultado es sumamente precario. Es fundamental avanzar con la integración de toda la región incluidos los países norteamericanos (Canadá, México y Estados Unidos), que pueden suministrar tecnología e insumos de alto valor.
La Cumbre de las Américas
Entre el 6 y el 10 de junio del presente año, se estará desarrollando la novena Cumbre de las Américas, el evento más importante del año de todo el hemisferio occidental. Allí acudirán los jefes de Estado de los países americanos, los principales actores del sector privado, las organizaciones internacionales, la sociedad civil e influyentes líderes de pensamiento. Esta novena cumbre debería servir para establecer un compromiso con una integración económica continental profunda y de largo aliento. La desglobalización podría ser una juntura crítica para la tan anhelada –y nunca concretada– integración económica del continente americano.
En los últimos 20 años, China ha sustituido a los Estados Unidos como primer socio comercial de casi todos los países de la región salvo México, Ecuador y Colombia. Esto ha insertado la multipolaridad en la misma región y es parte de la razón por la que Estados Unidos ya no tiene la influencia del pasado. Sin embargo, la desglobalización puede cambiar el mundo tal como lo conocemos de manera radical, las necesidades de seguridad nacional podrían abrir nuevas oportunidades a los países de la región, y qué mejor manera de avanzar que con acuerdos comerciales en países que son nearshore y pueden ser friendshore; y es que el comercio es lo que mantiene unidos a los pueblos, tal como decía Aristóteles.