Mercedes Pulido
La violencia y la inseguridad carcomen nuestra cotidianidad. Por más que le impongan muros a nuestras morgues estas ya son insuficientes para ocultar las pérdidas de vidas. En detallado recuento Hernán Lugo Galicia (el nacional agosto 8-2016) señala un conjunto de documentos acerca de la reestructuración vigente del sector militar, cuya resolución No. 013224 se establece el poder más importante como es el control de “las armas”. Sin lugar a dudas esta es una oportunidad histórica para realizar a fondo y sin cortapisas una verdadera auditoria del armamentismo en el país.
Esta responsabilidad recae sobre quien tiene la obligación de controlar las armas. No hay excusas, cuando ya demográficamente estamos perdiendo en manos de dicho “desmadre” nuestra población joven entre 15 y 35 años alterando sin reposición nuestra estructura poblacional y por ende nuestro futuro. Son múltiples las evidencias señaladas por el Observatorio de conflictividad, de violencia y reseñado ampliamente por criminólogos y en especial por la acuciosidad de Alejandro Moreno entre muchos otros. No cabe dudas que el control de las armas es responsabilidad de la Fuerzas Armadas, al menos así lo establece nuestra Constitución. Constantemente se denuncia robos de armamento, homicidios para adquirir las mismas, y la mas de las veces se reseña sobre la sofisticación de tecnológica del armamento utilizado sin ningún control institucional pero ampliamente protegidos por los estamentos intermedios como son colectivos, bandas, irregulares y también porque no decirlo protegidos por el “poder de la fuerza”.
Por lo tanto más que enfocarnos en el control de las protestas que sin lugar a dudas son muestras de descontento y ausencia de respuestas a la supervivencia cotidiana, celebramos que pueda existir una vocación democrática institucional genuina para realizar a fondo una verdadera auditoria del origen, uso y destino de este arsenal. Y esta es responsabilidad absoluta del estamento militar.
A la manifiesta demanda de propuestas hacia la reconstrucción o refundación de nuestro país esta es una oportunidad histórica que probablemente no vuelva a repetirse con lo cual se puedan iniciar normas de convivencia, confianza en las instituciones de justicia, seguridad ciudadana, y sobre todo enfrentar el flagelo de la impunidad y de la prepotencia del control absoluto del poder discrecional. Es dramático el surgimiento desproporcionado de conductas “anómalas” como es el feminicidio, violencia tortuosa entre vecinos y comunidades, asaltos por adolescentes de transporte público y saqueos a granel, en donde es común que maten a un padre delante de sus hijos o la aparición de restos humanos calcinados.
Se menciona la perdida de valores, pero no se revisa la imposición de la fuerza como el “valor de la alevosía y de la indefensión” ante el arsenal que crece día a día. No hablemos de dialogo, que ya está claro que no se quiere porque todas las encuestas de los últimos tiempos son apabullantes en cuanto a la defensa de la vida como el eje central de nuestro deterioro. Es una oportunidad histórica para la concentración del poder militar que estamos viviendo… Esperamos que tenga futuro.